Shadow in the cloud

Antes de empezar queremos advertir que el tráiler es tan, pero tan generoso en imágenes, que prácticamente es como haber visto todo lo bueno que nos ofrece la cinta... de lo malo damos cuenta nosotros en las siguientes líneas.

Parece mentira que un estudio gaste un presupuesto generoso y embarque a una buena actriz en un proyecto tan estúpido como el que os vamos a desmenuzar en esta reseña. Shadow in the cloud, contiene un montón de buenas ideas combinadas de la peor forma posible. Crea un espectáculo de puro entretenimiento que, de malo, logra mantenerte atento a la espera de ver si en la siguiente secuencia se supera en estupidez; y lo va logrando hasta su plano final. Una cinta con cargado mensaje feminista, que trata de que este permee en el espectador poniendo a su heroína frente a una tripulación que reúne lo peor de la condición masculina.

La absoluta protagonista es Maude (Chloë Grace Moretz), soldado de las fuerzas aéreas neozelandesas que, con una misión secreta y una misteriosa mochila, se embarca a última hora en un B-17 cuya tripulación está íntegramente compuesta por hombres toscos y cargados de testosterona. Tras el evidente rechazo de casi toda la cuadrilla, menos del rubito guapo de turno, se le asigna el puesto en la cabina de ametralladoras de la panza del aparato; en la que se quedará atrapada... Desde ese punto, tendrá que hacer frente a los insultos y ninguneos de sus compañeros, a los posibles ataques enemigos y a algo que se mueve entre las alas del avión.

Claramente influenciada por el relato “Pesadilla a 20.000 pies” de Richard Matheson, (adaptado por the twilight zone en tres ocasiones), a la protagonista le va a costar Dios y ayuda convencer a sus compañeros de que la amenaza que se les cierne, tanto en forma de aviones enemigos como acerca del gremlin de garras afiladas que se está cargando la maquinaria, es real. El principal motivo de resquemor, es que es mujer y además es atractiva. Como podéis imaginaros, cuando la trama da la razón a las sospechas de Maude, estos machotes se van a arrepentir de no haberla hecho caso.

Los prometedores compases iniciales dan paso a uno de los filmes de aventuras menos creíbles que recuerdo haber visto. Hay que procurar que nuestras neuronas no se muevan durante el visionado; solo así lograremos no escandalizarnos con algunos instantes de acción y con las explicaciones respecto al contenido de la misteriosa cartera. Acostumbrados a Rambos y junglas de cristal de todos los colores, es una pena que la acción en femenino tome de referencia la parte más ridícula de estos espectáculos y que además los enriquezcan con las proclamas más maniqueas del feminismo (igual que los títulos mencionados rezuman testosterona caduca y con olor a sobaco). Aquí la sutileza no es bienvenida; todo se dibuja con trazo grueso, como si el guion se hubiese escrito con el rotulador de una pizarra. No es suficiente con que los personajes sean machistas: para demostrarlo hablan durante minutos a la protagonista en términos tan exagerados que resultan inverosímiles. Para demostrar la fuerza interior de la heroína y el motor que la anima a hacer lo que hace, se exagera la acción más allá de los límites humanos y de las leyes de la física, estropeando casi cualquier conato de emoción y sustituyéndolo por el escepticismo total (atención a como logra Maude salvarse de una caída fatal).

La cinta contiene unos efectos especiales más que decentes y un diseño de criatura correcto. Limitar totalmente la acción al punto de vista de la protagonista de la historia, que hace de la primera mitad de la cinta una suerte de “Buried”, “Mine”, “The guilty” o “Phone booth”, no funciona demasiado bien al haber un exceso de personajes y conversaciones entremezcladas fuera de cámara. Después el film se vuelve más dinámico, el encuadre se mueve y la acción toma el control. Pero para entonces la falta de conexión con el resto del reparto y su arisco comportamiento inicial, harán que nos importe más bien poco lo que pueda sucederles.

El uso de sintetizadores en su banda sonora, absolutamente anacrónica con respecto a la imagen, o de una iluminación saturada de rojos y azules enfrentados que dotan a la factura del aroma de los comics, nos invitan a creer que todo en esta broma es intencionado. Su acumulación de excesos y sin sentidos que ahora nos chocan, son un ejercicio de libertad que puede que, dentro de unos años, transformen este producto en una joya de culto para amantes de lo friky. “Shadow in the cloud” ha apostado todo a ganar, a hacer lo que le ha dado la gana, a ser una feria de acción deslumbrante reclamando el aplauso del público de una sesión de cine matinal de un viejo cine de barrio... y en su apuesta tan ambiciosamente humilde ha perdido. Pero si se ve con el espíritu infantil de ese cine que era pura diversión, aunque sigue sin funcionar, se le aprecia el esfuerzo.