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El Terror Intangible

Un artículo y selección fotográfica de Eduardo J. García

El Terror Intangible

“Soñaba con siluetas difuminadas en la oscuridad de las que sólo podía distinguir unas etéreas facciones que no llegaban a fundirse en su totalidad con la misma. Lo más parecido a unos ojos eran las ascuas rojizas que entre la negrura flotaban. Allí, quizás una boca perfilándose con una burda sonrisa a la par que, al descubierto, quedaban hileras de dientes no muy ordenados, y mucho menos normales, provocando una extraña sensación de desasosiego dentro de mi alma.

Tenía miedo, pavor de que una mano surgiera de entre esos abismos de los que apenas se distinguía nada, salvo el orden absurdo que el cerebro quería imponer a esa masa de color negruzco dotándola de contornos y formas tan raras como siniestras. El ruido blanco, transportado a la negrura, provocaba un erróneo devenir de ideas que intentaban dotar de sentido a todo lo que no lo tenía. No había nada, no podía haber nada; pero el empeño de que en realidad algo acechaba tras el velo de sombras se hacía cada vez más pesado: martilleando con dudas mi entendimiento, haciendo los trazos del vacío más reales, más sólidos. Y mi mente, encontró al fin los monstruos que mis ojos no fueron capaces de regalarme… porque en el fondo necesitaba verlos…”

El cine de terror, en los últimos años, ha mermado nuestra sensibilidad en pos de una especie de carrera por ver quien realiza la película más sangrienta, violenta o controvertida del momento. Hecho que, sobre todo, destaca cuando hablamos en términos de cine serio antes que festivo. Es decir, aunque muchas veces peque buscando la misma dirección epatante, el gore jocoso, el slapstick, ostenta una cualidad propia del comic, que lo hace más llevadero y ligero. Digamos que en cintas como Braindead, Re-animator o El terror llama a su puerta la parte hemoglobínica cumple otra función, simplemente divertir, lo que para nada llega a insensibilizarnos a base de sopapos con pedazos de carne supurante. Por otro lado, también me gustaría dejar a parte el ultra gore, ya no tanto por minoritario, si no porque su función artística se aleja, desde mi punto de vista, de lo que sería provocar terror o algo parecido.