Prometheus

En el año 2009, Fox informó por primera vez de una nueva entrega para la saga iniciada por la obra maestra Alien, el octavo pasajero (1979). Así, y después de las funestas Alien contra Depredador (2004) y Alien contra Depredador: Requiem (2007), parecía hacerse realidad el sueño de muchos fans por ver una nueva película seria y respetuosa sobre los populares xenoformos. Esperanzas apoyadas en el interés de Ridley Scott por volver a la serie. Se tanteo la posibilidad de un reboot, el cual, según el propio Scott, exploraría la naturaleza y orígenes de los Space Jockeys, así como su papel ficticio en los orígenes de la Tierra.

“La NASA y el Vaticano coinciden en que resulta casi matemáticamente imposible que podamos estar donde estamos hoy sin que hubiera habido una pequeña ayuda en el camino. Eso es lo que estamos contemplando para la película”.
-Ridley Scott, en declaraciones para The Hollywood Reporter

Entendida finalmente como (más o menos) una precuela, ha llegado a las salas con el hype por las nubes. Algo de lo que tienen culpa, aparte de unos avances sensacionales, el popurrí de noticias de diversa índole que fueron sacando durante los meses previos. Tanto las oficiales como los fake. Que si era una precuela, que si una secuela, que si un evento de ciencia ficción alejado de la saga, que sin un remake en 3D, que si sería PG13, que si aseguran que R…El debate copaba páginas y páginas de foros y revistas. Sea como fuere, el regreso de Scott al universo que le dio la fama ya se encuentra entre nosotros y las opiniones, tanto de crítica como de público, están divididas. ¿Decepción total? ¿Obra maestra que será comprendida con el paso del tiempo? ¿Tostón infumable? ¿Entretenimiento digno? En lo que a John Trent respecta, Prometheus, cual quesito del Trivial, contiene un poco de cada opinión vertida.

Entonces, ¿de qué va esto?

La acción comienza en un planeta en una etapa prebiótica. Al borde de una cascada tenemos a un humanoide blanquecino. En el cielo, una gigantesca nave espacial se pone en movimiento y se aleja. El humanoide toma un líquido negro y empieza a desintegrarse. Cuando sus restos caen por la cascada, el ADN sufre una reacción biogenética.

De ahí pasamos al año 2089 con la presentación de Elizabeth Shaw y Charlie Holloway, una pareja de científicos que acaban de descubrir un mapa estelar en escrituras de antiguas culturas. Lo entienden como una invitación por parte de los diseñadores de la humanidad, los “Ingenieros”, para visitar su sistema planetario especificado en el mapa.

Peter Weyland, mandamás de la compañía de la multimillonaria compañía Weyland-Yutani, financia el viaje. Se crea una tripulación en misión científica a bordo de la nave espacial Prometheus, una nave que puede viajar a la velocidad del “hipersueño”, mientras es capitaneada por un androide, David.
La nave aterriza. Estamos en el 2093. ¿Qué aguarda a la tripulación? ¿El mayor descubrimiento de la humanidad, o quizás la amenaza de su final?

Entonces, ¿la espera valió la pena?

Pese a llegar un poco tarde con la reseña, más que nada por el retraso en su distribución para España, intentaré avisar a los que aún no la han visto para que el visionado sea más satisfactorio. Lo primero, olvidaos de los avances en un ochenta por cien: aquellos espectaculares trailers con música agobiante y un brutal in crescendo de imágenes terroríficas, son simple (y magnifica) publicidad. No quiere decir que en Prometheus no salgan dichas imágenes. Salen, pero no a ese ritmo ni en el contexto que se intuye. Estamos ante una producción más bien pausada, con momentos tensos y/o de suspense esparcidos a lo largo de dos horas. La mayoría de esos momentos funcionan (atención a la escena de la operación, o la brutal presencia de los “ingenieros”), pero el tiempo restante asistimos a un drama con ecos de thriller sobre la fe.

El rollo filosófico y grandilocuente en la narración acierta en según qué circunstancias, aunque recurre a demasiadas preguntas que no obtienen respuesta. Esto, supongo (más bien, espero), se debe a la intención de sus responsables en crear una nueva franquicia que irá descubriendo sus cartas en entregas venideras. No obstante, son evidentes algunas carencias en el guión más allá de la explicación en presuntas secuelas: los personajes no están bien desarrollados, y en algunos casos (el geólogo y el biólogo) responden más a la caricatura de una serie B que a las exigencias de un producto de este calibre. Cierto que interpretes como Michael Fassbender (el cínico robot David), Noomi Rapace (la científica Elizabeth Shaw), Charlize Theron (la poco amigable líder de la nave Meredith Vickers) o Guy Pearce (el envejecido dueño de la compañía Weyland-Yutani) realizan un buen trabajo, pero la limitación de sus perfiles provoca que no les acompañemos en el viaje con el interés necesario. Al menos, argumentalmente hablando. La cosa cambia si nos ceñimos al apartado técnico.
Dando por sentado que el guión de Prometheus, que pasó por varias reescrituras teniendo como implicado final a Damon Lindelof, el de Perdidos (2004-2010), queda por debajo de lo esperado, llega la hora de hablar de lo que sí está a la altura: el trabajo de Scott en la dirección, así como la fotografía de Dariusz Wolski, la banda sonora de Marc Streitenfeld, y podemos continuar: efectos especiales, maquillaje, departamento de arte, etcétera. Como ejemplo, el arranque de la película, con apabullantes imágenes aéreas. En realidad, la primera mitad al completo es un tour de forcé de imágenes visualmente arrebatadoras (hablando desde la perspectiva del 2D, pues desde hace bastante me niego a pagar el impuesto sobre la entrada en 3D para quedarme ciego intentando diferenciar los colores). Luego, el preciosismo deja paso a viscosidad, bichos y gore moderado. Y aquí también funciona.

En definitiva…

Dejando a un lado SPOILERS sobre las conexiones con Alien, el octavo pasajero (únicamente puedo decir que en el clímax final aguardan varias sorpresas orgásmicas), las conclusiones que nos deja este Prometheus son complicadas de expresar poco tiempo después de haberla visto. Ya que, eliminando el factor hype, concediéndola otra oportunidad con distintos ojos, es cuando de verdad la podremos analizar en reposo, evitando sentimientos nostálgicos y de fan, para bien o para mal. Sin embargo, en esta primera lectura quedan claras tres cosas: 1) Ridley Scott, tanto en sus mejores como en sus peores trabajos, o en los fallidos, sabe cómo sacar juego a la cámara y rellenar los huecos vacios con creatividad y, sobre todo, profesionalidad. 2) Hay que tener cuidado con Damon Lindelof, pues este tipo, cuando se pone a reescribir diálogos, es capaz de cargarse lo indestructible, y 3) ¿No babeáis con la idea de una secuela dirigida por James Cameron cuando se aburra de dirigir continuaciones de Avatar?