Hitchcock

Alfred Hitchcock (Londres, 13 de agosto de 1899- Los Ángeles, 29 de abril de 1980) es un reconocido director de origen Inglés, erigido por una incontable oleada de entusiastas seguidores como maestro absoluto del suspense, gracias a títulos de la talla de La Ventana Indiscreta, Con La Muerte En Los Talones, Vértigo o Los Pájaros, títulos que constituyen una auténtica biblia fílmica para todo buen amante tanto del Thriller como del cine de terror con mayúsculas.

El guionista, productor y director Británico Sacha Gervasi, responsable del guión de “*La Terminal* (2004) y director del aclamado documental Anvil, el sueño de una banda de Rock (2008), nos ofrece su personalísima visión de este reputado cineasta, basándose en el elogiado libro de no ficción, escrito por el guionista y periodista Stephen Rebello, con el título Alfred Hitchcock and the Making of Psycho (1990).

Tanto el film como la novela, comprenden los dieciocho meses de rodaje que conllevó ésta reconocida obra maestra, comenzando desde el momento en que el director adquiere los derechos de adaptación de la novela de Robert Bloch del mismo título. Cautivado por esta intensa y escalofriante historia, basada en la vida de uno de los criminales más célebres del siglo XX, el granjero estadounidense Ed Gein, Hitchcock decide seguir adelante con su propósito, a pesar de no encontrar el apoyo de la Paramount, ya que la temática del film constituía todo un escándalo en la época y el proyecto, se presuponía, abocado al más completo fracaso. Debido a esta rotunda negativa y fiel a sus propias convicciones, el propio Hitchcock decide rodar, autofinanciar y distribuir el film por su cuenta, aún teniendo que hipotecar sus pertenencias para tal fin. La obra, hubo de hacer frente, igualmente, a la censura, que se cebó con ella de forma injusta y exacerbada. Pero, a pesar de haber pasado por todas estas amarga vicisitudes, como ya es sabido de sobra, Psycho (Psicosis) acabó convirtiéndose en una de las obras más comentadas, valoradas y aclamadas de todos los tiempos.

No obstante, éste monumental éxito en la carrera del reputado cineasta no es debido, únicamente, a su indiscutible talento y buen ojo crítico, aunque, es más que evidente, que estas cualidades fueron completamente determinantes en lo que al resultado final se refiere. Parte importante del mérito corresponde, de manera indiscutible, a quien fuese la mano derecha del director, su compañera, el mayor de sus apoyos, la mujer que, además de cómo esposa, supo ejercer de guionista, actriz de doblaje y directora a tiempo parcial: Alma Reville.

Hitchcock y Reville se conocieron en el año 1920, cuando ambos trabajaban para la compañía “Paramount” en Londres. En diciembre de 1926, contrajeron matrimonio y, desde ese mismo momento, Alma, quien trabajaba para editora de algunos célebres directores, se dedicó, casi por completo, a la revisión y mejora de los trabajos de su marido, principalmente, en el terreno de los diálogos y las posibles lagunas argumentales que pudiesen restar valor a las obras.

Las desavenencias constantes del matrimonio Hitchcock-Reville debidas, en sumo grado, al carácter desmedidamente ególatra del director, unido a su malsana obsesión por el trabajo y las constantes noticias de falsos affaires con sus actrices, son expuestas, de forma constante, ante nuestros ojos, constituyendo una de las piedras angulares del film, tratando de convertirnos en partícipes de ésta falta de entendimiento motivada por los celos y el exceso de trabajo.

Pero, lejos de encontrarnos ante un drama salpicado de desavenencias conyugales, nos tropezamos con una representación jaspeada de detalles más propios del cine fantástico y de terror, aderezada con cierta vis cómica que consigue alejar, por completo, a la obra de Gervasi de los convencionalismos del cine puramente biográfico, aportando a la cinta un aire de genuina frescura que la convierte en un producto ameno y de agradable visionado.

Para conseguir introducirnos en el marco de éste apasionante relato, Gervasi ha reunido un excelente plantel de reconocidos actores que cumplen, de manera sobrada, con las debidas expectativas.

En el papel principal tenemos, nada más y nada menos, que a Anthony Hopkins (El Silencio De Los Corderos, Drácula de Bram Stoker), caracterizado de una forma sorprendente y magistral. Tanto es así que, inclusive el propio actor, en una entrevista, expresó su asombro al mirarse al espejo tras culminar las duraderas sesiones de maquillaje, al igual que recalcó que le había ayudado, en parte, a sentirse en la piel del personaje. Pero, como bien es sabido, la caracterización no lo es todo, también cuenta, de forma significativa, la preparación y dedicación que un actor pone a la hora de realizar su trabajo. En ese sentido, Hopkins cumple más que de sobra con el propósito, ya que consigue que nos olvidemos, por completo, de quien es la persona que se oculta tras el elaborado “disfraz” y vislumbremos, al punto, la figura del ególatra y obsesivo director, portador de censurables inclinaciones voyeurs.

Hellen Mirren, ganadora del oscar a mejor actriz en el año 2005, amén de otras importantes menciones en diferentes festivales, gracias a su papel protagonista en The Queen, interpreta a Alma Reville, la mujer que supo aceptar, con verdadero estoicismo, las excentricidades del aclamado genio. La innegable fuerza y vitalidad que imprime Mirren al papel, logran que, en ocasiones, su personaje descolle en tal grado que consiga eclipsar al resto del reparto, incluyendo al propio Hopkins, sin querer desmerecerlo en modo alguno. A mi juicio, una de las mejores interpretaciones de esta valorada y prodigiosa mujer, muy por encima del elevado registro al que tiene acostumbrado a su público, que le ha valido una nominación a los globos de oro como mejor actriz de reparto.

Un elenco de secundarios de la talla de Scarlett Johansson, en el papel de Janeth Leigh, la estrella principal de Psycho, o Jessica Biel como Vera Miles, la actriz elegida como protagonista de Falso Culpable, por la cual el director sentía verdadera adoración, aportan, en igual medida, la calidad y el interés necesarios para que este visionado resulte de completo disfrute. Ambas consiguen, sobradamente, hacernos partícipes el estrés que suponía trabajar con este genio del suspense que, además de someterlas a continua presión, llegaba a obsesionarse con ellas de forma desmedida, llegando a mostrar, en ocasiones, marcados rasgos de misoginia controlada.

Como colofón, una acertada banda sonora, del prestigioso compositor estadounidense Danny Elfman (Pesadilla Antes De Navidad, Frankenweenie…), en un homenaje bastante acertado al también estadounidense Bernard Herrmann (Psycho, Vértigo, El Hombre Que Sabía Demasiado), otorga al film un halo de misterio propio de cualquiera de las magníficas películas que el maestro del suspense dirigió a lo largo de su prolífica carrera.

El único desacierto que presenta el film, aunque no es un fallo que pueda calificarse como grave o reste puntos a la maravillosa labor de Gervasi en modo alguno, es el escaso parecido de algunos de los personajes respecto a la vida real, tal como es el caso de la mencionada Johansson o, sin ir más lejos, la propia Helen Mirren. Pero, como bien he dicho anteriormente, son fallos que se sustentan más que de sobra debido tanto a la indiscutible labor del director como de los intérpretes elegidos para tal fin.

En resumidas cuentas, una obra maravillosa, que derrocha originalidad a mansalva y resultará un agradable bocado tanto para el espectador medio como para fans del fallecido cineasta. Noventa y ocho minutos verdaderamente disfrutables en todos los aspectos. Evidentemente, la recomiendo sin reservas.