X

Tenía que venir A24, la productora responsable en gran medida del cine de terror intelectual: el denominado Elevated horror (simplista etiqueta de cinéfilo gafapasta que da más miedo que las propias películas), a recordar a los directores cómo tiene que rodarse un slasher. Pese a las pegas que podamos poner a la propuesta de Ti West, el director construye una cinta, cortada con cuchillo de carnicero, a la medida de cualquier amante del género y con el suficiente estilo y caldo de fondo para contentar a espectadores menos superficiales. Por el camino escribe una carta de amor a Tobe Hooper, y no sólo por La matanza de Texas, y a una película reciente y no demasiado conocida que se empieza a perfilar como un título referente (no por ello sobresaliente) del horror de la pasada década: The taking of Deborah Logan.

Narrada mediante un flashback, el guion de X no trata de inventar la rueda: En 1979 tres parejas (chico-chica) alquilan una cabaña a unos granjeros octogenarios para rodar una película porno. Entre escena y escena van despertando la curiosidad de los ancianos con funestas consecuencias.

Si en La abuela para Paco Plaza la vejez se convierte en una amenaza para la juventud, en Relic la casa encantada era una metáfora de la demencia senil y en The taking of Deborah Logan el Alzehimer se disfrazaba de demonio ancestral, en X el deseo de volver a tener la carne prieta y gozar del sexo como un bonobo, construye uno de los sicópatas más magnéticos del cine reciente. Como venimos diciendo, el terror geriátrico está de moda y los viejos, en una sociedad sometida a la dictadura del Instagram, nos dan cada vez más repeluco. En un género plagado de asesinos con máscaras, la película de West convierte las arrugas en el disfraz perfecto para esconder a su sicópata. Como en los clásicos Viernes 13 o La noche de Halloween, el asesino no corre que se las pela (por la sencilla razón de que sus huesos no pueden más) aunque no por ello deja de ser letal. La mencionada The taking of Deborah Logan, sin duda contiene las bases que hacen que la anciana protagonista (personaje que ya ha anunciado una precuela llamada como ella: Pearl) sea tan efectiva. El aspecto de la viejecita (que por cierto interpreta Mia Goth al tiempo que hace de una aspirante a estrella del porno), sus movimientos y su aparición en varios momentos del film están claramente inspirados en la película de Adam Robitel.

West no solo hace una montaña rusa de la muerte de varios jóvenes; en su ambientación en el ocaso de la década de los setenta, nos expone también los últimos estertores del porno underground y del cine independiente que, sin apenas medios lograba cierta transcendencia en las carteleras o incluso milagrosamente destronaba de la taquilla producciones de grandes estudios. su plano de inicio, la cámara mira una pradera desde el interior de un granero convirtiendo la imagen, con el marco de la puerta, en un 4/3 que mediante el travelling se transforma en un16/9 panorámico, es un sutil aperitivo para un sentido y minucioso homenaje a películas como Garganta profunda o Debbie does hollywood (a la que incluso menciona) o propuestas de horror, hermanadas en sus limitadas calidades fílmicas, como La matanza de Texas, La violencia del sexo u La última casa a la izquierda. Aunque la referencia más evidente del terror de los 70 es otro film de Hooper mucho menos aplaudido: Trampa mortal (Eaten alive); os recomendamos que para disfrutar X a la perfección la reviséis después y no antes de la que nos ocupa. Apoyando este homenaje vemos un elegante uso del zoom en un par de planos, cortinillas horizontales y una potente banda sonora que incluye temas de Blue Öyster Cult y Fleetwood Mac (Landslide, que seguro más de uno va a pensar en buscarla nada más salir del cine). Además hay otro interesante recurso formal que me deja con las ganas de enterder su significado que es insertar, en varios momentos, tres planos breves de la siguiente secuencia antes de pasar a ella por corte.

Es digno de aplauso que el director no se achante con el puritanismo imperante en la industria actual y, pese a no ser explicitó, pueble X de generosos pezones, orgasmos y algún glande en contraluz, con casi el mismo desparpajo que en los setenta, pero salpimentándolo con un arriesgado, inteligente y divertido aroma feminista. Como en Boogie Nights se evita al máximo el contenido explícito, pero rompe algunos huevos para hacer la tortilla.

Siguiendo la senda del slasher canónico los personajes son presentados con generosa duración antes de pasarlos a cuchillo. Al contrario que en la mayoría de los productos de similar pelaje, el guion se muestra juguetón y menos acartonado, lo que da el soporte suficiente a su excelente reparto para pasárselo realmente bien y que el espectador siga con interés a estos chavales, logrando que dé cierta pena cuando todo se llene de sangre y gritos, y creando la incertidumbre de cuál de ellos quedará en pie para el consabido enfrentamiento final.

Desgraciadamente, X también adolece de momentos en caída libre del interés; será cuando alcanza el limbo en el que sus reflexiones sobre el cine de los 70 y el dibujo de los personajes se ha terminado de trazar y sólo queda bajar la acelerada rampa de la violencia desatada, aunque inteligentemente, llegados a ese punto, nos guarden algún giro.

X era un punto de interés este año en el panorama fantástico y es un placer decir que no decepciona y entrega generosamente lo que anunciaba su premisa. Su comicidad interna (que es mucha) no impide que el producto se tome en serio, arriesgue y con ello gane el aprecio de muchos aficionados, entre ellos el de este que firma.