Historia macabra

Amigo personal de Stephen King y compañero de generación, el escritor y poeta Peter Straub es otra de las plumas insignia de la literatura fantástica contemporánea. Norteamericano afincado en Dublín es, como su mencionado colega, generoso en sus descripciones y subtramas, lo que hace de sus libros tomos de grosor considerable. También como King, con el que ha escrito a cuatro manos algunas obras, disfruta ambientando sus historias en pequeñas comunidades norteamericanas donde la oscuridad parece más amenazante. Su novela Ghost story (En España Fantasmas) publicada en 1979, fue todo un éxito internacional que, dos años después, llevó a la gran pantalla el director John Irvin, valiéndose de un reparto singular, que supuso la despedida de uno de los mitos del cine: el gran Fred Astaire.

La Sociedad Gastronómica de Milburn es un grupo de cuatro amigos de Nueva Inglaterra, que se reúnen para contarse relatos de terror al calor de la chimenea. Aunque ninguno de ellos saca el valor de verbalizarlo, todos viven atemorizados por una misteriosa influencia femenina que les asalta en sueños. Tampoco ninguno de ellos quiere hablar de ese hecho del pasado que puede tener relación con este enigma. Tras la muerte en extrañas circunstancias del hijo de uno de estos miembros y la llegada al pueblo de su hermano gemelo, los secretos irán saliendo a la luz.

Al igual que la novela original, “Historia macabra” combina varios relatos de terror de distintas épocas y estilos. Tendremos los cuentos que se narran en esta sociedad, las historias de los gemelos (ambos interpretados por Craig Wasson), otra trama acontecida 50 años antes y un relato de horror moderno (con toques de slasher) que protagonizan una pareja de locos que se alojan en una casa abandonada. Cuanto más se acercan estas tramas al horror gótico mejor parecen funcionar. Desde luego, el recurso tan de King de que el mal se alíe con dos descarriados para ejecutar su plan es el mayor escollo del film, ya que incluso en su momento se antojaba demasiado forzado.

La cinta supone uno de los últimos coletazos de este terror de buen presupuesto, serio en su tono y con grandes actores de renombre de finales de los 70 y comienzos de los 80. Películas como “El resplandor”, “The sentinel”, “La profecía” o, a mediados de los setenta, “Amenaza en la sombra” y “El exorcista”, que animaban a todo actor “serio“ a probar suerte en el terror. Algo parecido a lo que pasó en 1999 tras el éxito de Bruce willis con El sexto sentido, que hizo que los rostros más populares del comienzo del nuevo siglo protagonizaran su propia cinta de género de gran estudio (la mayoría muy flojas, todo sea dicho). En el caso de Historia macabra, la película reunía a cuatro actores clásicos del hollywood de la edad de oro para sus cuatro crepusculares personajes: Melvyn Douglas, Douglas Fairbanks Jr, John Houseman y Fred Astaire (este último cuando no baila deja mucho que desear como intérprete). Aunque el protagonista, sería Craig Wasson, un actor que había destacado en su participación episódica en series populares como Lou Grant, Mash o Las calles de San Francisco y que un par de años después protagonizaría la sensacional “Doble cuerpo” (También destacar, en su paso por el cine fantástico, su participación en la tercera entrega de Elm street). Pero no existiría película sin la actriz Alice Krige, que recién comenzaba su carrera interpretando a la enigmática amante de Wasson. Ese mismo año se haría un rostro popular por su actuación en Carros de fuego. Este papel en Ghost story (título original de la que nos ocupa) supuso para ella el comienzo en un género, el fantástico, donde parece sentirse especialmente cómoda. La actriz crea un personaje ambiguo y sexual a partes iguales, con escenas impensables para el cine comercial de hoy en día: temeroso en que se atisbe incluso un pezón.

Con semejante reparto la cosa no podía salir mal. La mezcla generacional en la manera de interpretar crea una atmósfera muy atractiva. Sus efectos especiales, a día de hoy muy, pero que muy superados, ayudan también a cristalizar esa pátina añeja que potencia el sabor gótico del producto. Desgraciadamente, John Irvin era un director solvente, pero sin demasiada ambición y en varios momentos las escenas parecen propias de un telefilm y no de una película pensada para cine; algo que se nota especialmente cuando la narración se sitúa en los años treinta. El trabajo de cámara de Irvin brilla especialmente por su buena fotografía cargada de tonos fríos cuando se pulsan las notas fantasmagóricas de la trama. También destacar una banda sonora orquestal, terrorífica de la vieja escuela, de esas que ponen la piel de gallina sin necesitar de mucho más.

Puede que a Historia macabra le haya faltado ese poco que separa lo olvidable de lo memorable. No es un título que se pueda medir con cualquiera de los mencionados en esta reseña sin perder en la contienda. Pero sin duda es una película meritoria, reflejo de un cine serio, que creo está regresando, y que, aún ahora contiene momentos escalofriantes (como la escena de su conclusión). Es, además, de las pocas adaptaciones de Straud que han logrado nadar hasta una pantalla de cine. Un canto a las historias de fantasmas de toda la vida, al arte de narrarlas y a esos escalofríos que un buen cuento nos deja en la piel.