The Factory
Thriller Vintage
- Título original: The Factory
- Nacionalidad: USA, Australia | Año: 2011
- Director: Morgan O’Neill
- Guión: Paul Leyden, Morgan O’Neill
- Intérpretes: John Cusack, Jennifer Carpenter, Dallas Roberts
- Argumento: En Buffalo, han desaparecido varias prostitutas. Nadie, salvo el policía Mike Fletcher, sospecha de estas desapariciones.
DIVERSIÓN: | |
TERROR: | |
ORIGINALIDAD: | |
GORE: |
- 2.5/5
Seven, de David Fincher (1995), y El Silencio de los Corderos, de Jonathan Demme (1991), dos thrillers que no necesitan ningún tipo de presentación son, además, dos películas que redefinieron el género y, a su vez, lo perjudicaron. Suele pasar: cuando la sombra de algo es tan alargada, cuesta mucho salirse de ella. El Silencio de los Corderos ofreció, entre sus mil virtudes, al psicópata inteligente por antonomasia. Ante Hannibal Lecter no quedaba más remedio que cagarse en los pantalones. Seven, entre sus mil virtudes, demostró que el thriller podía poner los pelos tan de punta como la mejor de las pelis de posesiones o de muertos vivientes.
Y, por culpa de ambas, los noventa estuvieron plagados de thrillers con psicópatas: El Coleccionista de Huesos (The Bone Collector, 1999) de Phillip Noyce; El Coleccionista de Amantes (Kiss the Girls, 1997) de Gary Fleder; Resurreccion (1999) de Russell Mulcahy; Jaquel al Asesino (Knight Moves, 1992) de Carl Schenkel; Jennifer 8 (1992) de Bruce Robinson… y un largo etcétera.
Si en la enumeración anterior estuviera incluida The Factory no nos daríamos cuenta. La única diferencia con algunos de esos títulos es que hay entre ambos veinte años. Por lo demás, nada: lo protagoniza uno de los rostros más emblemáticos de los noventa, John Cusack (eso sí, con casi cincuenta años); es una producción de Dark Castle, que empezó sus andaduras por aquel entonces (House on Haunted Hill, William Malone, 1999), y cumple a rajatabla con todos los tópicos del género que Seven y El Silencio de los Corderos codificaron, para bien y para mal.
Lo mejor: No aburre.
Lo peor: Ya no tenía sentido volver a hacer lo mismo una y otra vez en los noventa; menos aún dos décadas después.