Slender Man

El enésimo acercamiento al creepypasta por antonomasia es a su vez el nuevo producto palomitero para adolescentes con ganas de sustos. Ojo, no hay malas intenciones en esta declaración. El terror adolescente, si se hace con cierta soltura, puede resultar en agradables sorpresas. Muestra de ello son, por ejemplo, Ginger Snaps o muchos de los slashers de los noventa que hoy en día tan poco nos cuesta defender.

El problema de este Slender Man es la falta de entendimiento del material original. Marble Hornetts, el creepypasta original, tenía unos códigos propios. Que la película falle en llevarlos a su adaptación no es un tema de ser respetuoso o no con el producto real, si no un fallo a la hora de darse cuenta de que estos códigos son los que hacen funcionar la idea. EL personaje del Slender Man cercano, histérico y texturizado que nos encontramos en este nuevo intento, omite todas las posibilidades de asustar que el personaje conlleva. Se que es imposible pedirle silencios y omisión de jump scares a una película de estas características, pero si creo que en lo visual podría haberse tratado infinitamente mejor. Un caso clásico de “menos es más”, ya que hay un empeño deliberado en mostrar de mas al personaje, amen de un diseño del mismo poco resultón.

La historia en si en el fondo es lo de menos. Ritual adolescente en una noche aderezada con vodka que termina yéndosele a uno de las manos. Sin embargo, y esto si es loable de su parte, la película hace un tratamiento de la psicosis grupal que desatan esta clase de casos bastante bien llevada para lo que cabía esperar de un producto así. Hay un intento de acercarse al núcleo del funcionamiento de esta clase de historias, y llevarlas al gran público de manera funcional y atractiva. La veracidad del denominado creepypasta como un virus a lo The Ring, de la que tan sin descaro bebe. Una actualización interesante del concepto leyenda urbana que posiblemente gustará al público novicio y que acude al cine en búsqueda del mero entretenimiento. Todo esto desde luego es de agradecer, ya que solidifica la sensación de ver un producto mejor elaborado, y sobre todo en un caso como este.

Se habla mucho de los recortes que la película sufrió, además, en la sala de montaje. Slender Man cuenta con momentos alucinógenos en los que se configuran ciertas imágenes más potentes que las que aparentemente la idea parece poder crear. Y ahí es donde de verdad la película gana enteros, pues son estos momentos mas oníricos los que hacen de la película algo digno de sobresalir por encima del resto. Sin embargo, estos momentos desmerecen a su vez el resto del metraje, que no consigue estar nunca a la altura ni en ideología ni en tratamiento (Y eso que una de las escenas mas locas de la película, y que pertenece al primer grupo, es directamente de vergüenza ajena) ejerciendo pues de arma de doble filo para con la misma. Aporta lo mismo que le quita al resto.

Tal vez todo este batiburrillo hubiese funcionado mejor de no haberse tratado el tema de mil maneras distintas a estas alturas. No son pocas las veces que se ha intentado adaptar al hombre alto, pero nunca con un resultado especialmente positivo. De hecho, el mejor producto salido del concepto original no es una adaptación si no el documental para HBO Beware the Slenderman, que se centra en los efectos que la leyenda causó sobre su público, consiguiendo mostrar una historia infinitamente más terrorífica que el propio origen. A la hora de adaptar directamente el mito como ficción, posiblemente el mejor intento fuese Always watching: a marble hornetts story, que aprovecha el tirón del found footage como medio recurrente para la historia.

Es una pena que las buenas intenciones tras la película no consigan levantar lo suficiente un intento algo fallido de adaptar la nueva narrativa de terror al gran público. Sin embargo, los que busquen un mero entretenimiento posiblemente salgan satisfechos. Yo no puedo evitar pedirle algo más a la enésima adaptación de un mito como este.