Dune Parte Dos

Aterriza en cines la segunda entrega de una de esas sagas que merecen ser saboreadas en la gran pantalla. Dune - Parte dos finaliza el primer volumen de las epopeyas galácticas creadas por Frank Herbert, donde, como imagino que todos ya sabéis, asistimos a la lucha de diferentes clanes por el control del planeta Arrakis; único lugar del universo donde se produce la Especia Melange, piedra angular de la tecnología intergaláctica y también sustancia chamánica de conocimiento para los Fremen, nativos del planeta que han aprendido a sobrevivir en las extremas condiciones de su desértico hogar.

Tras la versión de 1984 de David Lynch, que venía a concluir donde termina esta entrega, y tras una discreta en lo visual pero apreciable en su recorrido, adaptación televisiva de los primeros volúmenes de Herbert, este Dune – Parte 2 es la continuación de la mega producción que Denis Villeneuve comenzó en 2021 con el estreno de la parte 1 y que, si todo va como debería, concluirá con el cierre del primer tomo, que incluye Dune y Los hijos de Dune, en Dune Parte 3. Consciente del legado que dejó Lynch con su primera versión, Villeneuve le rinde un velado homenaje con un plano de una oreja, plagada del hormigas, que nos remite a su famosa Blue Velvet.

La cinta comienza en el mismo punto donde quedó su primera entrega: El destronado príncipe Paul Atreides y su madre se han unido al pueblo Fremen y tratan de integrarse en sus costumbres, sabedores de que su vida va en ello. Al mismo tiempo, la casa Harkonnen, que ha tomado el control de la superficie de Arrakis con el silente beneplácito del resto de las potencias intergalácticas, ve que, para que su dominio sea total, precisa del exterminio de las guerrillas nativas.

Para todos aquellos que, como me pasó a mí, la primera parte se os hizo pesada, en esta ocasión Villeneuve ha pulido la fórmula. Esta secuela contiene mucha más acción al haberse realizado la presentación de los personajes. Convierte a Zendaya y Javier Bardem en personajes troncales de la trama y potencia el protagonismo e interés de Paul Atreides y su madre. Lo hace al tiempo que presenta nuevas piezas en el tablero de ajedrez que es el planeta Arrakis; como son la princesa Irulan que interpreta Florence Pugh, el Emperador al que pone cuerpo Christopher Walken, la princesa nonata que será Anya Taylor-Joy y un malvado descomunal: Feyd-Rautha, encarnado por un espléndido e hipertrofiado Austin Butler. Muchos de ellos son en esta parte dos casi cameos, pero todo apunta a que serán piedras angulares en la parte tres.

Impecablemente épica, con un romance de corte clásico que le sienta de maravilla, la película contiene secuencias que quedan indelebles en la retina: como su pelea de gladiadores rodada en blanco y negro, el asalto a una cosechadora, o un duelo a lo Hamlet (Shakespeare se intuye en Arrakis) desarrollada en un hermoso contraluz. Todos estos momentos nos remiten como espectadores a ese cine con letras mayúsculas donde la aventura, lo bélico y lo estético nos zarandeaban. Imposible no recordar, Ben-Hur, Lawrence de Arabia, Las cuatro plumas o Los diez mandamientos.

Nuevamente la prisa brilla por su ausencia en la parte 2. Denis Villeneuve ve su obra como una suerte de monumento a su forma de hacer cine. Aunque su espectacular fotografía justifica gran parte de los excesos, el realizador se gusta demasiado y pasea por el filo de lo pedante tratando de imprimir un aire transcendental a cada instante, ayudándose de una banda sonora nada discreta y un texto original que en muchos momentos toma vuelos evangélicos. Esta ausencia de apremio es uno de mis mayores “peros” a ambos títulos; podrían sobrarle unos veinte minutos y el espectador no notaría su ausencia.

Pero pese a las ínfulas narrativas del realizador, lo cierto es que estas dos entregas de Dune se convierten en dos justas joyas de la ciencia ficción; muy por encima de otros recientes do de pecho de directores aclamados, como Rebel Moon de Zack Snyder, The Creator de Gareth Edwards o Ad Astra de James Gray. Algo más digno de aplauso teniendo en cuenta que, pese a ser una superproducción, el coste total de esta entrega es muy discreto en comparación de otros bombazos recientes.