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Trance

La mente es el peor enemigo

Trance

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 3/5

Trance

Danny Boyle tiene una habilidad especial para que cualquier película, sea el género que sea, termine teniendo connotaciones del cine de terror. Sus personajes siempre lo pasan mal, por el motivo que sea. A saber, la pesadilla del mono de un drogadicto, la de un joven urbanita en un viaje al presunto paraíso, la de los astronautas y científicos en una misión suicida contra el sol o la de un amante del deporte extremo atrapado entre rocas. Son solo algunos ejemplos de los temas que ha tratado Boyle, y que van desde el drama a la tragicomedia pasando por lo experimental y la ciencia ficción. Unas veces más acertado que en otras, siempre es un autor al que seguir en cada proyecto. Porque, ante todo, tiene personalidad. Trance no difiere con dicha dinámica. Sigue a rajatabla el ideal sobre que los personajes tienen que sufrir, cuanto más mejor. La diferencia es que, en esta ocasión, el enemigo es uno de los peores que puede tener el ser humano: su propia mente.

Simon (James McAvoy), subastador de artículos de bellas artes, se compincha con una banda criminal para robar una obra de arte que vale millones de dólares, pero después de haber recibido un golpe en la cabeza durante el atraco, descubre, al despertarse, que no recuerda dónde ha escondido el cuadro. Cuando las amenazas y la tortura física no logran ninguna respuesta, el jefe de la banda (Vincent Cassel) contrata a una hipnoterapeuta (Rosario Dawson) para que hurgue en los recovecos más oscuros de la psique de Simon. A medida que va adentrándose en su destrozado subconsciente, lo que está en juego llega a ser mucho más y los límites que separan el deseo, la realidad y la sugestión hipnótica comienzan a difuminarse y desaparecer.

De este modo, una clásica película de robos se convierte en otra pesadilla donde nada es lo que parece. Tanto, que el último tercio del guión se resume en continuos giros argumentales que entorpecen el ritmo y hacen inevitable el típico recurso de los flashbacks para que el espectador no se pierda. No obstante, las incongruencias no desaparecen con las explicaciones. Y el libreto de Trance, escrito por Joe Ahearne y John Hodge no escatima en esas idas de olla que vuelven confuso lo que ya había sido comprendido. Es el principal punto negativo de una propuesta que, por lo demás, se ve con interés, sobre todo durante los sensacionales primeros 45 minutos, y se guarda en la manga varios momentos para el recuerdo que no desvararé aquí. De hecho, es importante saber lo menos posible.

Lo mejor: Las interpretaciones, la banda sonora y la siempre estimulante puesta en escena de Boyle.

Lo peor: El guión decrece a partir de la segunda mitad. Su desenlace es demasiado precipitado para todo lo que pretende explicar.


The Hypnotist

Los malos recuerdos que duerman

The Hypnotist

El inspector Joona busca la ayuda de un psiquiatra especializado en tratamientos de hipnosis. El caso que lleva entre manos está envuelto en misterio, nadie sabe quien acabó con los padres de un joven en estado vegetativo y quizás el mesmerismo sea la llave para penetrar en sus recuerdos y por ende descubrir al autor del crimen. Sin embargo, el doctor Bark se muestra reticente: experiencias pasadas le han demostrado que la hipnosis tiene un alto precio y sabe que esta vez no será una excepción…

¿Os suena Lasse Hallström? Bueno, incluso un servidor que es un detractor algo pesado del cine comercial, y más cuando se trata de dramas familiares o romanticismos varios de lenta cadencia como los que le pirran a Hallström, tiene que reconocer que la carrera de este director sueco es abrumadora. Sobre todo cuando, tras conocer las mieles del éxito internacional con Mi Vida como un Perro, fue “raptado” por la maquinaria de Hollywood para convertirse en un prolífico cineasta, que por muchas presiones comerciales que recibiese nunca renunció a imprimir el malogrado “sello de autor” en sus obras. Caso muy similar al de cientos y cientos de cineastas que intentan refugiarse en Estados Unidos como meca creativa, frente a las dificultades por las que atraviesa la industria en los países occidentales, aunque en el caso del director sueco, su marcha se produjese hace bastantes años.