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Y por que no?

Jorge fue conducido a un sitio cerrado, parecía hueco, debía estar oscuro y sucio, pero eso era lo que imaginaba, no lo sabía con certeza porque desde que le atacaron por la espalda había perdido la noción del tiempo y del espacio.

Le habían vendado los ojos, había sido amordazado y tuvo un subidón de adrenalina tan grande de puro miedo, que se había desmayado en pleno traslado en coche.

Ahora estaba sentado, con los pies y las manos atados a la silla y los ojos vendados, pero sin mordaza porque claramente le querían oír gritar, llorar, suplicar y rendirse.

Debía de llevar allí sentado cerca de dos horas, pero el tiempo se le había pasado tan lento que creía que llevaba allí, al menos, medio día, pero claro, no podía ser…no tenía apenas hambre y no había sentido ganas de mear o, lo que es peor, cagar (sería terrible no poder aguantarse en aquella silla); tenía los esfínteres tan bloqueados como su cabeza.

En el tiempo que había pasado allí no había oído absolutamente nada, sólo sentía escalofríos y no porque hiciera mucho frío, los sentía porque sabía que le esperaba algo terrible. El corazón se le aceleraba y entonces gritaba, pedía auxilio, pero nada… Lloraba y pensaba en qué es lo que había hecho mal para acabar allí.

Enumeraba mentalmente a cada uno de sus enemigos, o gente menos querida, intentando pensar cuál de ellos sería capaz de hacer algo así y, definitivamente, no tenía ninguna idea, no había sido tan malo en su vida para merecer eso…

Jorge era una persona solitaria aunque siempre rodeado de gente, la clase de persona que está contigo y al mismo tiempo ha desconectado en cuento te ha visto. No solía ser muy hablador, su ironía no le hacía demasiado popular, veía el mundo desde un prisma único, personal, cómico y un tanto gris. Quizá ese punto cómico era lo que le había llevado allí…quién sabe.

Jorge escuchó un ruido, como de una puerta al abrirse… el corazón ya no le daba más de sí, ya había llegado el momento…

No sintió a nadie acercarse, sólo una corriente de aire. Oyó otra puerta y al rato ruidos dentro de su habitación, celda o lo que aquello fuera, oyó pasos y a alguien gritar, gritaba como un cerdo, estaba absolutamente aterrorizado, los gritos se acercaban más y más hasta que los tuvo al lado. Jorge también gritaba y el otro hombre más (esos gritos tenían que ser de hombre), Jorge no veía nada, pero el terror estaba con ellos.

Comenzó a oler a carne quemada, era un olor fácilmente reconocible, era un olor familiar, él había ayudado a sus abuelos en la matanza del cerdo cuando era pequeño y el olor de la carne chamuscada se le había quedado impregnado en la nariz para siempre.

Olor de carne quemada, chillido, olor de carne quemada, bramido, olor de carne quemada, llanto, olor de carne quemada, sollozo, olor de carne quemada, silencio, olor de carne quemada, desesperación, olor de carne quemada, rendición.
Jorge no podía ver, pero había contado cómo le habían apagado cigarrillos en la carne a su compañero de sufrimiento al menos en seis ocasiones.
Jorge no paraba de gritar, de moverse, de intentar desatarse.

Cuando le quitaron la venda de los ojos, al principio estaba todo confuso, luego vió con claridad la pesadilla que estaba viviendo.
Su compañero estaba literalmente destrozado, tenía la cara totalmente ensangrentada debido a los golpes, los ojos los tenía tan hinchados que era imposible que pudiera ver algo, tenía la barriga llena de quemaduras de cigarros y le faltaba un dedo de cada pie, estaba atado a la silla con alambre fino, lo que le laceraba las muñecas y los tobillos a cada movimiento. El otro hombre tenía que saber que había alguien más allí con él, pero no pedía auxilio, sólo gritaba y lloraba hasta que dejaba de hacerlo, asumiendo que las cosas eran como eran y que ese era su destino.

El demonio en persona era un hombre grande con una jersey de lana y manos grandes, tenía una calva que apenas hacía perceptible el poco pelo que adornaba su cráneo y algo de barba. Aparentemente era un hombre normal, incluso tenía cara de buena persona. Podría haber sido el panadero, el electricista o el taxista, podría haber sido un compañero de trabajo, Jorge no lo reconocía.

- ¿Por qué haces esto? – le gritó Jorge asustado. – ¿y por qué no? – respondió el torturador. – ¿De qué nos conoces?¿Te hemos hecho algo? Yo no he visto a este hombre en mi vida – dijo Jorge. – Ni yo, ni a ti ni a él. – Entonces ¿Por qué? – ¿Y por qué no?

Jorge comprendió que nada tenía sentido, que las cosas eran como eran y miró a su compañero y le entendió.
El hombre calvo sacó un pelador de patatas y comenzó a pasárselo por los muslos al compañero de Jorge. Al principio sacaba tiras de piel, luego finas tiras de carne, le estaba despellejando, la sangre hacía invisibles las finas lonchas de carne, el compañero de Jorge ya no gritaba. Había ladeado la cabeza y sólo respiraba profundo.
Jorge no pudo entender por qué no luchaba, cuando le pasara a él, iba a luchar hasta el final, al menos eso creía, no podía asumir que el dolor fuera lo último que sintiera en la vida.

- ¡Para ya! -le gritaba Jorge al hombre calvo. – ¿Por qué? – Porque le vas a matar. – ¿Y qué?
Era imposible… Jorge sabía que moriría allí, sin explicación, sin motivo.

Cuando terminó con el pelador, el hombre calvo le dijo a Jorge: – Tienes 2 opciones: una, te desato y te puedes ir y mato a éste y dos, te quedas, jugamos un rato y os dejo libres para ver si llegáis a algún hospital.

No había motivación en sus palabras, no había rastro de emoción, era apático, era un ser humano vacío.
Jorge le pidió que le soltara, él sólo le miró y lo hizo.
Comenzó a andar hacia la puerta, estaba en unos locales de ensayo (por ese motivo no había oído nada de lo que allí había pasado hasta que se abrió la puerta), no quiso mirar a su compañero, sabía que iba a morir por su culpa, pero ¿y qué? Jorge no le conocía…
Salió a la calle, corrió con todas sus fuerzas, sabía que cuando avisara a la policía aquel malogrado hombre ya estaría muerto, así que necesitaba tiempo para pensar, no sabía si podría vivir con eso, solo se preguntaba ¿Y por qué no?

ALICIA DOMÍNGUEZ /MISSTERROR


Vuestros comentarios

1. 14 mar 2010, 20:53 | Bob Rock

Missterror.- Pura tortura. Pura tristeza. Pura angustia. Pura Missterror.

Me ha dejado mal cuerpo…supongo que es la intencionalidad…lo inquietante de verdad es que el psicópata me suena de algo…

Un abrazote y sigue escribiendo más YA!!

2. 15 mar 2010, 02:50 | Elizabeth

Que interesante leer este relato cuando justamente hoy en el almuerzo familiar se produjo un debate sobre el por què? de ciertas acciones de las personas; tal vez, y por que no? sea la respuesta.
Muy bueno Miss!

3. 15 mar 2010, 18:58 | Missterror

Bob Rock-¿en serio que fue el psicópata quien te sonó de algo?

Elizabeth-Pues si que es curioso…Creo que desaforunadamente,la respuesta !Y por qué no?” es más habitual de lo que creemos,muchas veces refleja la desumanización a la que a velocidad de vértigo asistimos.

Gracias a los dos

4. 15 mar 2010, 20:32 | Bob Rock

Missterror.- Je je, pues sí. Resulta que el dueño de mis locales de ensayo podría asemejarse (le tenías que haber puesto voz aflautada) aunque ahora se ha rapado los pelos infames que tenía…a que la vida es muy casual? XD

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