drama

Speak No Evil

Tan cerca. Tan lejos.

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K-11

¿Un exploit carcelario emparentado con la saga Crepúsculo?

K-11

Como Alicia en un País de las Maravillas brutalmente violento, el ejecutivo musical Ray Saxx Jr. se encuentra atrapado en K-11, una lugar muy especial del Sistema Penitenciario del Condado de Los Ángeles. Le ingresaron en prisión estando inconsciente y no tiene idea de cómo llegó hasta allí. Lo único que sabe es que tiene que salir pitando… vivo e intacto. Para lograrlo Ray deberá sobrevivir en un laberinto de drogadicción, travestis, criminales y políticos corruptos.

El K-11 es una prisión de Los Ángeles ocupada, en su totalidad, por reclusos gays y transexuales. Además la corrupción de los funcionarios, dirigentes y políticos, por lo visto todos ellos dispuestos a conceder beneficios a cambios de favores sexuales, campa a sus anchas tras los muros de la penitenciaría. Y en tan tremendo escenario aterriza un ejecutivo musical que no tiene ni puñetera idea de cómo ha llegado hasta allí. Sexo, drogas, violaciones, abusos, prostitución, violencia, corrupción… ¿Qué pensaríais si de pronto os digo que K-11 tiene más de un punto de conexión con la saga Crepúsculo? Cuesta creerlo ¿no?

Los últimos días

Fobia a la sociedad del siglo XXI

Los últimos días

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 3.5/5

Los últimos días

Os recordamos que Los últimos días, de los hermanos Pastor, se estrenará en las salas de cine españolas el próximo 27 de Marzo.

La semilla que plantaron los hermanos Pastor muchos meses atrás con aquel poster promocional de una Barcelona devastada y desolada, humedecía el paladar del ávido degustador de escenarios postapocalípticos. David y Àlex ya habían flirteado con la temática pandémica en su debut de rostro americano con Carriers (Infectados), pero esto era distinto, porque estos últimos días iban a tener lugar en nuestras calles. Tan cercano que se antojaba imposible reprimir la curiosidad y la emoción de comprobar el aspecto final de disaster movie que los directores catalanes tenían previsto imprimir sobre la ciudad condal. Solo con eso ya tenían media carrera ganada. Hay que añadir a la expectativa, además, la encomiable destreza mostrada en la realización de Carriers así como la singularidad narrativa del excelente cortometraje dirigido por Àlex en el palíndromo ciclo vital de La ruta natural. Una expectación, en resumidas cuentas, ante el cultivo del fantástico y terror español, del que tanto hemos hablado ya en este portal, tan laureado y ensalzado más allá de nuestras fronteras, y cuyo registro de nombres no hace más que dilatarse.

Tres años han sido necesarios para completar un proyecto cuya máxima ambición era convertir Barcelona en un páramo de calles desiertas, comercios vacíos, humo y ceniza, vehículos abandonados y mobiliario urbano destrozado. Como una resaca de victoria azulgrana llevada al extremo de la extinción. Es en ese aspecto donde los hermanos Pastor mejor reciclan la espectacularidad del cine americano y logran con excelente resultado convertir la destrucción en algo atractivo a ojos del espectador, fascinado por lo abrumador de su estética y por los lazos que le unen a esos espacios habitualmente transitados. Aún así, quepa avisar que no estamos ante un reportaje de Callejeros Viajeros y la gran parte de su metraje se desarrolla precisamente en lo opuesto a las panorámicas que contemplan el Arc del Triomf, las torres Mapfre o la Diagonal, ya que sus personajes se ven obligados a avanzar a través de una extensa red de túneles de metro potenciando así las sensaciones de agobio, claustrofobia y aislamiento.

Lo mejor: La Barcelona postapocalíptica. El mensaje optimista.

Lo peor: Flojo argumento.


Otro Verano

Historia de una obsesión

Otro Verano

Sara y Cano son una pareja de treintañeros que han alquilado un precioso chalet para pasar una cálida semana de agosto. Él es compositor de música pop con un disco que escribir por encargo; ella, una despreocupada hija de familia bien. Los primeros días en la casa de verano son perfectos: Sara toma el sol, Cano trabaja sin esfuerzo, comen y beben, se drogan, hacen el amor… Hasta que los celos soterrados y una inoportuna confesión acaban por enrarecer el ambiente entre ellos.

Una mañana, Cano despierta sin Sara a su lado. La busca sin éxito por toda la casa, por el jardín. Llama a la policía. Sara ha desaparecido sin dejar ningún rastro. Agotadas las opciones lógicas, Cano decide volver a la casa otro verano para repetir los pasos de aquellos días en busca de alguna pista. Necesita desesperadamente una respuesta.

Cada vez son más los directores españoles que, ya sea completamente en solitario o con el apoyo de pequeñas productoras, deciden, no solamente lanzarse a la dura aventura de sacar adelante un largometraje en un país en el que las subvenciones son poco más que un recuerdo lejano, sino que además se lanzan a autoproducir y autodistribuir sus propios proyectos. Es el denominado cine low cost, un término muy en boga en los últimos meses y que probablemente englobaría la interesantísima labor de realizadores como Norberto Ramos del Val (El último fin de semana, Summertime), Carlos Vermut (Diamond Flash), César del Álamo (Buenas noches dijo la señorita pájaro… muy pronto tendremos la reseña en Almas Oscuras), Juanra Fernández (Para Elisa), o quizás el caso más paradigmático - o al menos el de mayor repercusión mediática – , el Carmina o Revienta de Paco León.

Sin sangre nunca

El lado más oscuro de la ciudad

Sin sangre nunca

Dos extranjeros, Yerks y Cony, viajan a España a cumplir su sueño. Pero pronto se darán cuenta de que este país no es lo que ellos esperaban… más bien se convierte en su peor pesadilla cuando ella entra en un mundo del cual ya no podrá salir por sí misma.

El director, actor y guionista chileno, afincado en España, Yerko Espinoza, dirige, escribe y protagoniza su ópera prima Sin Sangre Nunca, una historia de amor que el mismo Yerko define como un neo western cruel, oscuro, violento y desalentador, pero al mismo tiempo con algunas pinceladas de humor y esperanza que trazan un sangriento retrato de la realidad que nos rodea. Es el mismo Yerko, que llegó a España a los 18 años con la intención de labrarse un futuro profesional en el campo del skateboard, quién define la producción de Sin Sangre Nunca como una especie de proceso de redención que se prolongó durante más de un año (entre preproducción y rodaje) plagado de dificultades: “Escribí mi mundo real, un mundo de dolor, penas, envidias, odios, sangre, muerte, un mundo en el que por muy oscuro que parezca, siempre hay una llama de luz encendida. Esa llama fue la que me ayudó a cambiar. Unos llegan por otros caminos a la libertad, yo ruedo una película que me enseñó todo lo que debía modificar de mí mismo. Sin sangre nunca me salvó.”

Los juegos del hambre

Un digno Battle Royale para iniciados

Los juegos del hambre

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DIVERSIÓN:
TERROR:
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GORE:
  • 3.5/5

Los juegos del hambre

Battle Royale es una de mis películas de cabecera. La primera vez que leí acerca de Los juegos del hambre no conocía la existencia de la serie de libros, al parecer muy famosos, en los que se basa y de los que saldrá una trilogía en cines. Al leer la sinopsis me pudo el enfado:¡Si esto es un plagio de Battle Royale! ¡Y lo quieren suavizar para fans de Justin Bieber! Aparte, por todos los rincones aseguraban que se trataba del nuevo Crepúsculo, con todo lo que eso conlleva: muchos prejuicios. Y eso que no soy un hater de la archipopular saga romántico-vampírica, pero ya que se ponían a hacer un Battle Royale estadounidense sin pagar los derechos a los responsables de aquella, ¡al menos tengan la dignidad de hacerlo bien! El tiempo pasó y se escapó de mi mente el proyecto. No sé muy bien porqué ni dónde, empecé a leer/escuchar que los libros de Los juegos del hambre, escritos por una tal Suzane Collins, estaban mucho mejor de lo que parecía; que todo eso de las comparaciones con Crepúsculo eran estereotipos baratos que no se sostenían una vez leídos; que la adaptación al cine pintaba cada vez mejor, con un reparto de lujo y un tono serio que, pese al inevitable PG-13, no evitaría contar el drama futurista que analiza los libros, sin dar mucha importancia a una historia romántica en ningún momento empalagosa. Bueno, puede que la cosa no esté tan mal, me dije.

Finalmente Los juegos del hambre llegó a los cines de todo el mundo, amasando unos espectaculares 686 millones de dólares de recaudación (408 de ellos en Estados Unidos, donde se ha convertido en todo un fenómeno social) y cosechando críticas muy buenas: en Rottentomatoes se registraron un 85% de valoraciones positivas, mientras que en Metacritic llegaban al 70%. El público también parecía entusiasmado y no faltaban las voces que aseguraban estar ante el mejor inicio de las franquicias juveniles de nuevo cuño. La dejé pasar hasta ahora cuando, tranquilo, en un día poco ocioso, decidí por fin sentarme ante la pantalla y ver por mí mismo que salió de aquella película cuyas noticias, hace más de un año, me creaban tanto prejuicio.

Lo mejor: Los primera hora y cuarto, la prometedora Jennifer Lawrence y la buena labor de un reparto de secundarios entre los que destacan Woody Harrelson o Stanley Tucci.

Lo peor: A la segunda mitad le falta garra y un mayor riesgo en la escenificación de la violencia. Gary Ross en las escenas de acción anda muy verde.


Tenemos que hablar de Kevin

El mal innato

Tenemos que hablar de Kevin

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 4/5

Tenemos que hablar de Kevin

Durante la historia del cine unas cuantas películas nos han avisado de que los niños pueden no ser esos seres angelicales que muchos adoran. Recientemente hemos tenido oportunidad de verlo en las magnificas The Children (2008) y La huérfana (2009), en la fallida Dictado (2012) o la mediocre Los chicos del maíz (2009), remake del pequeño clásico homónimo de 1984. Claro que, pocas de ellas ha pretendido indagar en algo poco común en el cine cuando hablamos de niños: el mal innato. A veces es por un virus, otras por posesiones de toda índole o por ser hijos del señor de las tinieblas, otras simplemente porque al chavalín se le cruza un cable por malas experiencias pasadas, o también porque a unos desesperados padres se les ocurrió enterrarlo en un siniestro cementerio. Y entre todo esto, muy habitual, sobre todo en los últimos años, las películas que con un giro inesperado nos develan que, por diversos motivos, no había maldad en esos niños o que no eran tan niños. Ahora, Tenemos que hablar de Kevin nos anima a entender el subgénero desde una óptica muy diferente y mucho más terrorífica.

No, no hablamos de una película de terror. Al menos no un terror cinematográfico. Tenemos que hablar de Kevin es un radiografía del mal. El ser humano tiende a dar por hecho que si otro ser humano comete un asesinato, debe haber una explicación detrás de sus actos. Puede que esté loco o puede que no. El caso es que debe haber, a lo largo de su vida, acontecimientos que le han llevado a tan cruento destino. Cuando vemos niños que van un poco más allá de la travesura, lo que nos viene a la cabeza es “uf, que malo le ha salido el niño” o “que carilla de malo tiene el chaval”. Pocas veces nos paramos a pensar que esa mirada, esa malévola sonrisa, podría ser el mal innato, la perdida de la inocencia desde el primer minuto de vida. Algo inexplicable, pero no por ello imposible. Presuponiendo la inocencia a tempranas edades, se dejan pasar actitudes que, en el futuro, pueden ser fatales. Las mismas familias acomodadas y con tendencia a evadir los problemas ceden ante dicha raíz, no creando monstruos, sino dejando que estos jueguen a su antojo. Sin olvidarnos de otros temas políticamente incorrectos como las consecuencias del miedo a la maternidad y los embarazos no deseados.

Lo mejor: Las sobresalientes interpretaciones de Tilda Swinton y Ezra Miller, la poderosa puesta en escena de Lyanne Rampsay y el modo directo y sin trampas de encarar la posibilidad del mal innato en cualquier ser humano.

Lo peor: Que se aproveche poco a un gran actor como John C. Reilly y que su tempo pausado e inicio aparentemente confuso puedan echar para atrás a más de uno.