Siempre hemos vivido en el castillo
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Me llamo Mary Katherine Blackwood. Tengo dieciocho años y vivo con mi hermana Constance. A menudo pienso que con un poco de suerte podría haber sido una mujer lobo, porque mis dedos medio y anular son igual de largos, pero he tenido que contentarme con lo que soy. No me gusta lavarme, ni los perros, ni el ruido. Me gusta mi hermana Constance, y Ricardo Plantagenet, y la Amanita phalloides, la oronja mortal. El resto de mi familia ha muerto.» Con estas palabras se presenta Merricat, la protagonista de Siempre hemos vivido en el castillo, que lleva una vida solitaria en una gran casa apartada del pueblo. Allí pasa las horas recluida con su bella hermana mayor y su anciano tío Julian, que va en silla de ruedas y escribe y reescribe sus memorias. La buena cocina, la jardinería y el gato Jonas concentran la atención de las jóvenes. En el hogar de los Blackwood los días discurrirán apacibles si no fuera porque algo ocurrió, allí mismo, en el comedor, seis años atrás.
Shirley Jackson escribió seis novelas, más de cien relatos, dos libros autobiográficos y media docena de escritos infantiles, además de varios ensayos. Su primera novela fue The Road Through the Wall (1948), donde podemos observar como su estilo y modus operandi se abren paso, en su relato descriptivo de una pequeña ciudad de América, convirtiéndola por temática casi en una pieza complementaria de La Lotería. Para publicitar se les ocurrió a sus editores afirmar que su autora había practicado brujería, cosa que molestaba a Jackson ya que pensaba que se banaliza su trabajo. Otras novelas fueron: Hangsaman (1951), The Bird’s Nest (1954), The Sundial (1958) y La maldición de Hill House (1959). Precisamente de ésta última ha salido su adaptación más popular con la serie que estrenó Netflix en 2018. Para mí, de lo mejor, ya sea en cine o televisión, que pudimos ver durante el año pasado.