Escribía la feminista Flora Tristán a comienzos del siglo XIX: “He dicho, después de haberlo comprobado, que en el Perú la clase alta está profundamente corrompida y que su egoísmo la lleva, para satisfacer su afán de lucro, su amor al poder y sus otras pasiones, a las tentativas más antisociales” y parece que en los siguientes 2 siglos la cosa no ha mejorado… Guto Parente, director de la cinta brasileña que reseñamos, apunta con su cámara a esta clase privilegiada y la dibuja como un monstruo insensible y enfermo capaz de amputarse miembros para asegurar su pervivencia.

Octavio y Gilda son una adinerada pareja que disfruta devorando a su servicio doméstico. Octavio, además, pertenece a un selecto grupo de adinerados caníbales que disfrutan viendo sexo en vivo y degustando, después, a la infortunada pareja invitada. Durante una elitista fiesta Gilda descubre un oscuro secreto de Borges, líder del Club. Un secreto que puede poner seriamente en peligro sus vidas.

En los minutos iniciales del film contemplaremos a Octavio observando furtivamente a su mujer haciendo el amor con el guardés de la finca. Sujeta en su mano un hacha mientras que con la otra se masturba…

Hemos perdido ya la cuenta del numero de películas con niño malvado que hemos visto a lo largo de nuestra vida. Se trata de un subgénero realmente agotado y que a día de hoy funciona mejor como elemento dentro de otros terrores que como base sobre la que mantener tu película. El error viene, además, cuando nos creemos que la cara de cabrón del niño de turno puede mantenernos aterrorizados durante hora y media y encima ser mínimamente verosímil. Si decides jugarte toda tu película a una sola carta debes estar muy seguro de que esta justificará dicho protagonismo.

En el caso de The Prodigy, el niño de marras (Jackson Robert Scott) cumple con el papel sin problema alguno. Su uso de la expresión facial intermitente entre lo diabólico y lo tierno lleva el peso de la credibilidad a lo largo de la narración.
Y aquí, en el uso de su piedra angular, es donde la película mueve pieza de manera interesante. Pues daba esta sobreexplotación infantil y lo difícil que es dar con una idea nueva y original que justifique el contexto, McCarthy (como ya hizo antes en El Pacto y Home) decide moldear el “cómo” antes que el “qué”. Dichas anteriores propuestas hacían un uso muy visual de la narrativa. El Pacto, por ejemplo, era una historia de fantasmas bastante conocida, pero contada desde la aspereza y frialdad más propia del Thriller, e incluso tomaba la decisión de añadir elementos de dicho género en su historia.

Viene sucediendo últimamente que, películas con las que la “crítica profesional” se motiva especialmente para poner por los suelos, tienen un funcionamiento inverso en la taquilla. Sin ir más lejos, dos de los grandes éxitos de 2018 fueron Megalodón y Venom. Sobre todo en el caso de esta última, se llegó a decir que era lo peor del año en no pocos medios. Ahora bien, salvando las distancias, pues, bajo mi punto de vista, Glass tiene bastante más cine que ambas, aquí las malas críticas se deben a otros factores. Y es que hay un absurdo odio hacía su director y guionista, M. Night Shyamalan, en Estados Unidos. Salvo contadas excepciones, sus películas son vapuleadas de forma automática por la crítica de aquellos lares. Incluso la enorme y hoy puesta en su lugar, El protegido (2000), sufrió palos por doquier. A la vista está, se equivocaron.

Morf Vandewalt es un respetado crítico y marchante de arte de la ciudad de Los Ángeles, propietario de una galería junto con Rhodora Haze. En este frívolo ambiente, los grandes coleccionistas pagan desorbitadas sumas de dinero cuando el arte vende y se convierte en negocio. Después de descubrir una serie de impactantes y misteriosas pinturas de un artista desconocido, Vandewalt comienza a experimentar sucesos sobrenaturales. Ahora, todos aquellos que contemplaron y compraron aquellas pinturas están en peligro, ya que una fuerza sobrenatural quiere vengarse de aquellos que han permitido que su codicia se interponga en el camino del arte.

Dan Gilroy, director, Jake Gyllenhaal y Rene Russo, protagonistas, repiten tras la mágnifica Nightcrawler (2014). Esto ya debería ser suficiente reclamo para que vayamos de cabeza a ver Velvet Buzzsaw. Pero es que además, hay que sumar al reparto nombres como John Malkovich, Toni Collette o la joven Natalia Dyer. ¿Y la historia qué? ¿Venganzas sobrenaturales en el mundo de la pintura? Pues viniendo de Gilroy y conociendo la citada Nightcrawler, podemos esperar no sólo una película de terror interesante e inquietante, sino una mordaz crítica. Y es que Gilroy no dejaba títere con cabeza en aquella, en su aproximación al periodismo moderno y la búsqueda del morbo y el sensacionalismo a toda costa. Pero es en la labor de guionista en la que este tipo es más conocido: Freejack (1992), The Fall: El sueño de Alexandria (2006), El legado de Bourne (2012) o Kong: La Isla Calavera (2017). De todo un poco, vaya.

John Wick regresa a la acción, solo que esta vez con una recompensa de 14 millones de dólares sobre su cabeza y con un ejército de mercenarios tras de sí. Tras asesinar a uno de los miembros del gremio de asesinos al que pertenecía, Wick es expulsado de la organización, pasando a convertirse en el centro de atención de miles de asesinos a sueldo que esperan detrás de cada esquina para tratar de deshacerse de él.

Si sois fans del cine de acción, seguro que no se os ha pasado ver unas cuantas veces John Wick (2014) y John Wick: Pacto de sangre (2017). De hecho, seguro que las tenéis entre vuestras favoritas del género de los últimos años. No es para menos. Lo que surgió como una película pequeña (20 millones de dólares de presupuesto) y con un actor, Keanu Reeves, bastante olvidado desde que alcanzara la cima del éxito con la trilogía Matrix (1999-2003), se convirtió en uno de los sleeper del año y, rápidamente, en culto. Tanto es así, que su secuela llegó en olor de multitudes, con más dinero (50 millones) y dobló su recaudación mundial: 88 y 172 millones, respectivamente. Y también gustó mucho. Su final abierto no dejaba lugar a dudas: John Wick volvería con una tercera entrega en la que, ahora sí, su guerra no será personal, sino global.

Os reseñamos un producto serie B que podría haber funcionado mucho mejor si no hubiera complicado su trama y se hubiera centrado algo más en lo que realmente funciona de la propuesta: el tomate. Y es que la sangre y la muerte puede ayudar en una cinta de terror a comulgar con situaciones estúpidas, malas frases y argumentos incomprensibles. “Dead night”, que tiene todo esto, puede gustar en un día aburrido sin mucho quehacer, pero desde luego, dista de ser un título a recordar pasados pocos minutos.

Una familia viaja a una remota cabaña a pasar unos días de vacaciones. La casa está construida sobre un yacimiento de hierro que, dicen, tiene propiedades para equilibrar a quienes ocupen el lugar.