Relatos de terror

El crimen de un misógino drogadicto

J. González (Chupasangre)

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El crimen de un misógino drogadicto

J. González (Chupasangre)

El crimen de un misógino drogadicto

Estoy empapado en alcohol y sangre, pero no tengo heridas, solo algún rasguño. La habitación está destrozada y llena de vómitos. Siento nauseas... Todo lo anterior a este mismo instante está borroso. No consigo recordar nada... Unas medias desgarradas cuelgan de la boca de mi Rottweiler. Las bragas de alguna puta hacen de tela para la lámpara de araña... ¿que coño pasó anoche? Hace tiempo que solo follo con sucubos, me prometí a mi mismo que no volvería a acercarme a una mujer, no después de varias condenas por maltrato, violencia de genero le llaman... Su puta madre. Me estoy meando, tal y como está la habitación me la saco aquí mismo, ¡joder! ¡Tengo la polla en carne viva!

Aterrizaje en el nido

Un terror espacial de Jorge P. López

Aterrizaje en el nido

Aprovechando la ocasión, y como contrapunta a la reseña de “Horizonte Final” publicada hoy mismo, os ofrezco uno de mis cuentos inéditos cuya razón de ser es experimentar con el terror psicológico en un ambiente clásico de ciencia ficción. No es ninguna maravilla, apenas revisado, pero, como no es una temática habitual para un servidor, le tango bastante cariño.

Aquella masa de escombros metálicos, pedazos de fuselajes y montañas de virutas de acero se difuminaba en la pantalla de la consola. Los motores iónicos funcionaban a medio gas, haciéndome temer por la seguridad de los estabilizadores. Consecuencia directa de la escasez de energía, activada la monitorización de emergencia, una interfaz verde fosforescente donde las coordenadas eran reducidas a la mínima expresión numérica. Tendría que ser suficiente para posarme con éxito sobre el satélite.

Breve visita a la lavandería

Otro relato macabro de Jorge P. López

Breve visita a la lavandería

Para mi tradicional cuento de Halloween no he podido evitar volver a las líneas marcadas por mi admirado Ligotti. Horror extraño con tantas lecturas como queráis darle. No sabría deciros a ciencia cierta que se esconde tras estas confusas palabras, pero creo que los chicos listos sabrán mantenerse alejados de la estancia de abajo. Los que no sepan contener su curiosidad pueden despedirse de su cordura. ¡Espero vuestros insultos!

Muchas eran las áreas que estaban vetadas a los novatos bajo amenaza de más sesiones de lectura en la sala de castigo, una asfixiante habitación dominada por el olor a hongos y humedad, un sudado conglomerado de ladrillos capaz de provocar pesadillas sólo con la mención de su existencia. La institución se nutria de un severo orden donde los estratos de poder eran reservados a nuestras educadoras, mujeres tan toscas que costaba distinguirlas unas de otras, poseedoras de unas risas parecidas a cloqueos antes que a sonidos de origen humano. Hirsutas, bigotudas, achaparradas, simiescas, jorobadas… las matronas eran las encargadas de guiar disciplina, con la punta de sus romas reglas, a través de nuestras gargantas siempre resecas a causa del terror.

Gárgola

Un relato de Tito Jesús

Gárgola

Nuestro colaborador y amigo Tito Jesús se destapa con su primer relato para Almas Oscuras. Todo un placer y un privilegio descubrir esta nueva faceta artística tuya, querido Jesús. El título de la obra… Gárgola.

Hay dos acontecimientos en la vida de una persona que le hacen ser consciente de manera inexorable, al menos a mi entender, de su naturaleza finita; dos acontecimientos que suponen un misil, un ataque a la línea de flotación de nuestra personalidad, del que ya es imposible recuperarse. El primero lo marca la pérdida de un padre, de una madre o de ambos. Es ley de vida: los hijos han de sobrevivir a sus progenitores al igual que ellos desaparecerán antes que su descendencia… así es como tiene que ser, como dicta la naturaleza. El segundo también es inexorable, como todo o casi todo lo que hay en el universo que conocemos, pero es una norma que suele permanecer oculta al pensamiento durante gran parte de nuestro devenir; es algo en lo que no queremos o no podemos pensar no sea que se rompa, como de hecho sucederá, la frágil cúpula que hemos creado con el fin de engañar a nuestra consciencia en favor de una felicidad que, por momentos, se nos puede antojar eterna. Este hecho es la primera pérdida de un amigo; de ese ser querido que no viene impuesto por la genética sino que ha sido elegido, de manera consciente, por afinidad, por experiencias y por amor mutuo.

La cajita china

Un relato de Francesc Marí

La cajita china

El profesor Mark Shepherd estaba frente a la puerta del apartamento su colega, Martin Shade. Desde que había presentado sus descubrimientos respecto a la tercera carabela a un reducido grupo de personas, unas semanas atrás, tanto él como sus compañeros se habían sumergido en una curiosa búsqueda de sucesos extraños que pudieran estar relacionados con lo que le había sucedido a la nave desaparecida. En ese mismo momento, bajo su brazo, llevaba una carpeta con los respectivos informes de sus colegas, desde la enigmática historia del abuelo del doctor Martínez, a la extraña muerte de un monje en un monasterio español, que estaba investigando la doctora Towers. Todos habían aportado su granito de arena. Todos, excepto Shade, del que ninguno de ellos tenía noticias desde hacía días.

Al no responder al teléfono, ni a los mensajes, ni a los correos electrónicos, Shepherd había decidido dirigirse a su casa, con la esperanza de encontrarlo a él o, como mínimo, alguna evidencia de su paradero.

Solve et coagula

Un relato de Ladynecrophage

Solve et coagula

Más de seis decenios revelaban su iniquidad sobre aquella frente protuberante y surcada de pliegues apergaminados, síntomas de la traicionera senectud que había comenzado a encorvar su otrora imponente figura. Cuajado de flacidez, el amplio rostro abrigaba la luz de una mirada inquieta y desafiante, inextinguible reflejo que testimoniaba la realidad de su perseverante y aguerrido carácter. Contraídos en una mezquina mueca, sus labios se fruncían hasta casi desaparecer entre la cenicienta foresta que se extendía a lo largo de aquel mentón prominente. Descaradas, las adversidades de la vida cebaban el peso de los años en la persona de Alphonse, hombre de intenso temperamento que prefería aceptar con dignidad los estragos propios de la inevitable vejez.

Anclado desde su niñez en el impulso vocacional de sus inquietudes religiosas, el incombustible Alphonse había luchado en pos de encontrar un sustento en su completa entrega a la fe, vocación que había logrado satisfacer aún a pesar de la dificultad devenida de la humildad de sus orígenes. Aceptaba la religión como una parte incorruptible e ineludible de su ser, pues apreciaba en ésta la iluminación que había tornado sus creencias en una nueva y confrontada visión de las debilidades competentes a la raza humana.