Fido

Reeditamos la reseña de Fido, publicada originalmente el 7 de enero de 2009.

En un universo paralelo, la década de los 50 viene marcada por el fin de las hostilidades en la que se conoce como la “Gran Guerra Zombie”. Estados Unidos ha quedado territorialmente dividida en “zonas salvajes”, dónde los muertos vivientes deambulan en libertad en busca de carne humana, y las “zonas seguras”, cercadas por enormes muros de contención y bajo la supervisión de la gran corporación ZomCom, responsables del invento que está llamado a redefinir la relación zombie-humano: un collar que inhibe al muerto viviente de sus instintos naturales y lo convierte en un dócil animal domesticado al servicio de los vivos.

Casi nada… Con semejante material de partida (resumido en un fabuloso spot publicitario al inicio de la película), el director y guionista canadiense Andrew Currie, ha sido capaz de cimentar la que sin duda es la mejor comedia de horror desde que, en 2005, Edward Wright y Simon Pegg nos sorprendieron con su estupenda “Sawn of the Dead”.

“Fido” es una deliciosa comedia que funciona, con la precisión de un reloj, a varios niveles. Como película de zombies tiene muchísimo que ofrecer a los buenos aficionados al género. En “Fido” hay zombies – faltaría más… –, hay víctimas de dichos zombies –convenientemente devoradas y destripadas para la ocasión-, y por supuesto, esas mismas víctimas (o lo que quede de ellas) volverán a levantarse más hambrientas, si cabe, que sus predecesores, respetando lo que en Disney vendrían a llamar “el ciclo de la vida”, pero en versión muerto viviente.

No os equivoquéis. Resultaría absurdo quejarse de que los ataques zombies son demasiado blandos, o afirmar que la película no cumple con el mínimo exigido a este tipo de producciones en cuanto a violencia explícita y escenas gore. Porque, efectivamente, Fido no posee ninguna de esas “cualidades”; pero es que, en realidad, no las necesita.

“Fido” es una película de zombies distinta, original y fresca. Por supuesto no estoy renegando de las auténticas películas de horror zombie (p.ej Autmaton Transfusión), de las que siempre me he declarado un fiel seguidor, pero os aseguro que “Fido” constituye una auténtica vía de escape ante la incipiente falta de ideas y escasez de originalidad de la que adolece el reciente cine de terror en general, y el subgénero zombie en particular.

Y, por otro lado, como comedia, “Fido” es una verdadera delicia. Bajo el pulcro y colorista suburbio residencial en el que transcurre la acción, repleto de hermosas y relucientes casas unifamiliares en cuyos jardines la hierba crece más verde y uniforme que en cualquier otro lugar del mundo; el guión de Fido esconde un humor mucho más negro, ácido e hiriente de lo que en realidad aparenta. Basta con observar a esa clase de primaria en la que los alumnos son aleccionados en el noble arte de aniquilar zombies, asimilar esa atroz teoría por la que los ancianos son considerados elementos subversivos, o contemplar atónitos la reacción de los vecinos tras la sangrienta matanza ocurrida en el barrio la noche anterior. Situaciones delirantes y divertidísimas, acompañadas siempre por unos ingeniosos diálogos a los que hay que permanecer muy atentos (para no perderse nada), que nos demuestran que no todo es tan puro, inocente, e inofensivo como la misma estética e imágenes de “Fido” pretenden hacernos creer.

Y por si todo esto no fuera suficiente para acercarse a “Fido” con la ilusión y esperanza que reclama un proyecto de esta envergadura, añadamos una generosa dosis de crítica social para redondear la propuesta. No soy partidario de las dobles lecturas sociales o políticas en el cine de terror. Siempre he considerado que el terror es algo que pertenece más a los sentidos, y no tanto al intelecto; por lo que (salvo honrosas excepciones) suelo ser reacio a buscar lecturas demasiado profundas en una película de género. Nunca me importó si los zombies primigenios de Romero en “La Noche de los muertos vivientes” se levantaban en protesta por la guerra del Vietnam; o si esos mismos zombies constituían una dura crítica al consumismo en “Dawn of the Dead”.

Pero os aseguro que la crítica social que esconde “Fido” es tan asequible y fácilmente identificable, que cuesta trabajo no caer atrapado en sus redes. Zombies barrenderos, zombies repartidores de periódicos, zombies sirvientes… ¿qué representan esos zombies domesticados y condenados a trabajos que ningún ser vivo quisiera para él? ¿Alguien se resiste a trazar paralelismos con determinadas políticas de inserción laboral para inmigrantes de algunos paises del llamado primer mundo? Por supuesto esta es una cuestión muy subjetiva que depende mucho de la capacidad y las ganas que tenga cada uno de leer entre lineas. En cualquier caso, Fido es plenamente disfrutable sin acceder a su contenido de denuncia social.

Por desgracia, no todo son buenas noticas en “Fido”. Andrew Currie pierde una estupenda oportunidad, en el desenlace y clímax de la película, de desatar la furia zombie y ofrecernos una orgía de sangre y violencia que hubiera sido un excelente contrapunto a la neutralidad –buscada y perfectamente acorde con sus objetivos- que exibe la película durante la mayor parte de su metraje.

“Fido” tiene muchísimo más de comedia que de película de terror, y seguramente desconcierte – e incluso moleste – a los aficionados más radicales a las películas de zombies. Incluso su aparente frialdad y lentitud (ante tal avalancha de diálogos uno puede llegar a creer –erróneamente- que no ocurre nada, que la acción no avanza), puede llevar a muchos a desentenderse de la propuesta a la primera de cambio. Por mi parte, os recomiendo Fido como lo que es: una comedia de diálogos inteligentes y mordaces, tremendamente original y rica en matices. Un descubrimiento…