Oditty

No sé si habéis visto Caveat... si no es así y se os pone a tiro, os diré que es una película que, pese a sus evidentes carencias, como una textura de vídeo digital que no casa con la puesta en escena, o su argumento rebuscado y estirado de más, es una cinta notable, con una atmósfera tenebrosa realmente bien conseguida que merece la pena revisar. La película supuso el debut en el largometraje de Damian McCarthy, que también se encargó del guion.

El protagonista de esta pesadilla es un hombre con un pasado neblinoso, que acude a una solitaria isla para cuidar a una mujer con serios problemas mentales. Pronto descubriremos que las condiciones laborales de este trabajo son, por decirlo de alguna forma, exóticas, y que la casa, además de corrientes de aire, es recorrida por algo más inquietante.

Este año una de las películas que más disfrutamos en el Festival de Sitges y que llega este mismo viernes a los cines, es el segundo film de su realizador: Oddity. Una cinta de terror que, como veremos, repite todo lo que funcionaba correctamente en Caveat perfeccionando el resultado.

Un año después del asesinato de su hermana gemela, nuestra protagonista, una médium ciega, acude a la villa donde sucedió todo para tratar de percibir respuestas respecto al crimen. Allí le espera la nueva pareja de su cuñado, con la que se quedará a solas, únicamente acompañadas de un extraño maniquí de madera que la vidente ha traído y que posee poderes esotéricos.

Damian McCarthy vuelve a situar la acción en prácticamente un único emplazamiento y también con muy pocos personajes. Como en su primera cinta, la narración se fragmenta, en este caso incluso más, para mantener la intriga en el espectador. También reincide en su mezcla de un relato de fantasmas con un thriller de asesinos. Añade un tratamiento del encuadre y la fotografía mucho más pulido, donde la cámara tiende a estar fija y abundan menos los planos cortos; una forma de rodar clásica que se potencia por la añeja apariencia de su protagonista, que parece salida de una cinta de Alfred Hitchcock (a ratos parece Vértigo, de entre los muertos y en otros recuerda a Tippi Hedren en Los pájaros). Poco amigo de la violencia explícita, el realizador juega a que imaginemos. Resuelve el crimen que articula la trama, con una solución de montaje absolutamente brillante y efectiva, que me recordó a una de las decisiones de montaje más osadas y brillantes de La sociedad de la nieve de Bayona.

Si en Caveat un conejo de cuerda nos ponía de los nervios (el dichoso juguete tiene un cameo también en esta), aquí el objeto que nos pondrá la piel de gallina es el enorme maniquí de madera. Este muñeco en cuestión se inspira en el Golem de la tradición judía y en el tótem del jefe indio de la antología Creepshow II. Su simple presencia inquieta por sí sola, pero McCarthy además lo cambia de posición de escena a escena, potenciando la sensación de amenaza.

Elegante, con unos sustos medidos que nunca entorpecen la narración y un buen trabajo de dirección de actores, Oddity es la confirmación de que el talento de Damian McCarthy no ha hecho más que emerger. En una industria de planos repetidos y modas, se perfila como un autor con caligrafía propia y además muy sugerente.