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Vibroboy

Un cortometraje de 25 centímetros

Vibroboy

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Un travestido vuelve de realizar unas excavaciones arqueológicas en México. Como regalo de regreso, trae una verdadera estatua precolombina a su vecina del parking de roulottes donde vive. Sin embargo, el marido de ésta no recibe con buenos ojos el regalo para su mujer. Celoso y algo demente, su machismo empieza a apoderarse de sus actos bajo el influjo de la estatua. Pronto los tres personajes del drama descubrirán lo que esconde la inocente efigie: un dios hambriento por carne donde hundirse, “El Vibro”.

Vibroboy es un corto francés de media hora de duración que hará las delicias del lado perverso y “trash” de aquellos que disfrutasen de Delicatessen y La Ciudad de los Niños Perdidos, dos obras de culto justificadas, a las que se les podría unirse este corto sin vergüenza alguna. Con un apartado técnico excelente, a la par que sucio, Jan Kouen despliega toda su mala uva usando el sexo como una especie de metáfora fálica que, como decía, satisfará a los más perversos de la clase… todo no puede ser el infantilismo mágico de La Ciudad de los Niños Perdidos.

Jan Kouen desarrolló una importante carrera como cortometrista durante la primera mitad de la década de los noventa, pudiendo decirse que Vibroboy es uno de sus mayores logros, junto a Capitaine X (también de 1994). Tras destacar como elaborador de cortometrajes inició una carrera menos significativa en el mundo del largometraje con las fallidas, pero demasiado criticadas, Dobermann y Blueberry. Quizás porque en estos trabajos de envergadura no estaba arropado por uno de los dos genios franceses del séptimo arte moderno: Marc Caro, que junto a Jean-Pierre Jeunet inició una peculiar carrera, marcada por su particular estilo visual, con Delicatessen.

Y es que Caro fue el encargado de diseñar al verdadero protagonista del corto que hoy nos ocupa. Con un ojo puesto en la rompedora Tetsuo de Shinya Tsukamoto (principal referencia de este corto, que se podría interpretar como una relectura de la historia cyberpunk japonesa original de 1989) y otro en el arte precolombino, Caro se saca de la manga a una criatura parte hombre parte estatua y todo sexo, “El Vibro” del que toma título el corto, el cuál aúna el horror y la adoración que provocan el monolito de carne que la mayoría de los hombres lucimos entre las piernas. Siendo su aparición todo el meollo del cortometraje, cuando se desencadena toda la potencia visual y artística, así como la parte de horror que contiene el corto. Porque a pesar de ser un proyecto enfocado a la comedia absurda, ser penetrado repetidamente por una insaciable deidad fálica da bastante miedo; supongo que la presencia mayoritariamente masculina en el equipo de producción explica esta obsesión, puesto que somos los hombres la parte de la humanidad más obcecada con los penes.

Aunque lejos de lecturas enrevesadas, la historia del cortometraje se enfoca en reforzar el potente estilo visual, de nuevo volvemos a ese estilo netamente cyberpunk, con el que es narrada. Y aunque argumentalmente Vibroboy carezca de bastante sentido, más bien lo podemos entender como una experimentación estética, el continuo humor, en ocasiones muy sucio, con el que los personajes son dibujados en pantalla ayuda a darle una coherencia dentro de la cabeza del espectador, que pronto pillará la broma cuando escuche repetidamente el tema central del corto: la encantadora ”Parlez-moi d’Amour” (“Háblame de Amor”).

Los actores están esplendidos dentro de la exageración de sus personajes, que parecen directamente extraídos de las páginas de algún comic “underground” francés: llamativos y bizarros, afrontan una vida miserable con el desparpajo de la inconsciencia. Envueltos en un aura amarilla y anaranjada (enfermizos colores que predominan en la fotografía para reforzar el desagrado visual inyectado en el celuloide) son manipulados por sus propias emociones sin control como si de un video-clip se tratase; y es que Kouen bebe de otras disciplinas, también la publicidad, para hilar su mejor corto.

Solo teniendo en cuenta su manufactura, pocos cortos se realizan ya así en la actualidad, y lo bizarro de su propuesta (no sé que pensaría Julio Cortazar del “Vibroboy” atrapado en la estatua mexicana) ya merecería la pena recomendaros este corto a pesar de que casi ronda los veinte años. Pero no solo eso, el interés estético, la sensación de estar ante una pequeña obra de arte, hacen que esta especie de “revival” – y no me he decidido a etiquetarlo de tal forma puesto que el cortometraje no es muy conocido – cobre su verdadero sentido hoy: Halloween. Muchos de vosotros os plantearéis monstruosas maratones de cine de terror para esta noche, y nada más divertido oiga (bueno, las maratones de sexo); pero que menos que darle un descanso a la mente con algún corto entre proyección y proyección. Así que me gustaría desempolvar esta estatua de alargada forma y ofrecérosla como tributo, sobre este altar manchado de sangre y vísceras que es Almas Oscuras. Disfrutadlo.

Lo mejor: Su estética alocada y sus referencias festivo-sexuales.

Lo peor: La falta de trasfondo argumental, aunque es un corto.


Vuestros comentarios

1. 01 nov 2011, 18:08 | Machete

Hostias no lo conocía. Ahora tendré que buscarlo. Respecto a lo de Dobbermann no creo que sea fallida, a mí me gusta.

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