Dos

Dos era una de mis películas más esperadas de la pasada edición del Festival de cine de Málaga. La cinta que firma Mar Targarona partía de una premisa potente cercana al universo Saw y de El ciempiés humano. Algo infrecuente en nuestro cine, que tal vez tiene en películas menores como La jauría de Carlos Martín Ferrera o Zerø de Iñaki Sánchez los aromas más próximos a la que nos ocupa. Targarona ha contado con un presupuesto mucho más generoso que las dos cintas patrias mencionadas y con el sello vintage al que nos acostumbran las producciones de Rodar y Rodar. Aparentemente una mano ganadora…

Un hombre y una mujer despiertan desnudos y cosidos por el costado en una habitación que parece de hotel. Saben quiénes son, pero no recuerdan cómo llegaron hasta allí, ni conocen qué relación existe entre ambos para haber sufrido tal castigo, aunque conforme pasen los minutos asomarán posibles causas. Con dolor e innumerables dificultades han de unir fuerzas y negociar los pasos a seguir para lograr ayuda del exterior.

La pareja de actores protagonista se ha enfrentado a un reto nada sencillo: actuar durante toda la película desnudos y completamente pegados a su compañero. Para añadir más complejidad todavía, las situaciones a las que sus personajes se enfrentan, como orinar, les obligan a un trabajo de gestualidad nada sencillo del que logran salir bien parados. Todo ello en una narración de 70 minutos que transcurre en tiempo real a nuestros ojos, algo que dota al conjunto de un aire teatral del que Targarona pretende huir en todo momento, mediante primerísimos planos y planos detalles con movimientos de cámara elegantes sobre teléfonos, cuadros, o el resto de los objetos que pueblan la habitación.

Como decía al comienzo Rodar y Rodar cuenta en su catálogo con títulos como Los ojos de Julia, El orfanato, El cuerpo o El silencio de la ciudad blanca y tiene en su calidad de imagen una impronta muy característica. En el uso del color y del encuadre los productos de Rodar y Rodar nos suelen remitir a las producciones de género fantástico de los 70 y este caso no es una excepción.  Targarona viñetea los planos con un desgaste oscuro, satura los componentes cálidos de la imagen y abigarra el decorado; el resultado nos remiten al giallo de Lenzi, Argento o Guerrieri en una historia que nos llevará también cerca de  Cronnemberg o del primer De Palma .

Decía el maestro de ajedrez José Raúl Capablanca que, al jugar una partida, analizaba al rival e imaginaba el tipo de final que le sería más favorable (un duelo de peones, o de alfiles, o de caballos) a partir de allí construía la apertura y el resto de la partida para aterrizar en ese terreno. Hay películas, como en este caso, donde una imagen impactante es la clave  sobre la que ha de montar un arco. Desgraciadamente Dos parece edificada únicamente sobre la potente premisa de dos individuos cosidos carne con carne; el resto de las dovelas de esta construcción están colocadas sin demasiada lógica. Obliga al espectador a comulgar con ruedas de molino cuando llega el momento de explicar el cómo y el porqué de este castigo. Conscientes de lo endeble de su coartada, en un determinado momento lo que aparentemente tomaba su tiempo para ser asimilado se precipita. Recortes de periódico, un personaje nada convincente y algún arma, entran en juego a la carrera, para explicar todo y hacer el quite a la conclusión (el salmer por seguir con los términos arquitectónicos), que tampoco es que sea una maravilla. Todo el arco se cae estrepitósamente.

Mar Targarona, cofundadora de la productora, firma en Dos su trabajo más interesante y mejor empaquetado, tras su thriller Secuestro y El fotógrafo de Mauthausen (su primer título Muere, mi vida no lo recuerdo claramente) pero nuevamente parece que ha intentado morder más de lo que pueden sus mandíbulas y no logra llevar a término con solvencia suficiente el film, que además concluye con un plano entre lo pretencioso y lo brillante (aún no se con cuál de los términos quedarme) que resume también este fallido suspense.