Thriller

Holy spider

Asesino y cómplices

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The Ward

Un regreso a medio gas

The Ward

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The Ward

Nueve años son muchos años. Sobre todo si estamos hablando de la ausencia de un maestro responsable de obras como La noche de Halloween, La Cosa, 1997: Rescate en NY ó la magistral En la boca del miedo. Estamos hablando de John Carpenter, ese genial director de más de sesenta años (dato en absoluto baladí), que desde la infravalorada Fantasmas de Marte (2001) se había sumergido en un silencio obligado por las enfermedades y un mercado, el del cine fantástico, que mira con lupa y excesivo criticismo las obras modernas de determinados autores consagrados.
Bueno, el citado silencio no ha sido absoluto; habiendo podido disfrutar de dos capítulos de la serie Maestros del Horror muy desiguales: El genial Cigarette Burns y el flojito Pro-Life.
Sin embargo, todos sus fans (entre los que me encuentro) llevabamos esperando con ansia el retorno a la gran pantalla de uno de los creadores más memorables del cine fantástico. ¿Ó alguno es capaz de negar qué Carpenter se encuentra entre los veinte mejores directores de cine de género? De acuerdo, quizás no tanto por su técnica como por su constancia, cariño para con los aficionados y los argumentos siempre interesantes de sus películas; pero es más de lo que podemos decir de figuras encumbradas en taquilla como James Cameron ó George Lucas.

Bien, pues el retorno ya está aquí; y no exento de polémica, opiniones enfrentadas y unas críticas, a mi juicio, excesivamente duras. Y este regreso, se trata de un thriller de tintes sobrenaturales, llamado The Ward; el cual tuve el placer de poder verlo en la actual edición del festival de Sitges rodeado de buenos amigos, fuerte olor a humanidad y grititos de expectación. El ambiente idóneo de un festival, vamos.

Lo mejor: El uso de la escenografía, cámara y efectos de luz; la guapa Amber Heard... y diablos!!! La vuelta de un auténtico maestro del horror siempre debe ser bienvenida

Lo peor: Lo manido de todos los elementos arguméntales, el uso de sustos fáciles y saber que John Carpenter podría haber dejado una mayor impronta personal, en este proyecto


Buried

Torrente de adrenalina en el interior de un ataúd

Buried

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Buried

Brillante, hipnotizadora, apasionante… no, no son palabras mías. En realidad son sólo una muestra de algunos de los calificativos que la crítica internacional le ha brindado a Buried (Enterrado), un thriller claustrofóbico dirigido por el español Rodrigo Cortés (El Concursante, 2007), con guión de Chris Sparling (se especula con que su libreto pueda estar presente en la carrera de los oscars), y con el protagonismo absoluto de un actor norteamericano de postín como es Ryan Reynolds (Terror en Amytville, 2005), en la que es, sin duda alguna y hasta la fecha, la mejor interpretación de su carrera.

Paul Conroy es un contratista civil norteamericano que presta servicios en territorio iraquí. Tras un terrible suceso que no conviene desvelar, Paul Conroy despierta en el interior de un ataúd de madera enterrado bajo tierra. Sus únicos aliados para salir con vida del ataúd serán un mechero y un teléfono móvil con escasa reserva de batería.

Lo mejor: El grado de intensidad que logra con tan pocos elementos a su alcance.

Lo peor: Su final no será del agrado de muchos espectadores.


Road Kill

Gasolina

Road Kill

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Road Kill

“Road Kill” cuenta la historia de dos parejas de jóvenes que están de viaje por el sur de Australia y, en medio de una carretera desierta, se pican en una carrera con un enorme trailer de dos cuerpos. ¿El resultado? El viejo coche de los jóvenes vuelca y uno de ellos, Craig (Bob Morley), se parte un brazo. Sin vehículo, en mitad de ningún sitio, los chicos se angustian hasta que avistan, a lo lejos, el enorme camión que les ha agredido. Detenido, unos metros adelante. Siendo, como es, su única esperanza, se acercan, a ver si consiguen hacer entrar en razón al conductor para que lleve a su amigo a un hospital…

Empezamos regular, ¿verdad? Si un loco con un camión gigantesco se lanza a por ti en una carretera, creo que por mucho que pueda ser tu única esperanza, es difícil encajar que estos chicos se acerquen a por él. Por tanto, en los primeros diez minutos de película, hay que hacer la vista gorda. Se plantea uno, por tanto, la siguiente cuestión: puede que no esté todo perdido. Puedo olvidar esto si lo que sigue es apasionante.

Lo mejor: El motor del camión.

Lo peor: En general, es floja


Burning Bright

Gatito malo

Burning Bright

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Burning Bright

1.-UN TIGRE…

Lo primero que tengo que reconocer es que cuando leí el argumento de la película me dije: bufffff, y la guardé en la carpeta de PELIS PARA VER ESNUCAO; y es que me pareció un pelín rebuscado, un tigre de Bengala??, coño, con lo fácil que es contratar a 2 yonkos para que se encarguen de 2 chavales solos en una casa aislada… Pero me equivoqué de pleno, lo que en un principio parecía su peor handicap se convirtió en el verdadero acierto de la película: el uso de la imaginación para generar un nivel impecable de tensión.

Lo mejor: Lo bien aprovechado que está el guión y la presencia de Briana Evigan

Lo peor: EL "malo" y una evidente falta de medios


Cheun a.k.a. Slice

Una infancia rota

Cheun a.k.a. Slice

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Cheun a.k.a. Slice

1. ESTIGMAS:

Nacer en Tailandia conlleva varios estigmas, siendo uno de ellos el propio hecho de nacer en este determinado país, parque de atracciones de la cara más despreciable de la humanidad. Si naces allí tienes MUCHAS posibilidades de acabar conociendo ese lado tenebroso, si eres de los pocos que tienen pasta la usas para conseguir más, haciendo lo que sea y, si además, disfrutas con la sensación es muy probable que quieras conocer lo que se siente al ejercer ese poder sobre una persona; pero ese no es un estigma, el que sí lo es, es nacer en una familia pobre. Y ser pobre en Tailandia significa vivir hora tras hora haciendo lo posible por huir de la desesperación que obliga a elegir entre comer o no comer, vivir o no vivir.

Lo mejor: Practicamente todo, pero especialmente la resolución de la historia.

Lo peor: Por poner algo la BSO y un cierto exceso en el montaje.


Rampage

El día de furia de Uwe Boll

Rampage

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Rampage

Bill parece un chico normal. Es cierto que la cuerda que le une a sus padres se tensa por momentos (sus progenitores le informan de que ya es hora de ir pensando en abandonar el nido) y que su supervisor en el trabajo le aprieta las tuercas de forma injusta. Pero más allá de una serie de “contratiempos” habituales en un chico de su edad – 23 años -, nada hace prever que Bill vaya a convertirse en el principal protagonista de un inusitado arranque de violencia culminado con la muerte de docenas de personas inocentes.

Ataviado con una potente armadura que adquiere por piezas, armado hasta los dientes y, lo más peligroso, ejecutando un detallado plan que no deja un solo cabo suelto, Bill recorre su pueblo natal disparando a bocajarro a toda persona que tenga la funesta suerte de cruzarse en su camino. ¿El resultado final? Una matanza. Los cuerpos sin vida de decenas de inocentes yacen muertos en mitad de la calle.

Lo mejor: su salvaje y radical concepto de la violencia y su giro final, el cual nos lleva a replantearnos buena parte de lo visto hasta entonces.

Lo peor: los 40 minutos iniciales, que parecen justificar de algún modo el comportamiento de Bill, pueden resultar aburridos a más de un espectador.