Definition of Fear

Ingredientes básicos para la receta de una película casposa “made in Great Britain”:

Cuatro actrices medianamente atractivas y de caché bajísimo.
Una cabaña solitaria en el bosque, a poder ser un decorado reciclado para que salga de saldo.
Un tablero de ouija (el cual nadie podrá imaginar que lo usamos a rebufo de un reciente “éxito” comercial).
Un espíritu invisible para no gastar mucho en efectos especiales.

James Simpson, no afiliado a la franquicia de Matt Groening, debuta como director y guionista con una cinta de terror de serie B, yo me atrevería a decir “jocosamente casposa”, tras haber ejercido de productor ejecutivo en títulos tan conocidos como “El mercader de Venecia”, “Juegos de mujer”, “El puente de San Luis Rey” o “Una fortuna muy perruna” (Nelson Muntz dice “HAHA”). ¿Qué puede llevar a un hombre cuerdo a encerrar a cuatro atractivas mujeres, algo artificiales para mi gusto pero jugosamente maduras para mis casi cuarenta, dentro de una cabaña y enfrentarlas contra un poltergeist? ¡I dont’ know, man! Son cuestiones que me hacen desear ser norteamericano con tal de poder entender una industria cinematográfica que no para de procesar mierdas de este tipo para gozo y placer de enfermos, como un servidor, a los que les gusta ver películas malas (¿hay alguna buena?). No es que el resto de naciones puedan presumir de una serie B sana, a día de hoy sinónimo de despropósitos en la mayoría de los casos, pero es que esta historia sobre una sesión de ouija totalmente impostada con cuatro “bimbos” gritando asustados ante unos efectos especiales de tercera pues como que… ¡me pone muy loco! Esta sopa quiere sal, muchachos…

Rubias, morenas, castañas, cuerpos salidos de los gimnasios de Manhattan que no cierran sus puertas a medianoche, esas son las cuatro prebendas que nos ofrece “Definition of Fear”, cuyo estúpido título y cartel amateur empalidecen ante las cuatro bellezas que demostraran como unas malas actuaciones puede ser más divertidas que unas logradas: Jacqueline Fernandez, Katherine Barrell, Mercedes Papalia y Blythe Hubbard. ¡Ay, caramba! ¡Qué ricas que están!