Uno se acerca a la sala de cine, se enfunda las cada vez más frágiles y destartaladas gafas 3D (por las que debo pagar un euro extra, que viene a sumarse a la cantidad adicional que debo abonar en taquilla por tratarse de una película 3D), y se dispone a reencontrarse con un héroe de la infancia, Joe Dante, un grande de los 80 en cuya filmografía encontramos un buen puñado de esos títulos que a muchos nos ayudaron a forjarnos como los adictos al cine fantástico y de terror que hoy somos: Gremlins, Piraña, Exploradores, Aullidos, Matinee…
Y le he encontrado. He encontrado a un Dante en estado puro. Quizás no sea el mejor Dante. Probablemente esté lejos de la rabiosa diversión de Gremlins o de las mejores cuotas de horror de Aullidos; pero Dante vuelve a demostrar, en su esperado regreso, esa capacidad suya para contar la misma historia de siempre ubicándola en un convincente, atractivo e inteligente escenario de fantasia y, en menor medida, horror.
Lo mejor: Es una buena película de terror juvenil.
Lo peor: Que con la excusa del dichoso 3D nos cobren una entrada más cara y un euro extra por las gafas.