Saw X

La franquicia Saw ha logrado alcanzar su décima entrega con la cinta que se estrena esta semana. Aunque se disfraza de algo nuevo, el menú sigue siendo el mismo: muertes con altas dosis de gore que parecen creadas por MacGyver o por los inventos del doctor franz de Copenhague, unos discursos sobre el valor de la vida entre víctima y víctima que no se los cree nadie y un intento, en este caso absolutamente fallido, por parte del guión de sorprendernos con un giro final.En favor del producto, decir que esta entrega X regresa a la saga retomando personajes y la intensidad grotesca que su anterior reinicio Spiral ninguneó.

La acción se sitúa entre los acontecimientos de la cinta original y su secuela. Con John Kramer, asimilando que su cáncer terminal pronto pondrá punto y final a su vida. En su desesperación, conoce a un grupo de médicos que tienen un tratamiento milagroso con el que pueden salvarle. Ni el asesino ni los doctores han calculado bien con quién se están midiendo.

Lo más novedoso de esta nueva entrega es que aquí las víctimas se han ganado a pulso el derecho a montar en las atracciones del psicópata. Algo que dota a la trama, con la factura de un telefilm, de cierto interés en su primer tercio. También aporta la primera muerte con la que nos deleita la película, muy angustiosa y original. Pero hasta allí llegan las buenas noticias porque, en cuanto empieza la verdadera matanza, nada va como debería. La falta de originalidad en estas trampas a contrarreloj (muy repetitivas), se suple con casquería. Esta entrega es bastante grimosa y cuesta mantener la mirada en la pantalla en varios momentos. Pero lo extremo no logra opacar lo aburrido que termina siendo su desarrollo excesivamente lineal. Entre muerte y muerte y para alcanzar la duración de un largometraje para cine, la película contiene una sucesión interminable de escenas vacías y diálogos reiterativos.

Las actuaciones no contribuyen mucho al éxito de la película. Los actores parecen ser buenos en gritar, pero antes de morir tenemos que soportarlos soltando frases estúpidas y viéndolos encorsetados en personajes sin apenas matices. Tobin Bell sigue siendo un actor gris; recordemos que triunfó por un papel en el que hacía de muerto durante el 90% de su aparición en pantalla. Shawanee Smith, quien interpreta a la sucesora de Jigsaw, parece haber metido la cara en cera y dice sus frases con un gesto agrio que no varía un milímetro a lo largo de toda la cinta.

Pero si algo me molestó especialmente durante toda la película fue su espantosa banda sonora, que se empeña en acompañar a todas las imágenes de la cinta sin apenas silencios.

Esperemos que esta décima entrega sea la última de una saga que claramente no da para más. Será la taquilla la que decida. Pero a juzgar por la pereza de la factura de este semi telefilm gore, ni siquiera parece que el propio estudio confíe demasiado en esta franquicia, que, al igual que su personaje protagonista, parece estar en estado terminal.