La llorona

Con sólo tres películas bajo en brazo el escritor, director y guionista Jayro Bustamante es todo un grano en el culo para la sociedad mas conservadurista y caduca de su país: Guatemala. Su cine se sujeta en la realidad, en acontecimientos y sucesos sociales. Da voz a los acallados por el poder. Pese a abrazar en esta ocasión sin complejos el cine fantástico, “La llorona” conforma junto a “Ixcanul” y “Temblores” una particular trilogía de la injusticia guatemalteca contemporánea: Contra los indígenas, contra los homosexuales y contra el comunismo.

Un ex general, en un delicado estado de salud por su avanzada edad, ha de hacer frente a un juicio por su genocida comportamiento con los indígenas Ixil en tiempos del dictador Ríos Montt. Un juicio que aparentemente no tiene visos de llegar a ninguna parte, pues los intereses del estado quieren mirar a otra direción y pasar página. En guatemala, como en muchos paises donde las dictaduras camparon a sus anchas, la justicia además de ciega parece amnésica... Afortunadamente la llorona llegará para que se caiga lo que esté flojo. 

La llorona no es una cinta de terror. Se trataría, en todo caso, de una película de cine fantástico aunque lo que tenemos, principalmente, es un drama. Un drama en el que los elementos del cine de horror vienen al rescate de la realidad, a insuflar un poco de esperanza ante la falta de equidad. Emilio, el general en el centro de esta película, es la encarnación ficcionada de cientos de militares que se van a la cama todos los días con la seguridad de que las clases altas, que en muchas ocasiones se han llenado los bolsillos con sus crímenes, y la maquinaria militar van a protegerlos de dar cuentas sobre sus borracheras de poder. El pueblo puede clamar bajo sus ventanas justicia y antes ellos se representará un teatrillo para que creamos que algo se está haciendo, hasta que la vejez y la enfermedad cierren de una vez el problema.

El mayor acierto de Bustamante es no centrar su foco en el villano criminal, sino todo el entorno de la casa donde se esconde. En su esposa, silente colaboradora, en tanto en cuanto no reprueba el comportamiento del militar y disfruta de una posición privilegiada manchada de sangre en su base. De su hija, autoconvencida de que todo lo que escucha sobre su padre no puede ser real aunque, como veremos conforme avance la historia, la intromisión paterna puede haber trastocado también su propia unidad familiar. O su ama de llaves, indígena Ixil, que no sabe cómo gestionar sus afectos a la familia con las acciones cometidas contra su tribu. Un complejo cuadro de mentiras y abusos políticos, que acercan este trabajo en varios momentos al cine del griego Costa-Gavras.

A los que conozcan “Temblores”, terrorífico relato de la influencia de las nuevas religiones evangélicas en la sociedad latinoamericana y en las famosas, y dañinas, terapias de reorientación sexual, esta llorona les resultará, tanto en encuadres, color y ambientación casi igual. No es extraño ya que Jayro Bustamante rodó practicamente ambas cintas al mismo tiempo y con el mismo equipo. De ahí también que repita con varios de los actores. Su forma de filmar es cálida, de ritmo pausado que ayuda a los actores y al guion a solidificar a sus personajes, complejos y claroscuros pues, nada más peligroso en estas cintas de denuncia, que caer en adoctrinamientos subrayados o personajes acartonadamente irreales.

En la manera de abordar el género, Bustamante, recurre a un acercamiento clásico; más proximo al horror del cine mexicano de los 60 y 70 o al cine asiático que al espanto Norteamericano actual. El fantasma que atormenta a este general, resuena en un lángido llanto mucho antes de aparecer en pantalla, se muestra aterrador pero a la vez seductor, casi como una sirena. No sólo persigue venganza y atosigar a sus víctimas, también busca comprensión y empatía con su causa. Es agradable ver como el realizador da una vuelta de tuerca en esta leyenda popular y la maneja con más respeto de lo que han hecho la mayoría de las versiones del mito anteriores (especial mención al enorme mojón con pelos de la versión del universo Warren de “La llorona”).

Resulta muy impactante la secuencia de la declaración en el juicio, donde Margarita Kenéfic nos hace olvidar que lo que vemos es sólo una película . La forma de abordar por parte del realizador el momento más salvaje de esta trama se agradece que mantenga la crudeza sin entrar en morbosos momentos explícitos. Aún así, si eres sensible, es posible que este momento te golpee con cierta fuerza.

"La llorona" es el claro ejemplo de cómo el fantástico puede ser empleado para animar al público a asomarse a realidades que, sin su envoltura, posiblemente no les resultarian atractivas; ya sólo por ese motivo la cinta es importante. Pero además, Jayro Bustamante es un gran director de actores que demuestra, trabajo a trabajo, un talento como narrador al que conviene no perder de vista.