Paranormal Activity 4

Con esta saga me pasa algo curioso. A cada entrega, bajo las expectativas para amoldarme al producto y, de esa forma, poder verlo con otros ojos que me animen a entender el fenómeno social que han originado. Sin embargo, cada vez que me enfrento a la nueva entrega con las expectativas mermadas respecto a la anterior, me doy cuenta que debería haberlas bajado todavía más. Y así sigo, cuatro películas después, sin comprender qué gusta tanto y a tanta gente. Creedme, lo intento, pero no hay manera. No soy ningún detractor acérrimo de los mockumentary. Al contrario, algunos de ellos, como El proyecto de la bruja de Blair (1999), REC (2007) Cloverfield (2008) o Trollhunter (2010) me parecen muy interesantes, alguno incluso excelente. Claro que, dentro de este estilo, esta reeditada moda, hay mucha más morralla anual que productos interesantes. Ahora bien, ¿por qué Paranormal Activity 4 se estrena en cines, recaudando alrededor de 140 millones de dólares a nivel mundial, cuando es la misma basura que engendros directos a video como Gacy House (2010) y Área 407 (2012)? Coño, si incluso la copia de turno de los sinvergüenzas de Asylum, Paranormal Entitity (2010)… ¡le da mil vueltas a esto!

El primer Paranormal Activity, producido en 2007 aunque conocido masivamente en 2009, me pareció un experimento curioso y, a ratos, efectivo en su construcción del terror sobrenatural. La segunda y la tercera se empeñaban en jugar al típico “a ver quién la tiene más grande”, contando igualmente con presupuestos ínfimos, pero jugando la baza de multiplicar lo que ya funcionó anteriormente: más puertas abriéndose y cerrándose, más pasos en la escalera, más sabanas que vuelan de repente, más gritos, etcétera. Vamos, multiplicar cosas que sale barato multiplicar. La novedad, salvo en cambio de formatos (en la tercera se utilizaba presuntamente el difunto VHS) o el añadido de personajes vulnerables (niños y perros) venía a ser lo mismo, pero cada vez más cansino. Puro desgaste formulario.

¿La cuarta? Amigos, aquí se han pasado. Uno iba predispuesto al un nuevo mix de tópicos y formulas cuyos personajes repelentes deseas que se desintegren con alguna sabana volante o algún ostión contra la cámara. Lo mínimo que pedía, una vez bajadas aún más mis expectativas respecto a las anteriores, era que respetasen esa fórmula de ruidos y sabanas y la metiesen a saco cada cinco minutos, para escuchar lo menos posible a sus vomitivos interpretes queriendo parecer naturales (¿de verdad la gente es así de gilipollas?). Pues no, como si quisieran tomar el pelo al espectador, a alguien se le ocurrió que en esta cuarta parte… ¡no iba a pasar nada! Pero nada, ni una puta mierda. El terror o, qué se yo, algún que otro susto, brillan por su ausencia. ¿Es que se han pasado al rollo de autor? No, simplemente se han pasado a lo que llamo “el modo fumeta”, y que consiste en echarse unos porros, sin descartar algo de alcohol, encargar a algún trabajador de minoria explotada un guión de dos páginas y contratar como actores a varios amigos (supongo que a la chica la tiraron por edad de un algún casting para Brazzers o similares y está haciendo tiempo) y, para no comerse mucho el tarro, a los directores de la tercera, los genios Henry Joost y Ariel Schulman. En fin.

Ahora viene lo bueno. La novedad de esta cuarta entrega, aparte de que ahora los individuos repelentes se dicen tonterías por web cam, es que volvemos al presente para ver qué narices ha ocurrido recientemente con personajes de la primera y la segunda. En concreto, con Katie, que en cada secuela tiene una talla más de sujetador. Recordemos que la tercera fue una precuela, y se había dejado en el aíre qué sucedía con la ahora fantasmagórica Katie y con Hunter, el niño de la pareja repelente de la segunda, que terminaban OFF a manos de la susodicha. Han pasado cinco años y Hunter prefiere que le llamen Robbie, supongo que porque es fan del cantante. Al chaval, como si fuese de lo más normal, se lo quedan en su casa los nuevos protagonistas (otro casoplón de esos típicos yanquis que en España, con nuestra burbuja inmobiliaria, tardaríamos 80 años en pagar) después de encontrárselo en el columpio de un parque (¿?). Solo con su mirada parece avisarles: ¡¿pero pedazo de idiotas, no veis que os voy a cortar en pedazos?! El caso es que después de varios días, con algún que otro intento de acontecimiento sobrenatural, aparece Katie. Ella y Hunter forman una nueva Patrulla X con poderes para hacer levitar al personal. Y es que esos poderes tienen que utilizarlos, al menos Hunter, para enseñarle al jefazo de los demonios qué debe tenerle en cuenta. O algo así.

Puede que me equivoque en algunas cosas o cambie de contexto otras, pero si os soy sincero, no pude aguantar con los todos mis sentidos los noventa minutos. Aguante como pude por ustedes y por Almas Oscuras.

Lo dicho, habrá de todo, pero en líneas generales dudo que a) guste a los fans de la saga b) sirva para encontrar nuevos adeptos, aunque sí que sirve para que a) sus responsables vuelvan a llenarse los bolsillos sin esfuerzo y b) crezca el número de curiosos por ver qué talla gastará Katie en la próxima entrega. ¿Lo dudabais? Paranormal Activity 5 se estrena el próximo 25 de octubre en Estados Unidos.