vampiros

Hollyblood

Ni para adolescentes

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Lifeforce, Fuerza Vital

Los vampiros del espacio

Lifeforce, Fuerza Vital

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 3.5/5

Lifeforce, Fuerza Vital

Tobe Hooper siempre ha sido un director criticado, que se ha ganado muchos odios entre los fans del terror, y por diversos motivos. Unos critican su irregularidad, que le hacía entregar grandes títulos un año y productos olvidables el siguiente. Otros muchos un palpable deterioro de su inspiración, que le lleva a no conseguir acabar ninguna película digna de recuerdo desde finales de los ochenta. Pero la mayoría no le perdona por haber ridiculizado su primera y definitoria La matanza de Texas con su secuela doce años más tarde, en la que se huye de la seriedad de la seminal primera parte para ridiculizar todo horror presente con humor y música desenfadada.

Tanto si se concuerda como si no con esta visión de Hooper, la película que nos ocupa se rodó precisamente justo antes en ese lejano 1986, y qué sorpresa, también cosechó de todo menos unanimidad. Lifeforce, Fuerza Vital fue producida por el grupo Cannon, los estudios de los judíos Golan y Globus, expertos en entretenimiento rápido, barato y eficiente, que auspiciaron productos tan cutres pero entrañables en los 80 como las sagas de Delta Force y El guerrero americano, aparte de otros sueltos de la solera de Cobra o Contacto Sangriento. En esta ocasión se cuidaron más de lo habitual los valores de producción, y es que los efectos especiales de Lifeforce aguantan increíblemente bien el paso del tiempo, mejor que muchas otras películas de la época con más presupuesto detrás. El punto de partida era una novela de ciencia ficción del reputado escritor y filósofo británico Colin Wilson, novela que se intentó respetar al máximo.

Lo mejor: Efectos especiales e imaginería. Actores solventes en vez de caras bonitas inexpresivas.

Lo peor: Ridiculez por momentos. Diálogo inapropiado para ciertas escenas


Call Girl of Cthulhu

A Lovecraft le sale caspa

Call Girl of Cthulhu

Artist Carter desea, desesperadamente, perder su virginidad, pero sólo si encuentra a la persona adecuada. Cree que ha encontrado a la persona adecuada en Riley, una chica marcada con una extraña marca de nacimiento en sus posaderas. Los sueños de amor de Carter pronto se desvanecen, ya que varios miembros del culto de adoración a Cthulhu ven en la marca de nacimiento de Riley una señal de que la muchacha está destinada a convertirse en la novia de Cthulhu y dar a luz a su hijo. Ahora todo está en manos de Carter quien, ayudado por Edna Curwen y Squid, deberá encontrar la manera de detener el culto de Cthulhu.

No me considero un gran conocedor ni un gran aficionado a la obra de H. P. Lovecraft, aunque he leído algunos de sus libros (pocos), y por lo tanto no sé muy bien qué opinarán de una película como Call Girl of Cthulhu aquellos que de verdad seais auténticos fans del genio de Providence. Esos mismos fans que todavía estáis esperando la adaptación definitiva de alguna de las obras cumbres de Lovecraft (siempre he oído decir que la obra de Lovecraft, casi por tradición, ha sido más bien maltratada por el séptimo arte). En cualquier caso Call Girl of Cthulhu no pretende engañar a nadie: lo suyo es puro exploit repleto de tentáculos, mutilaciones, culos tatuados, tetas-monstruo y gore desquiciado. La página que la película tiene dedicada en la Wikipedia lo deja bien claro: “Una película probremente inspirada en la obra de Lovecraft”. Un entretenimiento cercano a la serie Z que fue recibido, por algunas páginas web especializadas en el género, como una de las mejores contribución del terror independiente al extinto 2014. Yo me apunto antes a Call Girl of Cthulhu que al remake de Poltergeist.

Los viajeros de la noche

Vampiros de la carretera

Los viajeros de la noche

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 4/5

Los viajeros de la noche

—¿Qué edad tienes? —pregunta Caleb.
—Digámoslo así—responde Jesse—: Peleé para el sur.
—¿El sur?
—Perdimos.

Jesse es un vampiro. Quizá uno de los menos conocidos —a diferencia de Lestat, Drácula o el pedófilo Edward Cullen—, y en cambio es uno de los más agresivos, despiadados y terroríficos vampiros en la historia del género. Ópera prima de Kathryn Bigelow, Near dark (en España se conoció como Los viajeros de la noche) es un western/horror que pasó sin pena ni gloria por las salas cine y que, con el paso del tiempo, se ha convertido en toda una película de culto para los conocedores del género.

Probablemente su baja recaudación se debiera, en parte, a que Kathryn Bigelow era una total desconocida para la época —ni siquiera los productores de la película tenían fe en ella. Recibió un ultimátum: “si en tres días no daba muestras de controlar la filmación la despedirían”. Pero no sólo controló el set de Near Dark, sino que con el tiempo se convirtió en una de las directoras más importantes de Hollywood. Realizó películas como Le llaman Bodhi (Point Break, 1991), Días extraños (Strange Days, 1995), K-19: The Widowmaker (2002); así como sus filmes más famosos: En tierra hostial (The Hurt Locker), con el cual se llevó el Óscar a la mejor película y mejor dirección en 2008, ganándole la partida al mismísimo James Cameron; y La noche más oscura (Zero Dark Thirty) en 2012, película que relataba la caza de Osama Bin Laden. También es muy probable que su baja recaudación se debiera a que compitió en las salas con Jóvenes Ocultos (The Lost Boys, 1987), la famosa película de Joel Schumacher que arrasó en taquilla tratándose de un filme menor y, para un servidor, uno de los grandes churros del cine de vampiros.

Lo mejor: El retrato del vampirismo.

Lo peor: La muerte de los “malos”.


What we do in the shadows

No todo es beber sangre... luego hay que limpiarla.

What we do in the shadows

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 3.5/5

What we do in the shadows

Antes de entrar en faena con la cinta de esta reseña me gustaría referirme a una comedia clásica de Roman Polansky que era, hasta que vi la que hoy nos ocupa, la mejor comedia con vampiros de por medio que había tenido el placer de degustar. Me estoy refiriendo, por supuesto, a El baile de los vampiros. La película de Polansky es mucho más blanda que What we do in the shadows, y vista hoy en día su humor ha perdido gran parte de su fuerza original… aún así muchas de sus secuencias siguen siendo una delicia y la obra es un clásico de la historia del cine. Me aventuro a decir que esta comedia neozelandesa será también, con el paso de los años, otro referente del género.

El rodaje de un documental en un nido de vampiros, en la ciudad de Wellington, nos hará partícipes de sus costumbres, de los pros y los contras de su existencia y de las dificultades que tienen para adaptarse al mundo actual. La llegada de un vampiro de nueva creación trastocará su mundo y seremos testigos de los violentos cambios que amenazarán su existencia.

Es muy difícil encontrar una comedia que, una vez presentadas las cartas con las que juega, no pierda intensidad e interés con el paso de su metraje… De hecho suele ser frecuente, en muchísimos títulos, caer en el aburrimiento más desolador pasados sus primeros minutos para no remontar, si es que lo hace, hasta su conclusión, que viene a ser la traca final de la fiesta. Pues bien, esto también le sucede a What we do in the shadows… aún así, en el momento más flojo, la intensidad de sus gags y el acierto de los mismo es sobresaliente. Se trata de una variedad de gags que contentará a todo tipo de público, pues combina, con gran inteligencia, los chistes de la comedia de situación, con los visuales, el humor del absurdo, la parodia de otras cintas y novelas del género y la comedia gore (aunque de esto hay sólo pequeñas pinceladas).

Lo mejor: Excelentes ideas bien explotadas y en una duración correcta que evita el aburrimiento.

Lo peor: Es simple entretenimiento y humor superficial, si no entras en él no encontrarás alicientes en la cinta.


The Ecstasy of Isabel Mann

Dolor que emana sangre

The Ecstasy of Isabel Mann

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 3.5/5

The Ecstasy of Isabel Mann

Ha pasado ya un año y algunos meses desde que vi Railway Children, de Jason Figgis, una película muy amateur, sacada adelante sin recursos - de un modo muy artesanal – protagonizada por un par de debutantes prepúberes y adolescentes, pero con una historia ambiciosa, con mucho que aportar y que, de algún modo, me conmovió. Pero sobre todo vi en Railway Children mucho potencial. Es por eso que cuando arrancó la campaña de indigogo para financiar The Ecstasy of Isabel Mann, la nueva película del mencionado Jason Figgis, no dudé en contribuir a la causa aunque fuera con una diminuta aportación; y siendo franco, os aseguro que fue la primera vez que contribuía en una campaña de crowndfunding. Y no me arrepiento. Conecto con el estilo y las propuestas de Figgis, y estoy convencido que algún día nos regalará una película realmente excelente.

Puestos a analizar el resultado final, The ecstasy of Isabel Mann es un buen paradigma de ese estilo de Figgis que os comentaba. Una película, nuevamente, muy precaria en cuanto a medios, pero mucho más cuidada y elegante - con planos originales y realmente bellos – si la comparamos con sus anteriores trabajos. The ecstasy of Isabel Mann bien podríamos encontrárnosla en la programación de cualquier festival de cine fantástico. La película narra la caída a los avernos de Isabel Mann, personaje interpretado magistralmente por Ellen Mullen – que era el ente oscuro y corrupto de Railway Children, y que en esta ocasión ve como todo el peso de la película recae sobre sus espaldas -, una adolescente que se siente perdida y abandonada tras la muerte de su madre y que se envicia en el arte de beber sangre. La dejadez de la figura materna es el dogma de Isabel Mann, dispuesta a hacer lo imposible por cubrir esa pérdida, lo que nos explica el porqué de su debilidad y su perdición.

Lo mejor: Ellen Mullen.

Lo peor: el resto del reparto dificulta su digestión. La trama policiaca es espantosa.


Dejame entrar

Simplemente la mejor película del año

Dejame entrar

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 4.5/5

Dejame entrar

Esta reseña se publicó originalmente el 9 de diciembre de 2008.

El cine de terror contemporáneo está plagado de lugares comunes, personajes reconocibles e incluso situaciones y diálogos que, prácticamente, nos sabemos de memoria (está bien… aceptamos que ni un solo protagonista de una película de terror tenga cobertura en su teléfono móvil). Es una realidad, no una queja. Al fin y al cabo se trata de una serie de constantes que definen un género que adoro y con el que, irremediablemente, siempre acabo tropezando. Y bajo esos lugares, personajes y situaciones que forman parte del imaginario colectivo del género de terror, cada año nos llegan propuestas capaces de entusiasmarnos y de colmar nuestras expectativas más exigentes (particularmente, de la actual cosecha me quedo con títulos como “Midnight Meat Train” o “Eden Lake”).

Pero reconozcámoslo, es complicado – muy complicado – llegar a sorprendernos. Por esta misma razón Déjame Entrar se me antoja uno de los títulos más importantes e imperecederos de la última década. El sueco Tomas Alfredson, director de Déjame Entrar, ha conseguido lo que parecía, a día de hoy, imposible: una película original, innovadora, insólita, con una capacidad constante de sorprendernos y hacernos creer que estamos ante algo que no hemos visto nunca antes. Terreno inhóspito, pendiente de descubrir. Y todo ello – por si fuera poco – respetando y aportando una fascinante y personal visión del mito vampírico clásico (casi nada…).

Lo mejor: Que sea tan distinta.

Lo peor: Que en Hollywood ya esté en marcha un innecesario remake. O que alguien pueda ponerla en el mismo saco de vampiros adolescentes de "Crepúsculo" (Twilight).