Charlie's Farm

El problema de los slashers, para quien escribe, que además es un adorador declarado del subgénero, es su estructura. En algún momento, alguien decidió que era ésa, y no otra, la que tenían que tener. Así que normalmente nos enfrentamos a un planteamiento que dura la mitad de la película, y sólo hasta el punto medio, cuando no el tramo final, no se entra en faena. Algunos clásicos emplean este largo tramo inicial para crear suspense y acentuar la sensación de asedio, ir cebándola poco a poco hasta que por fin estalle la masacre. Otros, una inmensa mayoría, sencillamente se dedican a acumular metraje para llegar a la hora y media de rigor. Normalmente, los personajes son anodinos, cuando no odiosos, y es muy difícil sentirse mínimamente identificado con ellos.

Charlie’s Farm es otro slasher más, en pleno siglo XXI, que sigue la fórmula establecida en los ochenta. Fue presentado en el pasado Festival Nocturna, y a su proyección acudieron los productores de la cinta, que aseguraron que tanto ellos como el director, Chris Sun (Daddy’s Little Girl), eran admiradores declarados “de las películas de Jason y Michael Myers”. Y, de hecho, intentan traspasar este amor a su cinta, no siempre con todo el acierto. Pero, en cualquier caso, es muy de agradecer.

Cuatro amigos de vacaciones deciden hacer algo diferente para escapar de la rutina… y no se les ocurre otra cosa que irse de viaje en busca de la granja de Charlie, un lugar donde años atrás sucedió una masacre y, desde entonces, continua abandonado. Inevitablemente, la granja no está tan vacía como ellos quisieran…

Los cuatro amigos, como mandan los cánones, no son especialmente interesantes, la verdad. Además, se une el hecho de que resulta bastante increíble que una chica como Melanie (Allira Jaques), la amiga de Natasha (Tara Reid) se sienta atraída por un personaje masculino tan odioso como Mick (Sam Coward), el colega de Jason (Dean Kirkright), novio de Natasha. Así que ellos nos importan bastante poco, y Chris Sun, director y también guionista de la película, parece ser consciente de ello y tomar cartas en el asunto: por un lado, en la primera media hora recurre al clásico momento para generar tensión “no vayáis a ese sitio” por parte de un lugareño; por otro, introduce los flashbacks de rigor para contar lo sucedido en el pasado en la granja de Charlie. ¿Funciona la estrategia? A medias: el primer recurso está ya demasiado visto, y sabes que los protagonistas van a seguir su aventura a pesar de todo. El segundo alegra un poco más la función: los flashbacks no están nada mal, ofrecen alguna imagen realmente inquietante, como ese momento en que una chica atada a la cama chilla y se revuelve mientras, a su lado, Charlie niño se balancea inocentemente en un caballo de madera. Y, sobre todo, nos ofrece a Bill Moseley como padre de Charlie, un actor siempre inquietante, al menos para un servidor.

Pero la auténtica gasolina de la cinta es que, sabiamente, antes de los créditos hay situado un prólogo impactante y brutal, un adelanto de qué clase de asesinatos veremos cuando estalle la pesadilla… Realmente, este es el auténtico motivo que hace seguir viendo la película.

El segundo tramo de Charlie’s Farm ahonda en esta previsibilidad: los chicos toman las peores decisiones, llegan al lugar y lo inspeccionan. De nuevo, son dos elementos externos los que se alzan como promesas y estímulos: la aparición de Kane Hodder a modo de cameo, y la irrupción de dos nuevos excursionistas… sí, de repente, las vícitmas pasan de cuatro a seís.

Y, finalmente, comienza la masacre. ¿Vale la pena esperarla? Para un servidor… por supuesto. Quizás Charlie tarde un poco en aparecer, pero cuando lo hace, demuestra tener fuerza y estar en forma. Es uno de los asesinos más brutos que se ha visto últimamente en un slasher. Y tiene esa capacidad, que por ejemplo perdió Jason a lo largo de la saga de Viernes 13, de helar la sangre yendo de frente, irrumpiendo en escena de un modo primitivo y nada sofisticado.

Para el clímax de la película, Chris Sun se ha reservado una suerte de entorno-homenaje a La Matanza de Texas 2, y un par de pequeños ases en la manga. Uno de ellos es un tópico y el otro, el final, funciona a la perfección por su contundencia e inevitabilidad.

En cualquier caso, con todas sus irregularidades, Charlie’s Farm acaba siendo un divertido slasher: ofrece un par de buenos crímenes, un asesino carismático, y algún susto apañado. Eso sí, se vuelve a echar de menos más ambición, un intento de romper una estructura rígida, desgastada y, a estas alturas, poco eficaz. Pero, mientras tanto, deleitémonos recorriendo esta vieja granja llena de crímenes.