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La Casa Fantasma

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La Casa Fantasma

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 2.5/5

En una casa victoriana se produce un horrible crimen donde son asesinados una pareja y su joven hija, años después la casa sigue vacía a causa de los fenómenos que se suceden en la misma. Pero una petición de auxilio por radio, recogida por Paul y su novia, llevará a estos a la misma casa fantasma, donde se encontrarán con otros jóvenes, que pasaban por allí (ejem). Todo ellos deberán enfrentar el misterio tras el espantaso payaso de juguete que fuese detonante de la violenta muerte de los antiguos inquilinos.

“Ghosthouse” sería el resultado de un empacho de “Amityvilles”, “Poltergeists” y “Posesiones Infernales”, en sesión continua junto a un buffet de pasta, sufrido por los delicados estómagos de dos luminarias de la explotación cinematográfica: Joe D’Amato y Umberto Lenzi. Semejante hartón de casas encantadas provocaría unos efectos diarreicos en la mente de nuestros intrépidos italianos capaz de acabar con todo el suministro de desatascador del planeta. Para los que no estén sobre la materia, los dos interfectos son las cabezas más visibles de lo que se dio por llamar durante los ochentas como “italoexploitation”, dícese de copias baratas con boloñesa de cualquier éxito que produjese Hollywood, con una especial obsesión por el terror, la ciencia ficción y la acción (géneros de fácil consumo en videoclub, objetivo concreto de estos expoliadores). Una vez realizadas las presentaciones señalar que la calidad de estas burdas copias siempre dejaba bastante que desear, sus atropellados rodajes tienen que verse reflejados en pantalla por narices, pero también es cierto que cuentan con un saborcillo especial que ha encandilado, entre ellos me cuento, a infinidad de aficionados. Quizás su poder de atracción radique en eso de ser tan malas que resultan divertidas o, y esta es mi opinión, esa extraña cualidad onírica, apoyada por la mala edición y la incapacidad narrativa, que acerca este cine a las pesadillas debido a su desbarajuste y pérdida de control característico.

Pues bien, tras el empacho de películas de caserones malditos, Joe D’Amato, ejerciendo de productor, decidió pagarle a Lenzi un suculento cheque con tal de filmar rápidamente una cinta que pasase por norteamericana y que sacase tajada de la fiebre del momento: casas encantadas y fenómenos paranormales, no en vano hablamos de 1987. Es decir, olvidad el cine de autor, aquí se busca rodar una hora y media de la forma que sea para envolverla en un póster molón (y vaya si en este caso lo era, un clásico que habrá atormentado los sueños de cientos de niños a finales de los ochentas) y venderla como secuela de algún título de terror candente. En Italia tuvo bastante éxito comercial precisamente al ser titulada “La Casa 3”, ya que así era conocida la saga de Sam Raimi por el país de la bota, donde estaba pegando muy fuerte. Fuera de Europa la presente ya se conocería por su nombre original, “Ghosthouse”, aunque se trató de borrar el rastro italiano a toda costa. Por ejemplo, renombrando a Lenzi como Humphrey Humbert, divertido pseudónimo con el que rodaría alguna otra cinta de baja estofa. Para hacer más verídico el asunto se trasladaron a la costa este de Estados Unidos y reclutaron a actores jóvenes, algunos de los cuales ya conocían el método exploitation, como por ejemplo Mary Sellers, que trabajó en la necesaria “Aquarius”… por cierto, fijaos si era pájaro el bueno de D’Amato que para “Ghosthouse” no tuvo reparo en utilizar fragmentos de la banda sonora de “Aquarius”, ¡y casi lo mejor de la cinta de 1988 es su trastornante banda sonora! Así que en unas pocas semanas, esta película de casas encantadas ya estaba preparada y lista para su estreno, sin necesidad de mucha post-producción, a lo sumo una edición de sonido esquizofrénica y un montaje rápido donde la coherencia argumental se podía dar por dinamitada.

La verdad es que la cinta ha acusado terriblemente el paso del tiempo, y además no es tan divertida como otras compañeras italianas (Léase “Troll 2” o “Shocking Dark”). La culpa la tiene un guión todavía más simple que a lo que D’amato y sus colaboradores nos tenían acostumbrados. No hay por donde cogerlo; y es que realmente no pasa nada de valor. Lo mejor se queda en su introducción, donde presenciamos el crimen misterioso que dará origen a la maldición de la casa. Un crimen donde ya observamos al verdadero protagonista de “Ghosthouse”: un payaso de juguete que intenta ser tan acojonante como el de “Poltergeist”, pero dado su lamentable diseño consigue parecer antes una broma. Aunque seré justo, ese muñeco es tan terriblemente cutre que, junto a la enervante tonadilla infantil al revés que suele acompañarlo, se llega a erigir en símbolo obsesivo del miedo infantil. Desde luego, con doce años, la edad en que mi padre la alquiló, las pesadillas estaban aseguradas. Como iba diciendo, esos minutos iniciales son lo mejor de la película, donde tanto la truculencia como el ambiente sí merecen ser considerados parte de una historia de terror. Por desgracia, durante el resto del metraje se adueñan de la pantalla un grupo de jóvenes de los que no se puede entender ninguna decisión ni la estúpida personalidad que desprenden. Atención a los diálogos, atención a los gritos de horror; jamás habréis visto nada tan artificial y forzado. Pero lo que se convierte en un hándicap para el visionado serio, termina por aportar una vis cómica involuntaria que será muy agradecida siempre que se riegue con cervezas y porros. Un brindis particular por Pepé, un negro gordito que además de ser gilipollas es odioso a todas luces. Me encanta como los italianos se esforzaban en aquella época por sintetizar los tópicos del género de terror hasta casi lograr parodiarlo mediante personajes lamentables como este (por no hablar del perenne racismo italiano que condena a cualquier personaje de color a la muerte más lamentable).

Algunos aficionados destacan su truculencia, y no podría estar más en desacuerdo. De gore anda justita, pese a lo cual se le reconoce la manufactura italiana, porque cuando hace acto de presencia luce gran guiñolesco como no podía ser menos. Precisamente es al arranque y en su fase final, con un antológico asesino espectral cuya calavera está cubierta de gusanos, cuando el terror físico hace aparición de una forma destacable. El resto del tiempo contemplaremos dudosas decisiones, como la que lleva al protagonista a acudir a la casa encantada con su novia o meterse a descansar en una casa obviamente encantada. Asistimos a toda esa tontería y una cháchara descafeinada que sólo merece la pena cuando acaba. Al menos es cierto que estamos ante una película de casas encantadas: los fenómenos se suceden sin consuelo, con mucho dinamismo, y aunque sea cutre su acabado, la dichosa niña y su payaso de juguete no hacen más que aparecer para dar lugar a las distintas muertes y hasta cameos insostenibles de zombies. Si en algo destaca “Ghosthouse” es en la poca vergüenza a la hora de meter elementos dispares de horror con calzador. Divertido sí, pero carente de sentido, una locura que se agudiza por la forma tan poco sutil que tiene Lenzi de rodar esta obrita; aunque tampoco es que se conozca al director por su sutileza. Una pena, porque no creo, a diferencia de muchos, que Lenzi fuese un inútil – mirad sino “Siete Orquídeas Manchadas de Rojo” –, lo que ocurre es que estos bribones eran expertos en tomar el dinero y correr, carecían de escrúpulos artísticos y además tenían una visión del terror muy abierta, algo que finalmente se apoderó de su cine…

En fin, esta es la cinta que mezcla sin pudor el subgénero de casas encantadas con la italoexploitation, lo cual es decirlo todo ya de por sí. Un placer culpable que goza de cierta simpatía gracias a la locura que acaba siendo su resultado final, amén de una trama superficial tan intrascendente como incomprensible. Ejemplo perfecto del cine de guerrilla, “Ghosthouse” es pura serie b de casas encantadas de los ochentas: niñas poseídas, payasos macabros, fenómenos extraños, objetos que se mueven solos, jóvenes degollados por doquier… eso sí, tan brusco y directo como un bocadillo de salami.

Lo mejor: Por el lado cómico, las decisiones de los protagonistas así como el muñeco.

Lo peor: La tremenda confusión para exponer un guión más simple que una galleta.


Vuestros comentarios

1. 28 feb 2015, 22:04 | Mad Pelox

No la he visto, pero como todo lo que lleve ese particular sello trasnsalpino ochentero me atrae irremisiblemente, tarde o temprano pasará.

Gracias Bob Rock por la gran reseña y no tener miedo a presentar películas de la “italoexploitation”.

2. 07 mar 2015, 10:48 | Mr Zombie

Vista en nuestros tiempos es un bodrio de los tipicos de Lenzi. En su dia ya era de verguenza, vista hoy es para llevarse las manos a la cabeza, que malo era Umberto dirigiendo, mare mia!.

Eso si, mola que se recuperen estas caspas cutronas, vale la pena leer estas reviews tan divers, de los compis, y las de maese siempre con su punto mordaz.

Un saludo.

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