Bedlam

George Kilner acepta ser internado cuando le es diagnosticada esquizofrenia. Cargado de culpa, pues su madre se suicidó víctima de la misma enfermedad y su padre lo abandonó a los abusos de un tío degenerando, se adentra entre los muros de Bedlam, una institución sometida al férreo control del doctor Black y sus matones; un psiquiátrico donde la locura es la primera fase de la superviviencia.

No sabría ni por dónde empezar. “Bedlam” es todo lo que una película, independientemente del género, nunca debería ser. Tediosa y aburrida son los primeros adjetivos que nos vienen a la mente cuando arranca la cinta, desde el primer minuto exhibe sus flaquezas técnicas y presupuestarias sin ningún tipo de rubor, lo cual provoca aun más desinterés, ¿pues quién quiere ver una película barata sin gracia alguna? Entonces, llegar a reseñar esta obra del sopor debe tener una razón de ser; en mi caso, seguir avanzando cueste lo que cueste con la nueva hornada del After Dark, infame distribución de cintas de terror independiente, la cual nació con buenas ínfulas para acabar convirtiéndose en marca registrada del peor cine realizado a lo largo y ancho del mundo.

No obstante, en ediciones pasadas siempre se podían rescatar una o dos cintas dignas del paquete de ocho que acaban siendo editadas; por ejemplo, “Seconds Apart”, perteneciente a la hornada producida durante 2011/2012, se erige como una película notable por sí sola. Una pena que en lo que llevamos de este año solo hayamos encontrados absolutos bodrios (“Red Clover” o “Mischief Night”) y obvias decepciones (“Ritual” o “Children of Sorrow”), pero os invito a visitar nuestra reseña de la anterior cinta de la dichosa productora (”Sanitarium”) para conocer nuestro periplo masoquista: ¡al fin y al cabo Almas Oscuras es la web en castellano que más tiempo ha dedicado al maldito After Dark!

Volviendo a la cinta que hoy nos ocupa, la australiana “Bedlam”, me gustaría recomendaros alejaros de ella independientemente de vuestros gustos e intereses. Sirva esta reseña como advertencia, pues además la muy puñetera película presenta elementos engañosos en su superficie, de tal forma que alguno podría acabar atrapado entre sus redes. Para empezar su tráiler, que hasta parece de una película de horror sobrenatural (¡ja!); y, para acabar, su premisa y ambientación atractivas: un hospital psiquiátrico con fama de haber contenido un muestrario de horrores digno de la mente de Dante Alighieri, al menos durante parte de su historia más antigua. Pues Bedlam es el apodo como se conocía al famoso hospital psiquiátrico de Londres de Bethlem, que durante épocas oscuras ya os imaginaréis que tipo de tratamientos aplicaba a sus pacientes y cuál era el final para la mayoría de ellos.
Entonces, la producción de un desconocido (e inútil) Chew Barker trae esos horrores a los años sesenta (váyase usted a saber por qué) argumentando que su base se encuentra en hechos reales. Claro, que estos atractivos supuestos son violados por un guión y una realización dignos de una celda acolchada, en la cual podríamos incluir también cualquier otro elemento de “Bedlam”. Además, en un intento rocambolesco por mostrarse innovador, el tal Chew Barker se permite un final traído por los pelos donde al parecer todo lo visto era una película rodada por una de sus propias protagonistas. Vamos, una doble vuelta de tuerca que ni viene a cuento ni aporta nada pues repito: la película es tediosa como ella sola.

¿Cuánto dura “Bedlam”? ¿Más de cien minutos? Pues parece que se prolongue cuatro horas. Una vez superado el inicio, donde intentan despistar al espectador con imágenes surrealistas muy escandalosas (y cutres), en un intento por transmitir la esquizofrenia de nuestro protagonista, olvidada a mitad de película, nos adentramos en un muestrario de las peores actuaciones habidas y por haber. ¿Tan difícil era buscar una dirección artística que potenciase la crueldad inherente a un psiquiátrico? ¡Qué falta de credibilidad! Siendo además una película que basa su “gancho” en las vejaciones y torturas (también llamados terapias) a las que los internos eran sometidos. Unos internos que por cuestiones de presupuesto son cinco, ¡con todo un edificio victoriano para ellos! Luego que hay déficit, si ya lo decía John Trent: “hay que llenar los manicomios”.

Bromas aparte, me cuesta imaginar una razón que justifique el visionado de este bodrio. Imposible empatizar con ningún personaje, complicado imbuirse de una ambientación inexistente, ni siquiera apetece reírse de su feísimo acabado… hasta los momentos sacados de madre (para un servidor los anuncios metidos con calzador entre el metraje “estándar”) consiguen ponernos nerviosos por su falta de calidad.
En fin, que el After Dark ha tocado fondo. Nos queda por saber que ofrece “Asylum”, en teoría la más fuerte del paquete de 2014, pero teniendo en cuenta sus paralelismos (¿Otro manicomio? No, no, ¡no!) podemos concluir que la edición de este año ha sido puro escarnio. Una pena, habiendo disfrutado hace poco del magnífico segmento de Nacho Vigalondo en “V/H/S Viral” (“Monstruos paralelos”), me cuesta entender que bloquea la bombilla de los directores independientes de terror. No debería estar al alcance de unos pocos la posibilidad de crear buenas ideas; muchos ya no pedimos ni originalidad, solo claridad mental.