Una joven prometedora

Por fin se estrena en los cines españoles una de las sorpresas del pasado año. Un atípico thriller que ha cosechado premios por allá por donde se ha exhibido y que va a lograr algo impensable hace unos meses: Que un rape and revenge (cinta de violaciones con su consecuente venganza) opte a cinco Oscars de Hollywood: mejor película, actriz, director, edición y guion... ahí es nada. Eso sin contar los otros 99 galardones logrados en eventos de tanto prestigio como los Globos de Oro, BAFTA, Film Independent Spirit Awards o los London Critics Film Awards. Es cierto que como Rape and revenge es muy fronterizo y que la persona que se acerque al título esperando otro “La última casa a la izquierda”, “Escupiré sobre tu tumba” o “Revenge” se va a quedar con las ganas... pero si te apetece ver algo fresco, divertido y al mismo tiempo profundamente serio con respecto al tema que trata, no te la debes perder.

Cassandra (Carey Mulligan) dejó sus estudios de medicina para trabajar en un pequeño café de camarera. Dedica todos sus esfuerzos en fingirse borracha en los bares, para dar caza a depredadores sexuales que se aprovechan de las mujeres en situaciones vulnerables. Nadie parece entender las motivaciones que han llevado a una estudiante brillante a dejarlo todo. Su familia le pide que pase página de ese algo que le sucedió a ella y a la que entonces era su mejor amiga en la universidad. Un día entrará en su trabajo Jim ( Bo Burnham ), antiguo compañero de clase que se empeñará en sacarla de su letargo, despertando en ella sentimientos románticos que se había negado desde hacía años y la necesidad de cerrar, de una vez por todas, con ese pasado que la está atormentando.

Resulta curioso que en una violación, de la que no veremos absolutamente nada y que permanece en un elegante fuera de foco, sus efectos demoledores nos lleguen de manera tan efectiva e impactante. Su directora y guionista Emerald Fennell nos plantea un incómodo ejercicio de empatía valiéndose para ello de un constante y elegante uso del humor, muchas veces de una negrura singular, y de un dibujo de los personajes tan efectivo, que logra captar nuestro aprecio o rechazo por ellos desde los primeros segundos. El film retrata no solo a las víctimas y a los verdugos, sino también a una sociedad cobarde y cómplice que, como las gacelas de los documentales, se aparta unos metros del ataque de los leones y sigue pastando ajena a la matanza de uno de los suyos que sucede a pocos metros. Algo incomprensible para la protagonista, que persigue una respuesta tan simple como es la asunción de responsabilidad y las disculpas de todas las partes implicadas en los acontecimientos del pasado.

Acostumbrados a la visceralidad de este género donde la venganza es violenta y descontrolada, nuestra heroína se toma su tiempo y planifica sus acciones con precisión cirujana. Es una pena que dejara la medicina porque sabe perfectamente aplicar el remedio que cada uno de los personajes necesita. Cada vez que entendemos lo que va a pasarle a uno de sus objetivos (porque me niego a llamarlos víctimas), nos recorre como espectadores ese gustito, que se siente en el alma, cuando se rasca el picor de la justicia. El éxito del film es haber sabido cocinar todo para el gusto de una audiencia mayoritaria, mostrar una venganza casi apta para todos los públicos sin paliar ni un ápice el horror que se esconde debajo.

Desgraciadamente la cinta plasma a la perfección la laxitud con la que la justicia y la sociedad trata este tipo de casos. Las manadas, las violaciones en grupo, los abusos sexuales amparados en el consumo excesivo de alcohol (como la silenciada violación de la casa de “Gran hermano”) están a la orden del día. Desgraciadamente y con un mal del que adolece casi todo el género, lo menos real de “una joven prometedora” es su venganza. Ejercicio de justicia poética que no es la tónica de la vida real pero, aun así, el film sabe resolver la papeleta con la suficiente originalidad y riesgo para no resultar un más de lo mismo.

Luminosa en su imagen, fantástica en su banda sonora, que viaja desde Paris Hilton a Britney Spears, con una preciosa historia de romance engarzada en su trama y sazonada de buenos giros, la cinta resulta extrañamente positiva. Por algún motivo me recordó al film de Park Chan-wook “Sympathy for Lady Vengeance”, con él comparte esa estructura capitular, la sensación errática del guion hasta que empieza a conectar segmentos y ese gusto por la sonrisa sobre el dramatismo.

Mención especial tiene la interpretación de la actriz Carey Mulligan. Está, como es habitual en ella, excelente. Seductora en un plano, rotunda y poderosa en otro, rota o frágil en el siguiente... pocas actrices me han resultado tan fascinantes en películas recientes. Tal vez este sea su personaje más complejo desde el de la sexualmente disfuncional muchacha de “Shame”. La acompaña el actor Adam Brody, también genial en su rol de novio perfecto, y una buena colección de secundarios, al borde del cameo, entre los que encontramos a Alfred Molina, Molly Shannon y a Connie Britton. Desde luego el nombre de Cassandra le viene como anillo al dedo para enfatizar su mensaje. Como el personaje mitológico los acontecimientos del pasado la otorgan una visión cristalina de la injusticia que sufren muchas mujeres y también como la Casandra griega sus advertencias no son apreciadas por nadie.

No es terror. Prácticamente carece de violencia en plano, aunque no por ello logra menos tensión. Emerald Fennell, guionista de varios episodios de Killing eye y actriz frecuente las producciones televisivas británicas (Camilla Parker Bowles en The Crown), salta al largo con una pirueta feminista complicada... y clava este salto. Yo, desde luego, apuesto por ella en los Oscars, aunque “Nomadland” no se lo va a poner nada sencillo. Sin duda este título sea de los que no olvidaréis en un tiempo y de los que, tras su visionado, invitará a un debate necesario y sano respecto al tema que trata. Eso sí, también será la diana a la que dispararán todos los troles anti “me too”.