Hypothermia

Qué grande es esto de ser aficionado al cine de terror. Te crees que puedes con todo. Crees que tanto tus pupilas como tus neuronas están capacitadas para resistir cualquier embite. Te sientes fuerte. Y no tienes mayor inconveniente en declararte militante de la serie B. Amante del cine asiático de género. Goremaníaco. Experto en found-footage (por narices). Sibarita de la serie Z más ponzoñosa. Y te repites a ti mismo… “puedo con todo… estoy preparado para cualquier cosa que me echen a la cara”. Y en estas llegas a una pequeña película titulada Hypothermia y, transcurridos sus escasos 70 minutos de metraje, se te queda, irremediablemente, cara de “… pero qué coño…”.

Hypothermia es una película de bajo presupuesto y vocación minimalista (las circunstancias obligan) a la que me acerqué sin otra expectativa que la de disfrutar de una monster-movie sencillita, humilde tanto en sus intenciones como en sus resultados, pero entretenida al fin y al cabo. Y entre repetidos gestos de incredulidad, alguna que otra carcajada involutaria y el careto de auténtico estupor (por no decir de gilipollas) que se me quedó justo al final, desde luego no puedo negar que entretenido lo estuve un rato. Sí señor.

Tras la cámaras encontramos a James Felix McKenney, director de Satan Hates You; y como rostro más popular el de Michael Rooker, eterno Henry, retrato de un asesino, y actualmente paseando palmito por la exitosa serie The Walking Dead. Y acompañando a Rooker otros cuatro personajes más, un escenario helado, un agujero en mitad del hielo, una auto-caravana y un monstruo. Elementos que a priori se nos antojarían escasos, pero que en mi opinión son más que suficientes para sacar adelante una digna y entretenida monster-movie que al menos supiera contentar a aficionados tan poco exigentes como un servidor.

Las reglas del juego son las habituales: un grupo de personas resistiendo, como pueden, al acoso al que se ven sometidos por parte de un monstruo que pretende convertirlos en plato principal de un opíparo almuerzo. Todo ello debía resolverse en unos, repito, escasísimos 70 minutos de metraje. De manera que tuve la impresión de que el margen de error - teniendo en cuenta que las expectativas no eran muy elevadas – era reducido. Craso error.

Hypothermia es una oda al desastre. Los personajes, todos ellos, y a pesar de la escasa duración de la película, se sacan un máster en la toma de decisiones estúpidas que van en contra de sus propios intereses y sus propias vidas. Para muestra un botón: en un momento dado el personaje interpretado por Michael Rooker abre un pequeño armario y encuentra en su interior un par de rifles de caza. ¿Qué decisión toma? ¿Coger ambos rifles y darle uno de ellos a otro de los supervivientes para incrementar sus oportunidades a la hora de hacer frente al monstruo? No… ni hablar. Ese sería el camino fácil. Pero en Hypothermia el camino fácil no existe, de manera que el personaje en cuestión coge uno solo de los rifles y el otro lo deja colgado en el interior del armario. Plas, plas, plas (aplausos…).

Junto a la toma de decisiones estúpidas, tenemos una torpe resolución de todas las secuencias de acción, unos diálogos que en ningún momento superan el cliché más trasnochado, una prácticamente nula capacidad de crear tensión, y un final de traca que me dejó con la sensación de no haber entendido absolutamente nada. Pero más allá de todos estos defectos, que son muchos y muy variados, probablemente Hypothermia será recordada por uno de los monstruos más bochornosos y ridículos de la reciente hornada de cine de horror.

Un tipo embutido en un traje de neopreno y con dos coladores a modo de cuencas oculares, cuyo hábitat natural parecen ser las frías aguas de un lago helado, siembra el terror ante un par de famílias que intentan pasar un apacible fin de semana de pesca.

Es cierto. No voy a ser yo quien lo niegue. El monstruo de Hypothermia es ridículo. Parece la versión cutre de la clásica criatura del lago negro. Invita a la carcajada en cada una de sus fugaces apariciones. Sin embargo no creo que sea el peor lastre que arrastra una película como Hypothermia. Uno puede tener un monstruo tan descacharrante como la criatura anfibia de Hypothermia y sin embargo sacar adelante una muestra de serie B divertida y disfrutable por un buen número de aficionados (el australiano Stuart Simpson, sin ir más lejos, utiliza un monstruo de enormes tentáculos de cartón piedra como colofón para su divertidísima El Monstro del Mar).

No os voy a recomendar Hypothermia porque significaría elevar mi cinismo a cuotas inadmisibles. Pero si reivindico una segunda entrega de la película. Una segunda oportunidad para este estrafalario monstruo con la que poder demostrarle al mundo entero que, a pesar de la estúpida apariencia con la que le han obsequiado sus diseñadores, él puede causar tanto miedo y destrucción como el mejor de los monstruos. Estoy convencido de que lo único que necesita es una nueva oportunidad.