Alienígenas

¡Nop!

Mucho SIP y un poco NOP

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Tartarus

Serios alienígenas low-cost y casi invisibles

Tartarus

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Tartarus

Jakob y Veith son dos soldados austriacos que regresan al pueblo natal de Veith para tomar posesión de la propiedad de este último. Después de combatir contra los ejércitos de Napoleón, nada como descansar al fresquito de las montañas de Austria, lugar donde ni los grajos se acercan.

Al llegar al tranquilo pueblo pronto son acosados por extraños fenómenos, el hallazgo en un prado de un cadáver despezado marcará el comienzo del acoso de unas extrañas criaturas inteligentes, cuyo propósito no lleva a engaño: servirse de la humanidad, a través del miedo, para conseguir la destrucción de la misma.

Lo mejor: La ambientación aprovechada de los bellos entornos naturales.

Lo peor: La ausencia de efectos especiales que subrayen la narración, por otro lado meramente tenue.


Attack the Block

Cayeron en el barrio equivocado

Attack the Block

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Attack the Block

Los brotes de delincuencia protagonizados por adolescentes británicos han inspirado notables títulos en los últimos años como Eden Lake u otros menos destacables pero igual de interesantes como F o Cherry Tree Lane, todas ellas películas incómodas cuyos personajes son chavales con ganas de tocar los huevos que no llegan a la mayoría de edad y a los que se imprime un sadismo y una crueldad que puede resultar excesiva. Críos que perdieron la moralidad en algún nivel del GTA y no muestran ni un ápice de compasión ante el sufrimiento ajeno. Esa generación desgraciadamente existe más allá del celuloide, y películas como las nombradas anteriormente no hacen sino meter el dedo en la yaga de una sociedad que en su agenda de asuntos pendientes debería empezar a subrayar el de la educación.

Attack the Block toma prestado ese joven perfil que se mueve por los barrios bajos de Londres coqueteando con las drogas y la violencia, pero lo sitúa en un marco excepcional de ciencia-ficción trepidante y lo impregna de ese sentido del humor inglés que tan bien maneja uno de los genios de la comedia británica en la actualidad, Edgar Wright, responsable de dos títulos a los que Attack the Block debe mucho: Shaun of the Dead y Hot Fuzz. No es pues de extrañar que el nombre de Wright aparezca en los créditos de la película, algunas de las escenas más cómicas – como la protagonizada por los personajes de Ron (Nick Frost) y Brewis (Luke Treadaway) en un sofá frente al televisor – no desentonarían en un episodio de la infravaloradísima Spaced.

Lo mejor: Mayhem y Probs. La escena de humo en el pasillo.

Lo peor: Que no se acabe de decidir entre el humor y el tono serio. Que alguien se atreva a verla doblada.


The Thing (2011)

Crisis de la mediana edad

The Thing (2011)

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The Thing (2011)

Me gustaría dedicar la reseña a A. C., por no poder terminar nuestro viaje a la Antártica, y a A. B. por estar siempre allanando las travesías.

La estudiante de grado Kate Lloyd, especializada en paleontología, ha sido reclutada por un grupo de científicos noruegos – encabezados por el frío Dr. Halvorson – para investigar, en un centro antártico, los restos de lo que parece un alienigena. Al llegar a la zona, descubrirá que el fino hielo por el que pisa esconde el más que probable fin de la humanidad.

Lo mejor: Te hace sentir joven.

Lo peor: Te hace sentir viejo.


Super 8

Aquellos años de primera juventud

Super 8

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  • Título original: Super 8
  • Nacionalidad: Estados Unidos | Año: 2011
  • Director: J.J. Abrams
  • Guión: J.J. Abrams
  • Intérpretes: Elle Fanning, Joel Courtney, Riley Griffiths
  • Argumento: Un grupo de amigos realiza un cortometraje. Cuando ruedan una escena cerca de unas vías, mientras el tren pasa, un accidente provoca su descarrilamiento. Posteriormente, encontrarán algo extraño en lo que quedó grabado.


Super 8

Hace unas semanas, en la reseña de Brain Damage, resalté a modo de introducción aquella etapa videoclubera de caspa y terrores b y z que se produjo en los ochenta y que daba sus últimos coletazos poco antes de entrar en el siglo XXI. Hoy también toca introducción nostálgica. Tratándose, además, de una etapa muy similar pero cambiando el video club por la televisión. Hace unos cuantos años, cuando la caja todavía no era tan tonta, se producían verdaderos acontecimientos cinéfilos y cinéfagos semana tras semana. Para los que éramos púberes con ganas de afeitarnos por primera vez, un estilo de cine había llegado para quedarse, para siempre, en nuestros corazones y los de una o más generaciones. Alguno habrá que lo tildará de cine de aventuras, comedias juveniles o dramas sobre la adolescencia. Nada de eso. Se trataba de un estilo, una esencia que traspasaba géneros o modas. Era cuando el cine, ya fuese entendido como arte u ocio, también podía ser magia. ¿Me ha quedado un poco cursi, no? En realidad, de eso se trata.

Los Goonies (1985), Exploradores (1985), Cuenta conmigo (1986) o Una pandilla alucinante (1987) son buenos ejemplos, cada una, mejor o peor, más o menos exitosa o recordada, de esa actividad interrumpida de pequeños clásicos que potenciaban la amistad en las experiencias de la infancia/adolescencia. Cine y mensajes que han ido perdiendo la inocencia hasta dejar moribunda su magia para muchos de los nuevos chavales de la era tecnológica. Pero no para los que crecimos con ello. De ahí que el éxito comercial de Super 8 pueda pillar desprevenido, ¿o se habrán dejado, hasta la fecha, algo más de 200 millones de dólares a nivel mundial todos los nostálgicos? Me gustaría pensar que si, pero la realidad es muy distinta: Super 8 es puro Spielberg + Abrams. Productor y director, respectivamente. Y claro, en esa ecuación entra la manera que tienen estos dos para vender sus productos. Brillante, sin duda.

Lo mejor: Producción y dirección impecables. Los niños protagonistas son carismáticos y la set piece del accidente, una lección de cómo impacientar al espectador, para luego impactarle y resolver todo con una limpieza poco habitual en el cine-espectáculo de hoy.

Lo peor: El guión peca de cierta reiteración, lugares comunes y, a veces, indiferencia. El desenlace, con “sorpresa” incluida que causará división de opiniones, está insertado de forma precipitada.


51

El aborto alienígena de Corman, Wood y Band

51

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51

Sobre puntuaciones: Todos sabéis lo complicado y, hasta cierto punto, injusto que es reducir una película a un número. De hecho, a todos nos ha dolido alguna nota que nos han colocado (en un examen, tras un polvo…) por considerarla inmerecida. Destaco esta cuestión porque últimamente me encuentro con gente muy disconforme ante mis puntuaciones. Creo que desde Almas Oscuras hemos insistido mucho en ello: las notas asignadas en una reseña reflejan la opinión personal de su autor. Básicamente son el medidor de “me lo pasé bien/mal viendo la película”. En el caso de 51 podría ser más sangrante el asunto. Como película es una tremenda bazofia, probablemente una puntuación de 0 le quedase alta; pero resulta, que de lo mala que es, a mi me entretuvo durante su metraje aunque solo fuese por lo estúpido de todas las situaciones planteadas. De hecho, la nota refleja exclusivamente esta ración de comedia (in)voluntaria. Bueno, puede que me esté dejando llevar un poco por mi lado devorador de basura fílmica (véase mi afición por Troll 2 u otras luminarias del cine casposo), pero lo mejor será entrar en materia y no dilatar más el asunto…
¡Acompañadme por una instalación militar que tiene más animación y menos luces que el camarote de los hermanos Marx!

¿Qué tienen en común Roger Corman, Ed Word Jr. y Charles Band (los tres conocidos de sobra por todos vosotros)? Entre otras cosas, que si hubiesen coincidido en el tiempo y el espacio, junto a una buena provisión de tinto Somontano, bien podrían haber perpetrado este disparate de dimensiones bíblicas llamado 51.

Lo mejor: Tan mala en algunos aspectos que se hace bastante simpática, y hasta involuntariamente cómica.

Lo peor: Los actores jamás podrán volver a mirar a sus madres a la cara: ¡qué personajes! ¡Qué interpretaciones! ¡Qué diálogos!


Cargo

Viajando por el espacio en un vagón de metro viejo

Cargo

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Cargo

En un futuro próximo la tierra se ha vuelto inhabitable. Una gran compañía se encarga de transportar a los que pueden pagar el billete a Rhea, una colonia espacial en la que se han conseguido reconstruir las mismas condiciones de vida que en nuestro viejo planeta. Estos viajes, sin embargo, se están volviendo cada vez más peligrosos por los ataques de un grupo terrorista; de ahí que el gobierno obligue a que en cada vuelo vaya un oficial para garantizar la seguridad.
Como el viaje a Rhea es caro, Laura (Anna-Katharina Schwabro) se enrola en un vuelo de carga como médico para conseguir el dinero y poder encontrarse con su hermana en la colonia. El vuelo consiste en transportar material para intentar construir otra colonia y, para garantizar igualmente la seguridad, cuenta con un delegado del gobierno, Samuel Decker (Martin Rapold). Son varios años de viaje, de manera que la tripulación va ibernando. Por turnos, cada uno pasa despierto un tiempo, controlando que todo vaya bien. En el turno de Laura, la médico descubre que no van solos en la nave…

Quizás, pueda abrumar toda esta cantidad de información para contar el argumento de una película. A lo mejor, efectivamente, es excesivo, y una vez vista, convenga hacer repaso para ver si todo era realmente importante. Pero lo cierto es que el arranque de la película es un poco desconcertante y parece que uno nunca llega a entender bien del todo la situación de partida, motivo por el que prefiero comenzar contando, lo mejor que puedo, la misma. Porque la película en sí es lo que sucede en ese vuelo de cargo en el que se ha enrolado Laura, la protagonista. Comparte espacio con un oficial de la compañía, Samuel Decker, capitán y subcapitán del vuelo, Anna Lindberg (Regula Grauviller), una informática y dos técnicos.

Lo mejor: Toda la parte técnica.

Lo peor: Personajes e historia son bastante esquemáticos y simples.