Woochi
Sitges, lluvia, incomodidades y un brujo coreano con mucha chispa
- Título original: Woochi
- Nacionalidad: Corea | Año: 2009
- Director: Choi Dong-hoon
- Guión: Choi Dong-hoon
- Intérpretes: Gang Dong-won, Kim Yoon-suk, Lim Soo-jung
- Argumento: Woochi abandona su cautiverio tras cinco siglos para enfrentarse a las fuerzas del mal.
57 |100
Estrellas: 3
Nunca he sido un gran aficionado a la épica fantástica. Tampoco a la espada y brujería ni a los diversos especimenes que suelen poblarla: guerreros, magos, semidioses, goblins, hechiceros… Ni siquiera me han interesado las reliquias milenarias que esconden en su interior secretos y poderes ancestrales.
Y en contadísimas ocasiones me ha emocionado contemplar a dos tipos blandiendo sus resplandecientes espadas mientras se sostienen en el aire dando un par de piruetas imposibles sobre sí mismos.
Es un tipo de cine y de historias que jamás me resultaron atractivas.
Y sin embargo ahí estaba yo, en la última e incomodísima fila de la platea superior del cine El Retiro, en Sitges, con las rodillas incrustadas en el pecho (vale… exagero) y dispuesto a “disfrutar” de Woochi, un taquillazo coreano dirigido por Choi Dong-hoon en el que abundan todos aquellos elementos, anteriormente mencionados, que jamás lograron despertar mis bajos instintos cinéfagos.
El extenso y algo enrevesado prólogo de Woochi nos pone en antecedentes. A principios del s.XVI, bajo el mandato de la dinastía Joseon, duendes y semidioses pugnan por conseguir una flauta mágica que esconde increíbles poderes. Cuando tres semidioses logran vencer y encerrar a los malignos duendes, deciden romper la flauta en dos mitades y entregar una parte al maestro (y hechicero) Hwa-dam, y la otra al maestro Yun-shik Baek, mentor del joven brujo Jeon Woochi. Pero el maestro Yun-shik Baek muere, y Woochi, su discípulo, es acusado injustamente de su asesinato y recluido en un pergamino mágico.
Cinco siglos más tarde, Corea se encuentra asediada nuevamente por malignos duendes en búsqueda de la dichosa flauta mágica, y los tres semidioses abandonan su retiro para hacerles frente. Su mejor arma será el propio Woochi, al que despiertan de su largo sueño con la intención de que combata a los duendes. Pero Woochi no parece estar por la labor. Prefiere entregarse a los placeres terrenales que le depara la Corea actual… especialmente sus mujeres.
Basada en una antigua historia del folclore coreano, Woochi es una comedia fantástica, apta para toda la familia, y repleta de acción, humor y efectos especiales.
La película se estructura en dos partes muy bien diferenciadas. Por un lado la gestación misma de la historia, localizada en el s.XVI, en un mundo en el que parecen convivir con total naturalidad duendes gigantescos con aspecto de conejo, poderosos hechiceros, monjes inmortales, animales de aspecto humano, trucos de magia y damiselas en apuros. Choi Dong-hoon es capaz de edificar, en pocos minutos, toda una mitología a la que resulta sencillo acceder gracias, sobre todo, al carisma y simpatía de todos los personajes que van apareciendo (el mismo Woochi, su acompañante perro/humano, los tres semidioses…) y a las secuencias de acción. Pero si el marco mitológico que nos aporta Woochi, la película, resulta de fácil digestión, no puede decirse lo mismo del planteamiento de su historia. Me perdí, debo reconocerlo. Quizás la incomodidad de la sala o el hecho de que minutos antes estaba haciendo cola bajo un manto de lluvia bastante espeso, fueran los causantes de que me costara muchísimo esfuerzo asimilar la historia que se nos estaba contando. Entre tanto goblin, maestro, hechicero y flauta mágica acabé hecho un verdadero lío.
Pero poco a poco fui recuperando el hilo, hasta llegar a la segunda parte de la película, mucho más asequible a nivel argumental. Whoochi despierta de su cautiverio en la Corea actual. Mientras los tres semidioses intentan convencerle de que debe luchar contra los duendes, Whoochi prefiere dedicar su tiempo a placeres mucho más mundanos.
Se intensifica la acción y los combates, se multiplican los efectos digitales (un apartado en el que destacar el estupendo diseño de los duendes), y, ante todo, se suceden, una tras otra y sin descanso, las situaciones cómicas. Porque más allá de que la acción de Woochi pueda engancharnos, o quedemos más o menos impresionados por el despliegue de efectos digitales; dónde realmente Woochi se la juega es el en tema de la comicidad.
Hay instantes en los que Woochi no es más que un torrente de chistes y chascarrillos con mayor o menor gracia, con mayor o menor acierto. Conviven situaciones realmente divertidas (muy divertidas) como aquella en la que Woochi invoca a un pequeño ejército de clones de sí mismo, cada uno con su propia personalidad, para hacer frente a los duendes; con otras mucho menos efectivas en las que el chascarrillo se alarga hasta la extenuación, perdiendo gran parte de su gracia. La mayor parte de estos gags sin excesiva fuerza (salvo excepciones) se refieren al impacto que el viaje en el tiempo provoca en Woochi, algo similar a lo que pudimos ver, por ejemplo, en la francesa Los Visitantes.
Y son precisamente estas muestras de humor algo chusco e infantil las de dificultan al espectador la labor de seguir creyendo en la historia que se nos cuenta. Permanecemos atentos a la posibilidad de que la próxima bufonada nos haga sonreir y dejamos de lado ese mundo de magos, hechiceros y demonios en el que tanto esfuerzo había invertido Choi Dong-hoon al inicio de su película.
Por otro lado, las secuencias de acción buscan siempre el concepto de “gran espectáculo” a través de combates perfectamente coreografiadas y envueltos en un auténtico festín de efectos digitales (ver la espectacular secuencia de la persecución de los duendes a través de una transitada calle coreana).
Pero pese a que dichas secuencias de acción resulten casi siempre efectivas y dignas de elogio, de nuevo quiero destacar que la balanza final en Woochi siempre se decanta del lado de la comicidad. Una comicidad que en ocasiones resulta ciertamente divertida, pero que en muchas otras dificultan enormemente el avance de la trama y tan sólo logran salvarse gracias a la frescura y atractivo del que gozan sus protagonistas, en especial Woochi, un antihéroe algo bohemio, sinvergüenza y pagado de sí mismo; y su fiel escudero, un perro con apariencia hombre que identifica a las hembras humanas oliéndoles el trasero.
Woochi es cine comercial sin más pretensiones que el de hacer pasar al espectador un rato ameno. En ocasiones lo logra, siendo un entretenimiento de primer orden, y en otras sus bufonadas se alargan en exceso distrayéndonos de lo que realmente importa.
Pero en cualquier caso recordad lo que es dije al principio: muy probablemente yo no sea la persona más idónea para valorar esta película.
Lo mejor: el carisma de sus personajes, los efectos, la acción y ciertos pasajes cómicos que funcionan a la perfección. Lo peor: otros pasajes cómicos no funcionan y se alargan en exceso. Esto acaba provocando que Woochi tenga unas exageradas dos horas y pico de duración.