Tiempo

Exceptuando Airbender, donde Shyamalan partía de personajes ya creados para construir una historia completamente original, Tiempo es la primera cinta de este guionista y realizador en la que adapta la obra de otro. Concretamente toma de punto de partida el comic Castillo de arena, de Pierre-Oscar Lévy y Frederick Peeters. Pese a infinidad de cambios y a simplificar el número de personajes, e incluso de inventar una segunda trama, que trata de explicar sino el misterio sí el porqué de la situación que presenta, se mantiene el espíritu de la novela gráfica original con bastante fidelidad.

Varias familias de vacaciones acuden a una remota y secreta playa. Una vez allí, descubren que una misteriosa fuerza les retiene en su interior y que sus cuerpos están envejeciendo a una velocidad endiablada. Comienza una carrera a contrarreloj para salir de la zona antes de que la fatiga y la enfermedad terminen por consumir a todos... pues cada hora que pasa equivalen a dos años de vida.

Tanto el comic como la cinta remiten al clásico El ángel exterminador de Buñuel, aunque Night Shyamalan, resta mucha de la crudeza y sexualidad que rezuma la versión en tinta en favor de una narración más comercial. No es de extrañar sabiendo que gran parte de la financiación de este proyecto viene de su propio bolsillo y que su estilo de rodar, aquí sumamente depurado, huye siempre de lo explícito y de lo violento, e invita al espectador a construir en su cabeza todo aquello que no ve. También gracias a esta envoltura comercial, sentiremos el aroma de cintas como La niebla de Darabont o de las películas de desconocidos obligados a arrimar el hombro para salvar el pellejo de Carpenter (La cosa o el príncipe de las tinieblas, por mencionar dos de ellas).

¿Cómo llegó el director a adaptar la novela gráfica? El propio M. Night Shyamalan me comentó en entrevista que la historia llegó a sus manos gracias a un regalo de su hija por el día del padre. Hubo un flechazo inmediato con la historia, a la que rápidamente encontró los flecos para coserle una subtrama y todo ese mundo de relaciones entre personajes que tanto le interesa. Durante meses estuvo rondándole la cabeza la adaptación, hasta que, finalmente, se hizo con los derechos del comic. Como los restauradores de  cuadros, que dejan las pistas suficientes a quien preste atención de qué parte es pintura original y qué otra ha sido manipulada, en Tiempo se marca con claridad la parte original de la historia y los añadidos. Incluso si no has leido la edición en papel, a poco que prestes atención a la narrativa del film, encontrarás esas fronteras.

Desgraciadamente una premisa tan desmadrada resulta indomable y el espectador ha de remar en favor del producto para no cuestionar lo ridículo de muchas situaciones. Tal vez, como hacía Buñuel, decantarse por algo menos realista hubiera ayudado al resultado. Pues la segunda trama postiza, que pasa del horror existencial al thriller de ciencia ficción, crea un contraste demasiado fuerte que craquela el discurso y lo acerca, peligrosamente, al bochorno en varios momentos. Trama que además abusa del subrayado excesivo, como si con eso se ganara algo de verosimilitud cuando los personajes pasan de la infancia a la pubertad en minutos. Pero claro, cuando te gastas una fortuna y quieres recuperarla, es sencillo sucumbir a las exigencias del cine comercial y tratar de asegurar el tiro.

Como indicaba antes, el estilo Shyamalan huye casi en todo momento de la violencia en plano, también del abuso de los efectos especiales o de maquillaje para mostrar el envejecimiento de sus personajes. Aquí el fuera de campo, el travelling que se aparta de la acción o el movimiento de cámara, que pasa de general a algo cercano a una vista subjetiva, son frecuentes. Todo lo percibimos a través de la gestualidad de sus personajes; de primerísimos planos donde el horror, la sorpresa o la tristeza invaden el rostro. Era necesario entonces contar con grandes actores y lo cierto es que el trabajo de Gael García Bernal y Vicky Krieps, matrimonio protagonista, es genial. También el de Rufus Sewell, lo más parecido al elemento discordante en esta micro sociedad playera. Ninguno lo tenía fácil pues varias situaciones rozan el humor involuntario a poco que uno se lo proponga.

El sonido cuando no vemos la acción es fundamental. Aqui el trabajo de mezcla de voces, el mar y la música es realmente potende; de lo mejor de la factura de la cinta. Tal vez, esta no visión de la acción también tenga que ver con las dificultades del rodaje: en agosto del pasado año, que entre pandemias y tifones, estuvo a punto de irse a pique.

Posiblemente este sea el film, junto a El incidente, más irregular del director. Contiene momentos geniales, pero otros mucho más cuestionables. Su premisa carga el suficiente morbo para mantenerte enganchado y el peculiar abordaje de este director del misterio, junto al reparto y la puesta en escena, terminan de conformar una experiencia notable. Tal vez el principal problema venga en su falta de definición de género; pues no termina de ser ni terror, ni fantasía, y como ciencia ficción, que es como la vende la trama secundaria, se antoja demasiado pueril. Si somos indulgentes con sus defectos sin duda pasaremos dos horas entretenidas y sabremos disfrutar el incuestionable talento de este realizador.