Barbacoa

Sin apenas ruido en su llegada, Barbaque (Some like it rare en su título internacional) se llevó una de las ovaciones más sonadas de la pasada edición del Festival de Sitges. Su comedia negra literalmente no deja títere con cabeza y sus diálogos compiten, sin achantarse en lo afilado, con los cuchillos de esta particular pareja de carniceros. Dinamitar las fronteras de lo políticamente correcto (desnudez, racismo, violencia) es algo que solemos hacer en petit comité para soltar unas buenas carcajadas, pero la corriente conservadurista y normativa del cine actual está coartando la libertad de muchos realizadores de transgredir, con sus imágenes, en aras de pasar un buen rato y por el camino confrontar, en el espejo que es el cine, nuestros prejuicios con las secuencias mostradas. No es de extrañar, pues, el aplauso al encontrar en Barbaque un salvaje ramillete gags cargados de no poca inquina contra nuestra sociedad.

Los protagonistas son un matrimonio de carniceros cuyo negocio está al borde de la quiebra. Su buen producto no puede competir en precio con la carne de macrogranja que despachan sus acomodados amigos; para colmo se han convertido en el objetivo de una banda de veganos animalistas empeñados en que la pareja eche el cierre definitivo. Un día “accidentalmente” atropellarán a uno de estos militantes, cuya carne, también accidentalmente, terminará en el expositor de su tienda camuflada como “Carne de cerdo iraní” abriendo con ello una nueva y fructífera línea de negocio.

Director, guionista y actor (se reserva para la ocasión el papel principal), a Fabrice Eboué le gusta meterse en jardines y saltarse la corrección. En su anterior cinta, Coexister, colocaba en su diana a las religiones en una astracanada trama de un grupo de rock conformado por un sacerdote, un rabino y un falso imam. Y en Case départ llamaba la atención de los franceses de descendencia africana, devolviendo a un par de ellos a la esclavitud mediante una maldición. Eboué se muestra más afinado en temas de ritmo en esta ocasión; crea una trama que no pierde fuelle en ningún momento y que dosifica sus giros cada vez que la fórmula amenaza con agotarse, pero colocando inteligentemente un buen chiste en esos puntos de pivote. Lo poco original de la venta de carne humana, que hemos visto en cintas como K-shop, Sweeney Todd o el de las versiones de Blood feast, se carga de una acertada crítica social que parece cebarse en el veganismo pero que, observado con atención, critica la superficialidad imperante en todos los aspectos del capitalismo.

Acompaña a Eboué la actriz Marina Foïs; sin duda es la que mejor aprovecha este festín y eclipsa al resto del reparto encarnando a una particular Lady Macbeth. que maneja a su marido a capricho y nubla su sentido arrastrándole a una espiral criminal implacable. Junto a ellos, toda una galería de secundarios entre los que destacamos al matrimonio de amigos que forman los actores Virginie Hocq y Jean-François Cayrey, tan mezquinos que parecen reales.

Fabrice Eboué no se achanta y llena el plano de miembros amputados, carne picada y algún que otro cuerpo desnudo, siempre presentados con la suficiente asepsia como para no excederse en su contenido gore, pero cargado de un atrevimiento a todas luces más allá de los límites de la etiqueta del cine comercial. Nada más que decir salvo que si disfrutas del humor grueso, cruel y políticamente incorrecto estas tardando en conocer esta comedia negra.