I am a Ghost

Es un placer escribir reseñas como ésta. Y no porque la película en cuestión sea especialmente buena, porque no lo es, sino porque es realmente nueva, tanto en lo formal como en su argumento y eso, en un género como el fantástico que constantemente se repite y retroalimenta, la convierten en una pieza de visita necesaria para el aficionado… al margen de la posible insatisfacción que suponga su visionado.

Emily es un fantasma. Su existencia se ha transformado en una repetición constante de algunos de sus momentos finales que no han terminado de disolverse en la eternidad. Incapaz de vislumbrar su condición pero consciente a su vez, de algún modo, de la extrañeza de su “no vida”, Emily es un ser torturado y desamparado. Pero su incomunicación está comenzando a romperse gracias a la intervención de una médium, Sylvia, que desde nuestro tiempo trata de guiar a la joven hacia su siguiente plano espiritual. Sin verse, pero pudiendo dialogar entre ellas, tratarán de desentrañar el misterio del fallecimiento de Emily y el porqué su alma no ha podido transcender…

El joven director H.P. Mendoza dirige y escribe este cuento de fantasmas y lo hace de una manera tan original, fresca y personal que posiblemente deje insatisfechos a la mayor parte de su audiencia pero, a su vez, aplaudan y aprecien muchos de los aciertos, pues hay muchos, que contiene la película. Y lo mejor, envuelve su modernidad en un relato cargado de clasicismo tanto visual como argumental.

La cámara permanece a lo largo de todo el film junto a Emily y su mundo, un mundo que se nos muestra congelado con la imagen metida dentro de una viñeta, como las fotos antiguas, enfatizando así su naturaleza atemporal. Jamás veremos a Sylvia ni a nadie de la época actual pero sí que se nos indicará mediante un par de planos las manifestaciones del espíritu en la casa. Igual que en el mito de Sísifo o en la comedia, por ser más contemporáneos, Atrapado en el tiempo, la protagonista y la película repetirá acciones una y otra vez, y otra vez, y otra vez… acciones anodinas en apariencia pero también inquietantes por lo abrupto en que terminan y por lo desconectadas que se encuentran unas de otras. Al contrario que en la película de Bill Murray, el continuo bucle temporal, tendrá muy poco de ameno y produce en el espectador una pesada sensación de tedio; y claro, este tedio ayudará a que los momentos de terror de los 45 minutos finales nos hagan saltar de la silla y nos asalten de manera realmente turbadora. Pero, a cambio, se cobrarán el peaje de poner en contra a parte de la audiencia durante su primer, y a ratos agotador, tramo. Este monótono ritmo narrativo se romperá, casi exclusivamente, en las escenas en las que nuestra protagonista dialogue con la médium; que de manera muy original abordará el fenómeno fantasma como si de una sesión de psicoanálisis se tratara: todo una acierto y una novedosa forma de acercarse al mundo de los espectros y que demuestra una potencia narrativa memorable.

Cinematográficamente otras cintas nos han presentado a espectros atrapados en el reducido espacio de su hogar antes que en I am a ghost. Desde Beatlejuice a Los otros, pasando por la primera temporada de American horror story” (entre otras), han sido muchas las cintas que se han centrado en el otro lado… con más o menos factor sorpresa… Pero pocos se acercan a crear la atmósfera que logra la que ahora nos ocupa. Tal vez el título que más se ha aproximado a estas premisas sea la poco conocida pero aconsejable The presence; en la que Mira Sorvino convivía en una remota cabaña con dos espíritus (uno bueno y otro malo) a los que intuía pero no lograba ver. Pero me gustaría insistir que cualquier parecido es lejano, pues la propuesta de Mendoza es sumamente personal.

El apartado técnico es nuevamente irregular. La fotografía e iluminación son más que correctas, también la casa victoriana donde transcurre la película. Pero la temperatura y las calidades de imagen cantan demasiado a video digital y por ratos parece que estemos viendo la secuencia de un videojuego de los 90 tipo The 7th guest, o un culebrón de sobremesa… y eso estropea el conjunto visual y obliga al espectador a hacer un esfuerzo para entrar en la historia y terminar de completar, mentalmente, las intenciones técnicas del realizador.

Tampoco es demasiado brillante la actuación de Emily (Anna Ishida)… y no es que sea mala, pero se queda algo corta para una producción donde sólo tenemos un personaje en pantalla (bueno… lo mismo hay algún otro pero para saberlo hay que verla entera.).

En conclusión y pese a su genialidad en algunos aspectos, I am a ghost no saca demasiada nota. Sus claras limitaciones de presupuesto y el esfuerzo que requiere al espectador para disfrutar de su segunda mitad terminan por quitarle parte de su brillo. Aún así estamos ante un filme sumamente interesante, con algunas escenas sorprendentes y un par de momentos de terror de gran intensidad, que, a poco que te guste el género, sabrás valorar. Y estamos también ante un director del que apuesto pronto oiremos hablar… al tiempo.