Hasta los huesos

El director italiano Luca Guadagnino fue el encargado de cerrar la pasada edición del Festival de cine de Sitges con Hasta los huesos. La cinta llegaba con la expectación que había generado su premio al mejor director y a la mejor actriz para Taylor Russell en el Festival de Venecia. No era la primera vez que Guadagnino presentaba título en la ciudad catalana: en 2018 su remake de Suspiria fue el encargado de dar el pistoletazo de salida. 

La película es la adaptación a la gran pantalla de la novela homónima de Camille DeAngelis, un libro de los denominados Young Adult (literatura juvenil) de tono romántico con ingredientes fantásticos; es decir: una novela con pelaje similar a Crepúsculo, con mucho amor y en el caso de la que nos ocupa, con un regusto a terror mucho más reflexivo que los vampiritos brillantes y neocatólicos de Stephenie Meyer.

Hasta los huesos cuenta el viaje en busca de respuestas de Maren (Taylor Russell), una adolescente que, de cuando en cuando, siente la irrefrenable pulsión de comer carne humana. Su último bocado ha dejado sin dedo a la que apuntaba iba a ser su novia, y ha sido la gota que ha terminado de colmar el vaso de la paciencia de su padre que, incapaz de seguir huyendo del sangriento rastro que deja su hija en los diferentes estados, ha decidido abandonarla a su suerte, dejándole grabado en cassette (son los años 80) varias reflexiones que la ayudarán a entender mejor quién es, y de quién ha heredado este apetito. 

En su camino a Minnesota, donde vive su madre, se cruzará con otros devoradores como ella. La mayoría son temibles, aunque otro caníbal cercano a su edad (Timothée Chalamet) le fascinará de tal forma que terminarán enamorados, como se dice vulgarmente, hasta las trancas (o hasta los huesos). 

Que Guadagnino es un romántico no nos cabe duda. El deseo, el placer que da tener el corazón pleno de cariño y también el dolor de la separación, se ven en cintas como Melissa P, Yo soy el amor, en su serie We are what we are, o en la cursi y aclamada Call me by your name. Hasta en Suspiria, el italiano se las apañaba para sacar un caderazo a la trama de brujas asesinas de Argento y colar por delante una historia de amor crepuscular, que terminaba por hacerse con casi toda la atención. En hasta los huesos creo que podemos afirmar que construye su trama más romántica hasta el momento… avisados quedáis, porque las frases cursis del amor adolescente campan a sus anchas aquí y allá.

El canibalismo será intenso, hay sangre en dosis generosas y la producción no escatima en momentos perturbadores, como el que da comienzo al film o algunas muertes especialmente dolorosas, pero la verdad es que su trama de terror no termina de casar con el viaje que propone la cinta, es como si a la historia le diera apuro entrar en la espeluznante adicción de los personajes. Sí que entran en ella el resto de los devoradores con los que se cruzan. Estos secundarios, de los que hablaremos con más detalle en breve, son tan magnéticos y oscuros que desearíais que el director los siguiera a ellos y no a estos dos tortolitos.

El film es una road movie por carreteras secundarias de Estados Unidos. La mayor parte de la acción transcurre en pueblos deprimidos o zonas comerciales en medio de la nada. En ese aspecto Hasta los huesos es una correcta sucesora de otros viajes de marginales por la Norteamérica más olvidada. Por aquí se ha paseado Mi Idaho privado, The Sugarland Express de Steven Spielberg, Bonnie y Clyde de Penn, Queen & Slim y Badlands de Malick (con esta última es con la que posiblemente más tenga en común) aunque para mi gusto, incluso siendo alguna de ellas peor en resultado, todas parecían tener más claro lo que trataban de contar; Luca Guadagnino abarca demasiados temas e ideas y demasiados enfrentados; en lugar de sumar fuerzas, la cinta se queda en un viaje tan errático como el de sus personajes.

La actuación de Taylor Russell es portentosa, La actriz, que os puede sonar de la serie Perdidos en el espacio, borda a esta jovencita descolocada y aterrada por las acciones que ella misma toma. También es solvente Timothée Chalamet, aunque la verdad es que al no ver belleza alguna en su apariencia y ser siempre buen actor pero no brillante, no termino de entender el atractivo tan enloquecedor que sienten las nuevas generaciones por este chaval. Sin duda alguna este duo queda eclipsado, nunca mejor dicho, cuando hace aparición Mark Rylance que, también utilizando una metáfora que viene al pelo (y esta otra expresión también), se los come con patatas.  Rylance interpreta a otro de los caníbales, de apariencia tácita y acciones letales, que merece un film aparte. Su interpretación es magnífica; su personaje, que guarda el pelo de sus víctimas en una repugnante e interminable trenza, nos deja ver a ratos la sensacional y oscura película que podría haber sido Hasta los huesos. Algo parecido pasa con otros secundarios, más fugaces en la historia, como los que interpretan Michael Stuhlbarg o Jessica Harper, la pesadilla que entrevemos que les ha llevado a ser como son le saca mucha distancia en interés al romance fatalista de estos jovenzuelos.

Sin duda alguna Hasta los huesos entra por los ojos. El talento del realizador italiano es innegable, también su gusto el encuadre y por la moda (nadie viste mal en el cine de Guadagnino y hasta los vagabundos van bien combinados). Su película funciona bien y no puedo por menos que decir que no me aburrí. Pero me esperaba más de este viaje que, salvo por el elemento cárnico, ya he visto otras veces y más entretenido. Me divierte su truculencia, pero a la vez me fastidia que no la lleve más lejos, algo que también sucede con la ambigüedad sexual en estos muchachos, que es un resplandor que no termina de tener demasiado sentido. La mezcla, sin duda, reunirá en una misma sala de cine a adolescentes con las carpetas forradas de fotos de Chalamet, también a cinéfilos de los que aún leen en papel, a fanáticos del cine de terror y a espectadores casuales, pero no me termina de quedar claro cuál de estos grupos disfrutará más.