drogas

El crimen de un misógino drogadicto

J. González (Chupasangre)

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Hellraiser Revelations

Y cuando creíamos que ya no podía ser peor...

Hellraiser Revelations

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Hellraiser Revelations

Lo mejor: Los efectos, la duración y la cenobita femenina (que es Chatterer en mujer), que está muy currada.

Lo peor: "Pinhead" y todo lo demás.


John Dies at the End

Un chute de serie B

John Dies at the End

Erase una vez una droga que prometía una sublime experiencia fuera del cuerpo con cada dosis. Las calles la nombran en susurros avariciosos: “Salsa de soja”, la llaman. Sus adictos juran y perjuran ser capaces de atravesar las dimensiones y doblar el tiempo con su uso, pero algunos de los que vuelven de estos “viajes” ya no son humanos. Parece que, repentinamente, la humanidad se ve sometida a una invasión soterrada de seres de otro mundo, y solo un heróe puede evitarlo. ¿Son John y David estos paladines? ¿Un par de vagos, incapaces de encontrar trabajo, metidos a detectives de lo paranormal? Vale, la humanidad está jodida.

Prestad atención, especialmente los amantes de la serie B, ¡Don Coscarelli vuelve con verdadera fuerza! “¿Quién diablos es este tipo con apellido italiano?”, os preguntaréis los más jóvenes. No es de extrañar que este director de cine fantástico permanezca, actualmente, en segundo plano debido a lo intermitente de su carrera, centrada principalmente en los ochenta y noventa, y su relativo silencio en los últimos años, así como una fijación malsana por los proyectos de bajo presupuesto controlados por el mismo (una de sus características más positivas es la redacción de la mayoría de los guiones de sus cintas).

Pues bien amigos, os hablo, ni más ni menos, que del director de la saga Phantasma (1979-1998) – cuyas dos primeras entregas son imprescindibles –, El Señor de las Bestias (1982) y la entrañable Bubba Ho-Tep (2002). Todas ellas son películas que destilan algo especial, podrán gustar más o menos sus historias, pero desde luego han conseguido elevar, de forma merecida, su estatus a cineasta de culto; al menos así lo ve un servidor y otros cientos de miles de aficionados. Con respecto a su peso en la industria del fantástico creo que es un hecho reseñable el que fuese invitado a participar con un capítulo en la serie, de obligado visionado, Masters of Horrors, aunque el resultado no fuese todo lo bueno de debería (Incident on and off a Mountain Road, 2005).

Neonomicon

Los mitos de Lovecraft se despelotan

Neonomicon

Un agente del FBI, Aldo Sax, investiga una serie de asesinatos rituales sin esclarecer. Sangrientos desmembramientos perpetrados con el mismo “modus operandi”, pero sin aparente relación entre ellos. Las pesquisas llevarán a Sax a un depravado submundo compuesto de música extraña, drogas y sexo; subcultura que es solo la antesala a nuevos descubrimientos, capaces de cambiar su vida y sumergirlo en los antiguos mitos de Cthulhu revividos, para la ocasión, con un simple chute de Aklo. Los trapicheos en el patio marcan el inicio de una desagradable historia donde lo explicito reina en el trono de R’lyeh junto al ominoso fin de la humanidad. Los ritos blasfemos cobran vida entre el olor metálico de la sangre y el acre sabor del semen, los adoradores de los primigenios lustran sus juguetes sexuales para la ocasión, mientras Los Gatos de Ulthar siguen sonando a todo trapo en el tocadiscos…

Toxic Lullaby

La resaca de nuestras vidas

Toxic Lullaby

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Toxic Lullaby

Quiero dar las gracias a Eddie Lamorgue (de LaMorgueCinema) por la traducción y montaje de esta cinta injustamente sobrepasada. Sin gente dedicada no podríamos ver obras minoritarias, como la que hoy nos ocupa, pero imprescindibles para iluminar al género de terror desde ángulos diferentes. ¡Seguid en la brecha!

Toxic Lullaby, escrita y dirigida por Ralf Kemper,es una producción alemana para televisión, que parte de una premisa sugerente: una bella joven, Eloise, tras un viaje psicotrópico a lomos del LSD, despierta sin saber muy bien donde está. Pues querida Eloise, el mundo ha sucumbido a una toxina que vuelve furiosa y sádica a la gente y la civilización se ha derrumbado. Unida a un misterioso grupo de supervivientes va desgranando sus confusos recuerdos mientras luchan contra un mundo hostil y salvaje como nunca hubiera podido alucinar. Una premisa interesante, ¿verdad? Desafortunadamente, la ejecución de la idea no es tan buena como podría.

Lo mejor: Los psicodélicos primeros compases y multitud de pequeños detalles de calidad

Lo peor: Esos pequeños detalles no cuajan a nivel global, debido a la abundancia de personajes sin desarrollar


Alyce

La pobre y loca Alicia la lía parda

Alyce

Jay Lee fue el principal culpable de la controvertida comedia de terror Zombie Strippers, y digo controvertida porque su planteamiento y reclamos estaban demasiado bien presentados como para depararnos el chasco que resultaba la dichosa cinta. Ni la presencia de Jenna Jameson ni Robert Englund ni un vergel de senos turgentes podían esconder la banalidad de una cinta barata bastante aburrida. Ahora, el director y guionista vuelve a la carga con un proyecto que a priori supone un cambio de tercio importante. No abandona el tono bizarro, pero esta vez para contar una historia más atractiva, profunda e incluso cercana al CAT III hongkonés.

Brain Damage

De penes-mojones agresivos y estanterías de video club

Brain Damage

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Brain Damage

No se si os habréis fijado, pero ¿no os parece mejor el cine casposo de los setenta y ochenta que el de los noventa para arriba? Puede que sea una cuestión nostálgica, pues el que suscribe es uno de esos nacidos a principios de los ochenta al que le pillo de cerca la movida de las series b y z de video club en aquel mítico (no tanto añorado) VHS. Recuerdo, como recordareis los de mi quinta o anteriores, aquellas estanterías en las que podías encontrar roñosos subproductos que, nunca nos preguntamos el motivo, para el aficionado loco que llevábamos (y llevamos, quiero pensar) dentro, tenían encanto. Si, aquello de ir al video club del barrio y tirarte una hora mirando estanterías y hurgando en los carros donde metían la mugre que ya nadie alquilaba, en los que podías llevarte tres o cuatro películas por quinientas pesetas. Que tiempos. Snif, snif.

Todo esto viene a cuento porque la película que nos ocupa es una de las cumbres simbólicas de dicho periodo. No porque sea de las mejores, ni de las peores. No porque sea una maravilla o porque su culto actual sea injusto o merecido. Más allá de todas esas cosas, relativamente triviales, encontramos el verdadero quid de la cuestión: es una genuina película ochentera de carátula y video club. Es lo que los peli-birreros disfrutaban en aquella época y probablemente seguirán disfrutando ahora. Los peli-birreros más jovenzuelos de este nuevo siglo puede que encuentren más gracia y disfute parodiando a su modo las películas de Michael Bay o Roland Emmerich. Eso, creerme (los nuevos), no es nada en comparación con el sano ejercicio de tumbarte en el sofá y comprobar, sin juicios ni parodias, el delirius tremens que se marcaron algunos cutre-directores con cutre-presupuestos y, sin embargo, un talento inusual dentro de tanta miseria. Si no fuese así, si no tuviesen dicho talento, ¿se hablaría más de dos décadas después de algo como Brain Damage?

Lo mejor: El talento del director para crear una convincente unión entre lo macabro y sórdido con lo de cómico e hilarante. También, las dos formas en las que se puede leer un guión con más sustancia de lo que parece.

Lo peor: Algún tramo irregular en el que se pierde el ritmo y algunas interpretaciones poco menos que espantosas, aunque eso era de esperar.