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Shrunken Heads

Cabecicas voladoras

Shrunken Heads

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 3/5

“Shrunken Heads” es un divertimento naif que no será recordado por sus virtudes cinematográficas si no por la descollante propuesta argumental que pone encima de la mesa. Efectos especiales que ya estaban datados en los setenta, actuaciones de cuchitril y poca dignidad estética; pero mucha cara dura, como aquí nos gusta. Viniendo de manos de la productora “Full Moon”, famosa por sus muñecos y otras criaturitas (“Evil Bong”, “Puppet Master”, “Evil Toys”, “Subespecies”, “Dollman”, “Gingerdead man”, “Cabeza de Familia”, “The Creeps”), no podía ser de otra forma que los protagonistas fueran “pequeños cabroncetes”. En este caso, a diferencia de otros productos salidos de la mente, o del culo, vaya usted a saber, de Charles Band, los seres sobrenaturales pasan de villanos a héroes de la función sin pasar por la casilla de salida. ¿Cabezas reducidas voladoras con súper poderes? Póngame cuarto y mitad, y añada algo de ese perejil psicotrópico para darle saborcito al guiso. Cine de guerrilla cuyo destino eran los videoclubes de principios de los noventas, agónicos en cuanto a terror de calidad, absurdos gracias a propuestas que dejan a “Sharknado” en un simple gag de José Mota.

Entendido casi como una obrita de terror juvenil, “Shrunken Heads” aboga por una mirada cómica hacia los años cincuenta: escenarios datados, mafiosos con tupé, vudú, zombis, Tonton Macoutes (brujos a tiempo parcial reconvertidos en violenta guardia dictatorial), comics de Linterna Verde, sacerdotisas vírgenes, los suburbios italoamericanos sacados de algún cliché de novela negra, pandillas de niños intrépidos, rayos eléctricos, extorsión, fusilamientos infantiles. Una combinación muy poco seria que provocará urticarias en los seguidores de la productora “A24”, no hay espacios intermedios entre la serie Z más desopilante y el cine de (no) terror para gourmets. ¡Despierta al adolescente que hay en ti!

El hermanísimo de Danny Elfman, Richard, dirige una de sus escasas incursiones en el séptimo arte detrás de la cámara. Más conocido por “Revenant”, otra obra casposa que uno no sabe como tomarse, sin embargo la película que define su tormentosa relación con la orden de “Oingo Boingo”, banda “überochentas” que si no habéis escuchado ya estáis tardando, sería “Forbidden Zone”. Experiencia lisérgica a la que hay que acceder con mucho tomate flotando en las venas y habiendo dejando superado a Jack Skeleton varías pubertades frustradas atrás. De la relación fraternal nos beneficiamos en que “Shrunken Heads” ofrece una canción orquestal introductoria parida por el famoso compositor tan asociado a Tim Burton. Estilo musical colorista que se prolonga durante gran parte del metraje, tomando el relevo Richard Band, la cosa va de hermanos, con unas partituras que consiguen realzar el buen rollo trasmitido por la película. Ecos de “Tales from the Crypt” en todo momento.

¿Una pena que estos ochenta minutos no hayan terminado en convertirse en la saga que su final abierto invitaba? No, en absoluto, ni el mundo ni nuestras mentes están preparados; aunque todo sería saber que piensa Charles Band, actualmente reducido a trol de la especulación más infame.

Tres chavales que pasan su tiempo entre comics y caramelos son acosados por una pandilla de abusones que pronto terminará enrolándose en las filas del criminal al mando de toda la mafia local, una Meg Foster irreconocible como tortillera “teddy boy” cheposa. Por suerte para los ciudadanos de bien de esta calle suburbana, los tres chicos patrullan de día y de noche con sus walkie talkies, apoyadas sus fantasías detectivescas por el señor Sumatra, el abuelo macarra y costroso de Terry Crews. Hablamos de un haitiano que se vanagloria de haber pertenecido a los Tonton Macoute, un bocor que actualmente regenta una tienda de chuches en medio de la ciudad. El nombre completo de este sujeto, Aristide Sumatra, sería usado por el mismo Richard Elfman para firmar un bodriete que prefiero no recordar. Además de tan pintoresco personaje, nos encontramos con Sally: una adolescente que, cual porro sesentero, pasa de mano en mano entre Vinnie, uno de los pandilleros, y uno de los muchachos justicieros, Tommy, tan confundida su pobre cabecita virgen a causa del montón de diminutivos.

Desgraciadamente, la obra de teatro se torna tragedia cuando los chicos son ejecutados sin piedad al mezclarse demasiado en los asuntos turbios de Big Moe, la lesbiana fumadora de puros: a pesar de tener un arranque juvenil, “Shrunken Heads” no lo pasarán jamás por “Nickelodeon”. Cuando toda la calle llora la trágica pérdida, el señor Sumatra entra en acción y cortando las cabezas de los tres cadáveres les regala su tratamiento haitiano especial. Una vez cocidas y secadas, los tres almendras parecen salidas de un festival jíbaro, sólo que Sumatra les ha concedido poderes especiales. Volar, ataque vampírico, rayos eléctricos y una navaja automática.

“¡Un momento! ¡Stop! ¿Qué coño te has fumado Bob?”

Lo de siempre: mierda de cultivo propio, una buena Candela Peña…

Onanismo choni aparte, nuestros tres héroes son creados con el único objetivo de la venganza, practicando sus poderes durante un año entero, perdiendo su humanidad por el camino. ¿Se apagará el alma llena de bondad de estos muchachos, especialmente la de Tommy, el más rubio de los tres? ¡No! Porque su pequeña cabeza juguetona terminará apoyándose literalmente sobre los senos de Sally, que gentilmente le ofrecerá su busto enfundado en encaje para que repose el trasiego al que se ve sometido todo vengador preternatural sin piernas. ¡No os extrañéis, amigos! Esta atractiva joven es en realidad una sacerdotisa vudú, bendecida con los poderes de Sumatra.

Por fin, con el equipo preparado, nuestros protagonistas se enfrentan a los pandilleros y mafiosos cortándoles las gargantas y electrocutando sus cerebros, con el consiguiente efecto de una ridícula zombificación, cuyos los damnificados se dedican a limpiar el barrio recogiendo basura y lavando grafitis de las paredes mientras escupen gusanos de sus boquitas. Aunque el poder definitivo de las tres cabezas reducidas sólo podrá ser disfrutado durante la batalla final contra Big Moe. ¡El triple rosco de “Pasapalabra”!

Mira que es mala la jodida película, infame visualmente a pesar de algún destello en forma de trávelin maquetero, pero con semejante trama: ¿Cómo no le voy a tener cariño?

Lo mejor: El señor Sumatra, sus cabezas reducidas y la banda sonora.

Lo peor: La pobreza de medios.


Vuestros comentarios

1. 14 feb 2018, 02:05 | Arconte

La vi en su momento y, la verdad, no recuerdo nada. Ni como que no me tienta volver a verla…

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