Devoradores de cadáveres
Los que se comen a los muertos
En el siglo X, el califa de Bagdad envía un embajador al rey de los búlgaros, pero el emisario es secuestrado por los vikingos. Para el refinado diplomático, las costumbres bárbaras de los pueblos escandinavos resultan a la vez salvajes y fascinantes. Y junto a ellos y a su jefe Buliwyf emprende una trepidante aventura: luchar contra “los que se comen a los muertos”…
¿Entonces que nos resta si de partida descartamos los principales iconos atemporales del terror? ¿La Momia? ¿El FMI? Pues va a ser que no. Se trata de otra amenaza igual de terrible, sanguinolenta y… hambrienta. Para descubrirla, Crichton plantea un posible origen real del mito de Beowulf, relatado en el poema de la tradición británica que lleva el mismo nombre. Para simular este presunto origen histórico de los sucesos relatados en el poema, el autor atribuye la obra a un personaje histórico, el cronista árabe Ibn Fadlan, quien protagoniza el relato y la vez cumple el rol de narrador de sucesos. Y así nuestro héroe a su pesar comienza sus tribulaciones en la Bagdad del siglo X, donde se ve involucrado en un inapropiado affaire como amante secreto de un personaje de renombre, y para evitar males mayores, nuestro concupiscente protagonista se ve obligado a enrolarse en una misión que le llevará allende los mares a correr las más diversas aventuras como involuntario compañero de un clan vikingo.