¡Nop!

Con el tiempo, Jordan Peele se ha confirmado como el Shyamalan negro. Y no, no es racista añadir la raza, el color de piel, porque en este caso tiene mucho qué ver con lo que propone. No solo porque en sus repartos haya muchos actores negros, que también hay blancos, rojos o amarillos. La cuestión es que la inclusión de éstos personajes se debe a que los guiones, también de Peele, abordan críticas sociales/raciales. La insistencia en forzar una y otra vez, en sus películas como director, guionista, productor o simplemente presentador, el tema radial, termina resultando cansino y quita atención a lo que realmente hace muy bien: dirigir. Y es que, Déjame entrar, Nosotros y Nop pueden gustar más o menos por lo que cuentan, pero cómo lo cuentan es una delicia. Y ahí empiezan los muchos parecidos con el citado cineasta hindú.

Aunque haya que salvar las distancias entre las películas de Peele y aquellos rutilantes comienzos de Shyamalan con El sexto sentido (1999), El protegido (2000), Señales (2002) y El bosque (2004), sí que hay unos cuántos elementos en común. La calidad de la puesta en escena, el delicioso uso de encuadres, de meter la cámara en el lugar más adecuado. Hay planos de los que se quedan grabados en la retina. Luego, el evidente tono, entre el terror, la ciencia ficción, el mensaje (que Nop también lo tiene, aunque a priori, más suave que en sus anteriores trabajos) y ese humor que no encaja con todos los espectadores. Puede sacarte en ciertas ocasiones. Con Shyamalan pasa exactamente igual. Giros de guion incluidos. Y aquí, lo más parecido que encontramos en la filmografía del hindú, es precisamente la citada Señales.

Ahora bien, Peele se encuentra aquí con la evolución de un problema que viene arrastrando en todas sus películas: en el último tercio se lía y la lía. Así, de noventa minutos tremendamente buenos, pasamos a los treinta finales a modo se clímax-parche en el que se pierde el suspense, el terror, la fascinación por lo extraño, en favor de un espectáculo muy bien realizado (pedazo CGI diurno) pero sin alma.

No voy a destripar nada, por lo que tampoco me extenderé mucho más. Por eso mismo, si estáis a tiempo, que a estas alturas lo dudo, huid del trailer. De verdad, no sé que carajo tienen en mente los que editan y aprueban esto. Es capaz de estropear algunas de las mejores sorpresas. Dos en concreto, sean más o menos previsibles, cuando se destapan lo hacen en forma de lo mejor de la película. Terroríficas ambas.

Aparte de la dirección, la puesta en escena, lo que tampoco suele fallar en el cine de Peele son las interpretaciones principales. Repite con Daniel Kaluuya después de Déjame salir, la que acompañan Keke Palmer, Steven Yeun y uno de esos secundarios que me encantaban allá por los 90s: Michael Wincott. Todos bastante bien. Eso sí, el personaje de Wincott apunta más alto de lo que deciden hacer con él.

En definitiva: Un SIP rotundo en sus primeros 90 minutos, con los que da la sensación de estar ante una de las mejores películas del año. Sin embargo, un NOP, menos rotundo pero NOP al fin y al cabo, para los 30 minutos restantes con ese largo clímax que parece un parche forzado. En ese sentido me recuerdas a otra reciente película con amenaza alienígena, La guerra del mañana (2021), que pasaba de ser un brillante blockbuster de hora y media a una película correcta por culpa de su innecesaria y demasiado larga parte final. La duración... ¿Por qué siguen empeñados, y cada vez más, en alargar los montajes por encima de las dos horas para películas que, décadas atrás, con 45 minutos menos funcionaban perfectamente?