Ritos Ocultos

William Brent Bell es un tipo que me cae bien. Cinematográficamente hablando. Es decir, TIENE que caerte bien. No es ningún maestro, tal vez ni siquiera un gran cineasta, pero es un director a seguir, y sus títulos así lo atesoran. Desde la gran locura Stay Alive, un terror gamer adelantado a su tiempo, pasando por la infravalorada Devil Inside o el interesantísimo y licantrópico found footage Wer, terminó recalando casi en el maistream con The Boy e incluso con la secuela de La Huérfana. Sin duda, y tras visionado de Separation, uno de sus últimos títulos, la cinta que hoy nos ocupa, Lord of Misrule, es sin duda el mayor tropiezo de su carrera hasta la fecha.

Quería que me gustase, de verdad, dada la simpatía que, como ya os habréis percatado, le tengo a la filmografía de Bell.  Pero ha sido un imposible, ya que tras su naturaleza atrayente de folk-horror en la Britania profunda, sólo nos encontramos con un tedioso cuento, en ocasiones incluso con ínfulas intelectualoides, que nunca despega del todo.

No comienza del todo mal, sus primeros compases abrazan el suspense relacionado con la desaparición de la pequeña con un gran tempo, pero rápido todo se convierte en una sucesión de clichés que le hacen un flaco favor al conjunto. El horror que desata no está en consonancia con el relato de clasicismo y posesión que se quiere narrar y según la trama avanza se va desarrollando una apreciación de cada vez más aburrimiento que lamentablemente nos acompaña hasta los créditos finales.

Su factura visual si aporta más y se acerca a lo que la historia quiere ser, es lúcida y lúgubre a partes iguales cuando le toca a cada elemento, pero nunca es suficiente y tanto el apartado técnico como alguna que otra buena idea relacionada con la mitología pagana, quedan enterradas por la genérica mediocridad del tópico. Ni siquiera el gran intérprete Ralph Ineson logra levantar una película necesitada de más punch, sobre todo, en su segunda mitad.

En resumidas cuentas, no siempre el inglés Brent Bell va a poder ofrecernos diversión y entretenimiento sin límites. Esta vez necesita mejorar con un filme que, más que predecible, resulta insípido a todas luces.