The vast of the night

La devoción, confesa desde los primeros planos de la película que reseñamos hoy, a la serie The twilight zone flota a lo largo de su metraje. The vast of the night se vale de un minúsculo relato de ovnis ambientado en los años 50 para construir con él un ejercicio de nostalgia visual, por momentos deslumbrante. A aquellos amantes de ese cine donde la narrativa es un personaje más, o incluso es el protagonista, ya les digo que esta es su película. Pero no seré yo el que asegure al que busque una hora y media de cine fantástico convencional que se lo vaya a pasar bien.

Es verano, los grillos cantan en la noche. En un pequeño pueblo, una telefonista y un locutor de radio se entretienen durante sus turnos de trabajo, mientras el resto del pueblo disfruta del primer partido de la temporada. Entre sus superficiales conversaciones, se cuela una misteriosa frecuencia de radio. Cuando pidan a sus pocos oyentes opinión respecto a cuál puede ser la naturaleza de la misma, irán desenterrando la verdad oculta en torno a un gran secreto gubernamental.

Como si de un cuento de Ray Bradbury se tratase, la ciencia ficción de The vast of the night no se basa en secuencias de grandes efectos especiales o teorías sorprendentes explicadas al dedillo. Los larguísimos monólogos de la película nos invitan a construir nuestra propia fantasía, a fabular como cuando leemos un libro o como cuando se nos contaba un cuento. La imagen es, en esos momentos, casi una imposición para no llevar la pantalla a negro. Permanece en plano fijo, como con miedo a despistar al oyente (no digo espectador) del testimonio, protagonista absoluto del instante, que se irá sumando al de otras intervenciones hasta crear una misteriosa atmósfera. La película es como abrir unos segundos un bote de colonia en un día de viento; es un aroma sutil y de poca pregnancia que lo mismo pasa de largo antes de que su perfume te seduzca.

Paralela a su trama fantástica, y con igual importancia, su realizador Andrew Patterson crea una preciosa ilustración de esa Norteamérica rural de los años 50 tipo la polvorienta “La última película” de Peter Bogdanovich. De esos pueblos que eran protagonistas de las películas de ciencia ficción serie B como “Los invasores de Marte” o “The blob”. Es en este fresco donde el director disfruta y alardea de su cámara con planos secuencia, tan asombrosos, como uno en el que recorre todo el pueblo, magníficos travellings, o rodando, con la sensibilidad y ligereza de George Lucas en “American Graffity”, las insustanciales conversaciones de sus personajes. Esta mezcla de contención y alarde visual personalmente me hipnotizó desde sus primeros minutos hasta su conclusión. Además otro maestro asoma en los fotogramas; la cámara, color y su forma de maridar con la banda sonora nos remite al cine de los primeros trabajos de Spielberg.

Patterson se muestra igual de talentoso en la dirección de actores. En una película donde o se habla o se escucha, se precisa unos excelentes intérpretes que doten de interés a ambas acciones. Tanto Sierra McCormick como Jake Horowitz (locutor y telefonista) estan sensacionales en su labor. Sin apenas comodines por parte de la imagen van creando el crescendo de interés en la trama y engrosando la química romántica soterrada que la nostalgia tonal precisaba.

The vast of the night no deja a nadie indiferente. O gusta o se detesta. Es de esas experiencias un tanto gafa pastas y que destilan un talento por parte de su creador que puede que se le haya pasado de frenada. Afortunadamente, con ver unos pocos minutos uno ya sabe si la va a disfrutar o no. Como se encuentra disponible en el catálogo de Amazon Prime, no os será difícil darle su oportunidad si estas líneas os han incitado.