Crónicas del Festival de Sitges. Días 1 y 2
De zombis, Kaijus y cosquillas...
El de este año es uno de los arranques de festival más potentes que recuerdo en cuanto a títulos. Y eso que estrenamos la edición con la que ha sido la peor de lo visto hasta ahora. La cosa empezó prontito con el estreno mundial de Inside, de Miguel Angel Vivas, que por desgracia desaprovecha toda posibilidad de sacarle partido al producto original y elaborar un remake digno. Sabiendo cómo de querida es por los fans A l’Interieur, no puedo entender como la cosa se queda tan a medio gas. Con la supresión del gore ya contábamos, pero es una lástima que tras una primera hora que apuntaba maneras gracias al uso del drama bien ejecutado como motor principal, la cosa se deshinche de tal manera. Malas decisiones, una villana que no está a la altura de lo remarcado que está su papel, y un guion que en vez de remediar los baches del original, no hace más que ahondar en los boquetes.
Seguimos con producción catalana acercándonos a la sala Tramuntana por primera vez para ver la nueva sci-fi de Mateo Gil: Proyecto Lázaro. Un drama existencial sobre la vida, la muerte, y el miedo que dan ambas. El pase generó opiniones bastante dispares, pero en general no muy alentadoras. Sin embargo la cosa pareció mejorar en el pase grande en el Auditori al día siguiente. Y es cierto que la película cae en la pedantería y en el vicio de la reiteración excesiva, pero cumple de maravilla a la hora de crear un sentimiento que se traduce muy orgánico en la cabeza del espectador. Yo al menos salí conmovido.