Hombre lobo

Tenía mucha curiosidad por ver qué había realizado el director de El hombre invisible en su aproximación al mito del hombre lobo; un ser que, junto a Frankenstein, La momia y Drácula, conforma el póker del terror clásico de la Universal. El resultado, sin ser una decepción y pese a algunas ideas interesantes, se queda en una experiencia tirando a sosa, a pesar de haberle añadido una buena cantidad de sangre salada.

La cinta nos presenta a un matrimonio urbanita (Christopher Abbott y Julia Garner) y a su hija, que ven en la cabaña que acaban de heredar, situada en medio de espesos bosques, la oportunidad de reflotar su matrimonio. La casa en cuestión es el último lugar en el que se vio vivo al padre del protagonista; un hijo que huyó de allí como alma que lleva el diablo, ante la educación, al borde de lo paramilitar, que recibió de éste. La noche de la mudanza, la familia será atacada por un ser enorme que marcará con sus garras al patriarca, dando con ello comienzo a una noche de asedio y transformación.

Hombre lobo saca de la ecuación a los zíngaros, las estrellas de cinco puntas y las balas de plata del licántropo clásico; añade, en su lugar, aromas muy suaves del folclore indoamericano y elementos cercanos a temáticas de infectados, que son vehículo perfecto para hacer un film con escenas de body horror. Así, el hombre lobo en ciernes que interpreta Christopher Abbott irá perdiendo uñas y dientes, para desagrado del espectador, al tiempo que su piel pedirá a gritos un buen afeitado. Conviene destacar, y en mi caso aplaudir, que esta metamorfosis evita los efectos digitales y apuesta por los de maquillaje y efectos prácticos, acercando a la criatura final, en su estética, al monstruo clásico que encarnaron con efectividad actores como Lon Chaney Jr, el mexicano Vicente Lara, o nuestro Paul Naschy, aprovechando también un par de planos para hacer un guiño a la magnífica transformación de Un hombre lobo americano en Londres de Landis.

Desgraciadamente, esta revisión que firma Leigh Whannell apuesta por la rapidez y su historia decide desarrollarse en el transcurso de una noche y alrededor de una casa y sus cercanías, haciendo que su resultado se acerque más al género del home invasion, con criaturas en lugar de asaltantes, que a lo que uno suele buscar en el cine de licántropos. Tal vez si contuviera un buen número de estos monstruos como en su día hizo Dog Soldiers la cosa hubiera funcionado mejor, pero lo cierto es que su escasa cantidad de seres y de posibles víctimas restan mucha emoción al resultado. Tampoco funciona demasiado bien su tensión dramática, porque las frases entre este matrimonio en crisis denotan más a un grupo de guionistas sumidos en la monotonía que a una pareja en esas mismas circunstancias.

Además de la sangre, que sin ser un festín de gore funciona para captar nuestra atención, hay un elemento que dota de cierta singularidad a este título; se trata de un juego narrativo que se repite varias veces en la cinta y que nos permite entender el grado en que la infección se está propagando en el interior del protagonista. La cámara se moverá de un personaje a otro al tiempo que su color, sonido y textura de imagen mutan a algo extraño que podríamos definir como un modo de visión licántropo.

Está claro que el cine de Blumhouse no pretende ir más allá de hacer una buena cifra en taquilla. Hombre lobo no pasa de correcta y no arriesga nada. Tira del talento de dos actores realmente buenos, pero no les entrega un material a la altura con el que brillar… afortunadamente la semana que viene llegan refuerzos a la taquilla.