Espíritu sagrado

Chema García Ibarra lleva más de diez años creando un universo fílmico muy particular en el que mezcla humor, magia y costumbrismo, en historias desafiantes. La cinta que nos ocupa supone el salto al largometraje, tras una estela de cortos premiados y seleccionados tanto dentro como fuera de la península. ¡Y menudo debut!; podemos decir que enfoca con maestría ese mundo narrativo, para ir creando un conjunto de hilos que terminan conformando un interesante tapiz, cuyo dibujo sólo contemplaremos con claridad en sus minutos finales.

La historia se sitúa en Elche, donde se busca a una niña desaparecida desde hace días. Su madre y su hermana gemela, tratan de que los medios de comunicación no olviden la noticia. Al mismo tiempo, "OVNI Levante", una asociación que se reúne en una inmobiliaria de dudoso prestigio, se prepara para un cambio en el destino de la humanidad, y José Manuel cuida de su madre vidente con alzhéimer, a la vez que se encarga de su cafetería, que es el punto de encuentro de varias vecinas.

Ibarra filma desde su primer trabajo, El ataque de los robots de Nebulosa-5, con actores amateurs, que en muchas ocasiones demuestran una brillante falta de naturalidad interpretativa, que no de talento; pues suplen su carencia con autenticidad feliniana.  El realizador crea, con estos principiantes, una atmósfera de comicidad involuntaria, plagada de situaciones tan extravagantes como la vida misma; como la periodista de los primeros compases de esta cinta, que constantemente se equivoca en los términos que emplea al hablar a cámara en un intento de aparentar un léxico sofisticado, o la niña (hermana de Vane, la cría desaparecida) que lee su redacción en clase y dice: "lo bueno de nacer subnormal es que nadie quiere secuestrarte y lo bueno de ser bautizada es que los satanistas no pueden usar tus órganos para ceremonias..." Suma a esa comicidad toda una serie de comentarios esotéricos, tanto de sus personajes como de voces en off que suenan en la tele o en la radio, que convierten ese barrio de clase trabajadora de la vega baja alicantina en un hervidero de teorías, sectas y misterios que sacian el hastío proletario de una vida, en apariencia, monótona y árida.

El ataque de los robots de Nebulosa-5

El guion nos presenta toda una galería de personajes estrafalarios: una chica hiper maquillada que se pasa los días apuntada a grupos de aficionados a actividades a cuál más estrambótica, una ama de casa acosada por el espíritu de su marido maltratador, una vecina con bata y gafas de sol que alerta de posibles organizaciones criminales en busca de ancianos incautos, o un hombre operado de cáncer de garganta, con un espíritu que habla a través del sintetizador de su laringe artificial. Todo conforma una suerte de neorrealismo mágico, en el que sus tramas parecen navegar de forma errática hasta que, de pronto, un giro dota de un significado un tanto espeluznante al conjunto. 

Como pasa con el cine de Almodóvar, sobre todo en su primera etapa, dos estilos narrativos se funden en uno: el que más tiñe es divertido, astracanado, casi superficial (aunque Ibarra tiene una cuidada construcción de encuadres); por debajo en, muchos casos imperceptible, hay algo más tenebroso y oscuro. Si buscas una experiencia entre lo bizarro y lo costumbrista, entre Faemino y Cansado y Quentin Dupieux... o simplemente quieres escuchar la versión más sonrojante de tema Zombie de los Cranberries en electro-rumba... No puedes perderte esto.