Bait (AKA The Taking)

Maravilloso y sorprendente plato fuerte para Frighfest es el que nos brinda el director británico Dominic Brunt con su segunda incursión en el largometraje, Bait, magnánima adaptación de una historia firmada por la escritora, actriz y productora Joanne Mitchel, cerebro principal en el equipo Mitchel-Brunt films, que está demostrando su más que buen hacer en perfecta comunión laboral-matrimonial.

El trabajo de Brunt bien podría catalogarse como una ácida crítica de la popularidad de un sector demasiado presente en el mundo del trabajo autónomo en Gran Bretaña: el usurero. Para tal fin, el director se acoge al retrato de Bex y Dawn, dos amigas atrapadas en un insatisfactorio trabajo local que viven en un tranquilo pueblo de Yorkshire. En su afán por convertir en realidad su humilde sueño de abrir una cafetería propia lejos del ambiente machista y suburbial de las galerías, sin darse cuenta se dejan arrastrar bajo el falso ala de amabilidad del empresario independiente Jeremy, que se muestra más que dispuesto a echarles un cable. Pero no es oro todo lo que reluce, y pronto comprenderán que sus vidas han caído en manos de un cruel extorsionador sin ningún tipo de moral. Sin duda, un marco lo suficientemente oscuro que, de por sí, representa un tipo de terror desgraciadamente cotidiano y que ofrece justo lo que augura: un nivel de tensión capaz de, literalmente, atornillar al espectador en su butaca.

Buena culpa de esto la tiene el magistral guión de Paul Roundell, incesante y plagado de giros que refuerzan el interés en cada nueva toma. De hecho, su excelente apertura inicial actúa como un perfecto pistoletazo de salida que no tiene desperdicio. Bait es una excelente muestra de cómo una temática inquietante sembrada de momentos verdaderamente impactantes, no está reñida con el sentido del humor, un humor negrísimo y muy muy oscuro que, servido en su justa medida, actúa como paliativo ante la multitud de momentos desesperantes y angustiosos.

No menos reseñables son las respectivas intervenciones de Mitchel y Smurfit, impecables en su rol de decididas amigas dispuestas a todo por cambiar su destino. De forma diferente, pero igualmente espectacular, firman sus respectivas intervenciones esta dos amas de la pantalla, las cuales con su trabajo en conjunto brindan un riguroso aspecto de credibilidad a la obra. Por un lado, tenemos a Mitchel en la piel de Dawn, una mujer luchadora capaz de hacer cualquier cosa por el futuro de su hijo autista y, de otro, a la tremendísima Victoria Smurfit como Bex, alter ego de Dawn, que resulta eficaz tanto en su perfil de icono sexual como en el despliegue de una personalidad fuerte y arrolladora. Su tremenda expresividad facial es un excelente resalto que logra acrecentar la percepción de humor o dramatismo en los diferentes momentos del metraje. En cualquier caso, ambos personajes están muy bien cumplimentados, siendo el cebo perfecto, valga la redundancia, para lograr la empatía y simpatía del público.

Por supuesto, no menos imprescindible es la incursión de Jonathan Slinger como el malvado Jeremy, un villano de lujo sin el cual nuestras protagonistas no podrían encajar en su dicotómico papel de frágiles heroínas. No en vano, Slinger se encuentra en un momento fuerte de su carrera, gracias a su aparición en la serie documental Británica Shakespeare: The kungs man (2012) y en la reciente producción independiente Still (2014, Simon Blake). Aunque, por supuesto, la fiesta no estaría completa sin la aparición, secundaria aunque no menos necesaria, del gran Adam Fogerty (Snatch: cerdos y diamantes, Stardust), en un papel vital para el desarrollo de los acontecimientos que suceden en pantalla.

En resumidas cuentas, y por si no ha quedado lo suficientemente claro, sólo cabe resaltar la brillantez y mala leche de la efectista colaboración del equipo Mitchell-Brunt films, un inteligente thriller que explora aspectos como la amistad triunfante por encima de las adversidades, la terrible realidad del abuso y la extorsión o la lucha ante la decadencia del panorama económico actual. Bien es cierto que cabría señalar el aspecto poco acertado de incredulidad que reviste su exagerado tramo final, momentos que, a título personal, me parecieron muy disfrutables y memorables, tanto para una servidora como para cualquier amante del cine extremo.

Como último apunte, aludir a la pequeña y singular sorpresa que se avecina al término de los créditos y que actúa como un paladeable bocatto di cardinale. Sensacional, divertida y un aliciente más para disfrutar de esta nueva sensación repleta de frescura británica.