Concrete Utopia

Es ya más que bien sabido por todos el buen hacer tras y delante de cámara del que hace gala, sobre todo en los treinta últimos años aproximadamente, el cine coreano. Desde Memorias de un asesino (2023) pasando por Snowpiercer (2013) y la triunfadora en los premios Oscar Parásitos (2019) hasta hoy.

Hoy nos ocupa esta Concrete Utopia, que llega a salas como casi todas sus primas hermanas lo hacen, sin hacer mucho ruido. Eso sí, una semana antes de su estreno ya teníamos disponible su secuela Cazadores en tierra inhóspita en Netflix… que alguien me lo explique que yo ya me he perdido.

Después de un fortísimo terremoto, Seúl ha quedado reducida a escombros. Todo en la ciudad se ha derrumbado, excepto un edificio. Los apartamentos Hwang Gung siguen en pie. Cuando los supervivientes del exterior se enteran de esto, comienzan a reunirse allí. Eso hace que los residentes originales del edificio empiecen a sentirse amenazados y decidan unirse para su supervivencia. Eligen a 'Young-tak' como el delegado de los residentes. Bajo su liderazgo, se prohíbe estrictamente la entrada de personas externas y se elabora un nuevo Reglamento para los residentes. Pero, en medio de las continuas amenazas a la supervivencia de los residentes, comienzan a surgir entre ellos conflictos inesperados.

Lo dicho, tras su paso por el festival de Sitges, entre otros muchos, el espectador puede degustar otra inteligente propuesta de ciencia ficción humana que nos llega desde el país asiático. Desde su inicio ya somos conscientes de lo que se nos va a entregar. Una vez más vamos a ver una ácida crítica hacia la sociedad y sus miserias, reflejada en la sociedad que vemos en la película y que se forja en el único edificio que queda en pie tras un macroterremoto que al parecer destruyó todo o gran parte del continente. Digo una vez más, porque no es la primera, ni la quinta, ni será la última vez que veamos esto, solo que esta vez Um Tae-hwa no recurre a manerismos intelectualoides que habrían aportado supuestamente paralelismos entre personajes y sectores sociales. Aquí todo es mucho más desacomplejado en cuanto a esa cuestión y, por lo tanto, más entretenido y atractivo.

Hablando de atracción, es inevitable no dejarse seducir por el escenario y su puesta en escena. Ese edificio que es la salvación de unos cuantos y sus apocalípticos alrededores oscuros gozan de unos efectos alucinantes, vale que son VFXs, pero el entorno que se crea es tan terrorífico como atrayente. Ahí es también donde radica una de las grandes armas del filme, pese al gran crisol de personajes, el lugar donde viven, luchan y mueren es un personaje más en sí.

Es cruda y sátira a su vez, cruel y cómica y, sobre todo, desoladora. Todos estos ingredientes batidos con energía y aliñados con una dirección más que firme y unas interpretaciones inspiradas por todos y cada uno de los miembros de su excepcional elenco, donde destacan sobremanera Lee Byung-hun, especialmente conocido por I saw the devil (2010) y Park Bo-young. Dúo interpretativo que puede llegar a ponerte los pelos como escarpias.

Concrete Utopia puede que sea incluida con facilidad en el saco de “películas coreanas que son muy buenas”. Obvio está ahí, pero hay algo en ella que la diferencia bastante del resto. Es más accesible y disfrutable porque juega para el espectador, no con el espectador dándoselas de pretenciosa.  Aunque no deje de ser una denuncia, se entra bastante más en la ironía que en el sermón aburrido y cargante que hemos visto ya cientos de veces.