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La paradoja de Antares

El cosmos en un cuarto

La paradoja de Antares

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 3.5/5

Sin distribución por el momento, el festival de Sitges fue una buena oportunidad para que La paradoja de Antares y otras muchas películas pequeñas no duerman el sueño de los justos y se nos pongan a tiro en algún momento... y si es en un cine mejor que mejor. Se trata de una de esas películas que se ve con las expectativas muy bajas convencido de que te van a interesar más bien poco o nada, pero que, con el paso de los minutos, te atrapan; primero de todo por la valentía que ha depositado el director en un proyecto con muchas papeletas de salir mal. Y en segundo lugar, por un muy cuidado trabajo en la puesta en escena y en la construcción del personaje de la absoluta protagonista del film que interpreta, con mucha solvencia, Andrea Trepat.

Trepat encarna a una científica del programa SETI (los que buscan señales de vida inteligente en el inabarcable universo). Una noche de tormenta, sola en un pequeño observatorio, capta lo que parece ser un mensaje de procedencia extraterrestre; como podéis imaginar todo indica que viene de Antares, pero hay que verificar la señal antes de que esta desaparezca y no es tarea fácil... En otro momento podría solicitar ayuda, pero la tormenta es de esas casi bíblicas y nadie llegará a tiempo... para colmo de males recibe una llamada de su hermana que le insta a dejar todo y correr al hospital para sujetar la mano de su padre en su último aliento.

Como Buried, The guilty o Phone booth, La paradoja de Antares transcurre casi en tiempo real en una única localización y con un único actor físico en el set de rodaje. Los demás se muestran mediante llamadas o en pantallas de ordenador. Así, Andrea Trepat permanece omnipresente en plano y tiene el reto de hacerse con el espectador interpretando a una científica fría y metódica que, secuencia a secuencia, va desmoronándose. La cinta, para acercar a ese personaje tan frio, comienza en los instantes previos al último acto de la historia, donde la vemos descompuesta, con sangre en la cara y gritando de impotencia para, desde allí, retroceder noventa minutos y empezar la experiencia.

Para subir enteros la tensión, tendremos una instalación eléctrica que amenaza con borrar todos los registros acumulados si la protagonista no está pendiente de que el sistema se reestablezca en un determinado tiempo si éste cae, una antena que en cualquier momento amenaza con salir volando por causa del viento, la falta de confianza del resto de sus colegas y el dilema que sufre al saber que apostar esa noche por la ciencia significa perder el afecto de su familia.

El director Luis Tinoco se preocupa en plantear el espacio escénico de forma eficaz en su primera parte y presenta toda una serie de datos científicos, consciente de que el espectador va a entender de estos poco o nada... realmente no importa demasiado, porque lo que sí que nos quedará claro es que esa señal precisa de cuatro pasos de verificación y con eso comprendemos toda la mecánica de la trama. La sobriedad de la localización se ve contrarrestada por un trabajo de color notable y un uso de las luces de las pantallas de ordenador y de los mil pilotitos de la instalación, que dan un aspecto sofisticado y una riqueza a los fondos elegante. Otro de los grandes aciertos de Tinoco será el cincelado de la protagonista a la que conoceremos en una escena inicial en la que conversa con un bloguero y deja claras sus prioridades como científica; y en otra secuencia, magnífica, en la que toma un café y, en el remolino de espuma de su superficie, entendemos que ella está imaginando una galaxia.

El film cae también en los mismos trucos dramáticos de todas estas cintas de un especio único, donde el protagonista además de enfrentarse a un reto vital aprovecha para, en tiempo real o casi, desbloquear un conflicto interno, en este caso familiar; pero hasta eso parece funcionar bien y ayudar a la trama a llegar a una conclusión rotunda que aúne lo científico y lo emocional. Así que como dije al comienzo: La paradoja de Antares es una cinta perfecta para perderse en ella pese a carecer del terror y el gore que muchos buscamos en los títulos que pueblan esta web.

Lo mejor: Va de menos a más y es sumamente elegante en su sencillez.

Lo peor: Cae en algunos de los tópicos de su formato y te deja con ganas de ver algo más de su historia.


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