Presentamos en esta nueva edición de “Fantasmas por el más aquí, Fantasmas por el más allá” otro misterio inexplicable. ¿Licántropos? ¿Chupasangres? ¿Banqueros íntegros? ¡Todo lo contrario! Bajo la típica fachada de otro caso paranormal común, la conocida casa suburbana recién ocupada por una nueva familia presta a ser aterrorizada por fenómenos sobrenaturales como la parálisis del sueño, encontramos el extraño hecho de “las personas convertidas en plástico”. Lejos de referirnos a “dummies”, estamos hablando de actores que por algún motivo ven su piel transformada en un tejido sintético brillante que les impide la correcta gesticulación facial, provocando una parálisis emocional donde la misma cara acompaña tanto el fornicio como el duelo en el velatorio. Aunque se dice que el mayor exponente actual de este terrible caso podría ser Nicolas Cage, un fenómeno para darle de comer aparte, encontramos en la mansión “Be Afraid” un ejemplo no menos escalofriante: Brian Krause, entrañable actor para el mundillo de los investigadores de lo oculto, por aquello de haber interpretado a un atractivo ángel en la serie “Empufadas”.

Conscientes de nuestra labor como investigadores de lo paranormal, hoy en “Fantasmas por el más aquí, Fantasmas por el más allá” queremos dejar a un lado los miedos y adentrarnos en lo que quizás sea el caso más execrable, terrorífico y misterioso de todos a los que nos hemos enfrentado: la caspa ectoplasmática. Unas veces más o menos visible, la formación de costra epitelial bajo los cabellos no se reduce al ámbito de los vivos, y aunque dudamos claramente de que un espectro tenga pelo, se ha focalizado el fenómeno en suelo norteamericano, más concretamente en mansiones ocupadas por inocentes familias. Tras el famoso caso de Cuesta Verde y la familia Freeling se han documentado numerosos sucesos parecidos pero con la características de una funesta invasión de motas de ectoplasma. Algo que demostraba claramente el infame documental “Ghost House”.

Queremos analizar en otra edición “Fantasmas por el más aquí, Fantasmas por el más allá” el mimetismo que sufren algunas de las apariciones actuales, además a través de un complemento que nunca pasa de moda: el sombrero. Así descubrimos maravillados como en Australia le ha salido un primo expresionista al conocido “Babadook”, ese trasunto de la mente que daba mucho miedito. No en vano ambas criaturas pertenecen a la tierra de los canguros y… ¡llevan sombrero! Y aunque la diferencia entre los dos casos es sustancial, en el presente no encontramos a una madre viuda si no a un detective y a su preciosa esposa embarazada, se detectan ciertos paralelismos por la influencia maléfica sobre ellos que desarrollan los hogares de ambas familias. ¿Existe algo más apetitoso para el más allá que los niños? ¡No hablemos de los no-nacidos!

Tres hombres y una mujer, presos de dudosas motivaciones, deciden secuestrar a la hija de un rico comerciante. Todo sale a pedir de boca, quizás demasiado, hasta que le moza en cuestión revela que bajo la falda no esconde ni conejo ni rabo, si no un demonio “terrrrrrible” que amenazará las almas de nuestros protagonistas.

“From a House on Willow Street” prometía ser uno de los estrenos fuertes de este trimestre a pesar de la escasa fe que le resta a uno en las venas. Sin embargo nos encontramos ante las peores maneras de la serie B, concretamente encarnadas en una historia y guión que gozan de desarrollo típico de sus diferentes clichés. Es decir, el qué y el cómo lo hemos visto miles de veces… y bastante mejor. El origen creativo de la película tiene una clara intención: Rápido no sea que los “home invasion”, aquellos capaces de darle la vuelta a la tortilla como “No Respires” o “You’re Next” (donde precisamente encontramos a la protagonista de la presente), pasen de moda. ¡Ya le gustaría a esta película parecerse a alguna de las citadas! El clásico caso de explotación realizada a toda prisa y encubierta tras un bonito póster, lo mejor de la película sin duda. Si me apuráis os diré que prefiero afrontar obras de pelaje similar, pero provenientes de Italia y con un par de décadas a la espalda, al menos son más entretenidas o incluso puedes echarte unas risas a su costa.

Joe está tan saturado de películas de terror que nada le da miedo. Hasta que contrata una experiencia interactiva con una misteriosa empresa.

Venía avalada con buenas críticas de la prensa especializada norteamericana… como suele ser habitual los estadounidenses barren para casa y nos intentan vender una sus películas independientes que, en otra época, no hubiese alcanzado distribución nacional. Presentada al público español en la pasada edición del festival de Sitges, “Fear, Inc.” intenta erigirse en la nueva comedia de horror de referencia para las generaciones actuales. Igual que se alabó “Tucked & Dale vs Evil”, un poco exageradamente, la película de Vincent Masciale juega con los tópicos, en este caso sobre la cinefilia terrorífica, para construir una base cómica que descoloque y divierta a los aficionados expertos. Claro que el principal problema es que no hace gracia alguna, buena culpa de ello la tienen sus personajes faltos de carisma, además interpretados sin mucha profesionalidad, lo que supone todo un reto visionar las desventuras de nuestros protagonistas.

Cuando el entusiasta de las películas de horror Joe Foster descubre la existencia de la empresa “Fear, Inc.”, especialistas en provocar miedo, se lanza a contratar sus servicios. Tan pronto como la supuesta experiencia en vivo comienza, Joe se siente como un niño en una fiesta, si por niño entendemos un capullo treintañero y por fiesta una matanza perpetrada por los cenobitas. Hasta que, como viene siendo habitual, todo se saldrá de madre con una facilidad pasmosa.

Creo que como aficionados al terror todos nos hemos planteado alguna vez hasta donde podríamos forzar nuestros propios límites del miedo. Es decir, una vez superada cierta edad, mermada la capacidad de sorpresa, ¿qué película, libro o experiencia “ficticia” puede volver a revolucionar la adrenalina en mi cerebro? Siempre podemos irnos a pasar unos días a Ciudad Juárez con una camiseta cuyo eslogan rece: “I’m a gringo and I hate mexicans”, pero el placer de nuestra afición reside en la cómoda red de seguridad, marca Realidad™, que nos salvará de la caída.